—Tranquilo, ya se acabó todo.
–doy un leve suspiro.


(Flashback)

Hayes está demasiado callado. No ha dicho nada en los ultimos veinte minutos, aunque estamos viendo una película y es lo normal en algunos casos.
Lleva todo el día extraño conmigo, a penas me ha hablado ni miedo y las veces que he intercambiado palabras con él ha sido bastante cortante y borde.

Hasta que de repente rompe el hielo y mi corazón empieza a palpitar fuertemente.

Será mejor que esto acabe aquí. No quiero volver a verte.
dice de repente frío con la mirada fija en la televisión.

Giro la cabeza hacia su dirección y le miro frunciendo el ceño.

¿Cómo? ¿A qué viene eso ahora?

¿Qué? ¿Me lo estás diciendo en serio?

Suelto una carcajada sin ganas. Una seca. Y le miro fijamente a los ojos.

Espero que no me lo esté diciendo en serio, espero que esto sea una broma.

¿Ves que me esté riendo? Márchate, ya me he cansado de ti. He tenido lo que he querido: follarte las veces que he querido y cuando he querido. Ya no te necesito, estoy aburrido de ti. ¿No te das cuenta?

Siento una enorme punzada en mi estómago y un nudo comienza a apretarse en mi garganta apretando cada vez más fuerte y siento humillación en estos momentos.

Ríe a carcajadas, como si fuera algo gracioso lo que ha dicho y le importara una mierda mis sentimientos y le diese igual humillarme de esta forma.

¿Cómo puede decirme todo eso, sin tener empatía?

Pensaba que sentía algo por mi. Aunque fuera amor de amistad, pero veo que ni eso siente.

Siento las lágrimas rodar por mis mejillas una tras otra, me siento sucia y utilizada las veces que ha querido, y más, porque yo se lo he permitido.

Pensaba que... –trago en seco– ¡eres un maldito gilipollas!
suelto llena de rabia.

Grito y le doy unos cuántos golpes en el pecho, cuando se levanta y se coloca en frente mio.

Siento ganas de golpearlo con todas mis fuerzas, pero no serviría de nada.

Ve a tirarte a otro tío que te aguante. Me aburres Leah, entiéndelo. Ahora, márchate de una jodida vez.

Otra vez una nueva punzada de dolor en lo más profundo y duele. Duele mucho.

No entiendo cómo puede decir todo eso como si nada, lo dice frío y cortante. De verdad no le importo nada... es cierto, es real.

Agarro el bolso del sofá y camino hacia la puerta principal dispuesta a marcharme. No voy a estar aquí ni un solo segundo más, no quiero seguir viéndole ni estar con él. Me da asco.

¡Eres un gilipollas y un maldito imbécil! No quiero volver a verte, ni si quiera en pintura. Si tanto te aburría podías habérmelo dicho antes de acostarte conmigo tantas veces como has hecho. ¡Te odio!
grito.

Cierro la puerta con fuerza y con lágrimas, sollozando y camino hacia el ascensor.
Quiero gritar y llorar para calmarme.
Las lágrimas contienen de todo: hasta odio, amor y humillación.

Destruyeme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora