Frunzo más el ceño y alzo el rostro para mirarle a los ojos mejor, aunque él es más alto que yo.
Pero no pienso quedarme callada delante de este imbécil.

Me muerdo el interior de mi mejilla aguantando las ganas que tengo de decirle mil y una cosa, pero finalmente saco agallas de donde no hay, para mi sorpresa, y mi boca habla antes de que pueda controlarme.

—Vamos, hazlo. Si tan valiente eres de hacerlo, no te tengo ningún miedo.
–digo retándole.

—Deberías tenerlo. No sabes con quien cojones te estas enfrentando, niñata.
–dice entre dientes y da un paso hacia mi.

Creo que debería marcharme y mantenerme lejos de este tipo, pero la Leah valiente no quiere hacerlo y quiere plantarle cara.

Sé que es peligroso, se le nota. Pero me da igual.

—Hazlo.
–añado nuevamente retándole.

Bajo la mirada hacia sus puños. Los está apretando demasiado fuerte, tanto, que sus nudillos están empezando a tomar un ligero color blancuzco.
No estoy segura de si me va a hacer algo, no le conozco absolutamente de nada y no sé que es capaz de hacer o hacerme.

Aunque no lo parezca, ahora mismo estoy cagada de miedo.

Me mira por unos segundos, su mirada sostiene la mía, una mirada intimidante y llena de desafío.
Sus ojos son grisáceos, un color bonito. Pero su mirada no lo es. Da miedo. Intimida.
Después de esos par de minutos que han pasado, sigue sin decir nada. Sólamente suelta una carcajada que me deja extrañada y confundida.

¿Acaso es bipolar?

Gira hacia atrás, da unos pasos y se gira nuevamente en mi dirección. Con paso firme y decidido.
Y sin esperarlo, me empuja hacia una pared, para después colocar ambos brazos estirados a cada lado de mi rostro. Su rostro se acerca al mío, puedo sentir el olor a tabaco de su boca mezclado con alcohol. Su respiración se mezcla con la mía y su mirada, esa mirada intimidante, sigue puesta en mí.

—No quiero verte ningún día más por aquí. Y has tenido los cojones de en frentarme, esta vez es la única que te dejo pasar. Porque a la próxima, nos vamos a ver, pero en tu entierro.
–murmura a regañadientes, con la voz completamente ronca.

Intento hablar pero las palabras no salen de mi boca. Mis labios están sellados, casi parece que hay pegamento puesto en ellos. Y aunque intente hablar, no puedo hacerlo.

Al ver que no hablo, se separa de mi y me sigue mirando unos instantes más hasta que gira sobre sus talones y se marcha, pero antes, escupe detrás de él y me mira de reojo.

Trago saliva y busco con urgencia mi móvil entre el bolsillo de mi pantalón. Y marco a Adi.
No es buena idea, pero es el único que puede sacarme de este lugar.

[

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


[...]

Adi se pasea una y otra vez en frente mío, con las manos puestas por detrás de su cabeza y dando pequeños suspiros, los cuales están poniéndome muy nerviosa.

—¿Por qué cojones has ido allí? Esos tipos son peligrosos, más de lo que imaginas. Debes de dejar de ir con Cathy, solo te mete en problemas.
–murmura.

¿Acaso se cree mi hermano para mandarme qué y qué no hacer? Já.

—¿De qué querías hablar?
–cambio de tema.

—¿Por qué has ido allí?
–vuelve a preguntar.

Ruedo los ojos y suelto un suspiro.
Me levanto del sofá y camino hacia la cocina a por un vaso de agua fría.

Adi me sigue.

—Contéstame Leah, por favor.
–ruega detrás de mi.

—Simplemente fuí, eso es todo.

Cuando dejo la botella de agua fría en la nevera de nuevo siento los brazos de Adi envolverme la cintura. Al girarme, veo su rostro a centímetros del mío.

—Si te hubiera pasado algo..yo..
–susurra cerca de mis labios.

Niego con la cabeza y coloco mis manos en su pecho para alejarlo de mi.

—Dijiste que esto no se volvería a repetir, Adi. Somos amigos, nada más.

—No después de lo que pasó hace hace una semana. Leah, podemos ser algo más que amigos..

Se le ha ido la pinza.
Definitivamente se le ha ido.

Fué un simple beso, no llegó a llegar a lo sexual de ninguna forma, ni iba a pasar nunca.

Ese día tuve un momento depresivo, él estaba ahí, además de la pelea que tuve con mi hermano.
Le besé y me dejé llevar, nadie me ha tratado con tanto amor nunca. Refiriéndome a parejas.

Sinceramente, si hubiera podido borrar ese momento y que no hubiese pasado, lo hubiera hecho sin duda.
Somos amigos y quiero que siga siendo así, no quiero que las cosas se confundan entre nosotros y que haya incomodidad.

—Somos amigos, no puede existir una relación mas allá de eso. Mi hermano te mataría, Adi.

Y eso que no sabe que su mejor amigo me besó. Literalmente le daría una paliza y no le volvería a hablar nunca.

—¿Que importa tu hermano, Leah?

Niego con la cabeza.

Él sabe sobre mi amor por Dylan.
Dylan siempre me gustará pasen los chicos que sean y no puedo sacarlo de mi mente.

Es como esos amores platónicos que son famosos, que sabes que van a ser imposibles y que nunca van a pasar.. pero tu sientes verdaderamente. Sientes amor por esa persona y estás enamorada, aunque ese amor no es ni será nunca correspondido.

—No Adi, lo siento. Nuestra amistad es demasiado bonita para que se rompa de esa manera.
–murmuro negando con la cabeza.

Adi agacha la mirada y después vuelve a alzarla mirándome directamente a los ojos.

—Siempre quedará ese recuerdo. Aunque siempre podemos repetirlo y hacerlo mejor, ya me entiendes..
–guiña un ojo y ríe.

—Sigue soñando, amigo.
–digo riendo.











¡Holaaa!

Espero que os guste la historia.

¿Qué os va pareciendo Hayes? ¿os gusta? Comentad :)

Voto + comentario y la sigo!

¡Nos leeemooos!
❤❤❤❤❤

Mi Instagram:

@Neferktiti

Destruyeme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora