Capítulo LXXVI

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Los días pasaron, esperé noticias de Ilydford, pero era más que obvio que esas noticias jamás llegarían, no tenían por qué hacerlo, a fin de cuentas, nadie, además de Charlotte, sabía que yo estaba aquí. Traté de no agobiarme, lo hecho, hecho estaba, no podía y tampoco quería volver a Ilydford, así que me distraje los siguientes días aprendiendo de la madre de Caden cómo cocinar, remendar ropa y mantener el fuego vivo en la chimenea; acompañaba a Caden a la aldea, pues cuando regresó a Wexford retomó su trabajo como leñador y yo disfrutaba de ir con él, pues conocía el lugar, ese lugar que era mi nuevo hogar.

Pasó una semana cuando Laetitia nos despertó a todos a mitad de la noche gritando en profundo dolor, su hijo estaba por venir habíamos llegado justo a tiempo para conocer al pequeño niño. Caden y sus hermanos salieron a la aldea en busca de la comadrona, mientras que la madre de Caden y yo la asistíamos, llegaron pronto junto con una mujer mayor quien recibió al bebé, después de momentos, que me parecieron horas, llenos de gritos desgarradores por parte de Laetitia y sangre; por un momento me aterró la idea de alguna vez tener hijos, no me imaginaba pasando por tanto dolor, pero cuando vi la gran sonrisa de Laetitia al recibir a la bebé en brazos supe que eran momentos que valían la pena pasar.

- Es una niña y está completamente sana, usted y su hija estarán bien. – Declaró la mujer, mientras yo veía con una mezcla de felicidad y horror en dirección a Laetitia, pues jamás había presenciado un parto y aún no asimilaba todo lo que había pasado.

- Es preciosa. – Dijo Laetitia.

- Tal como su madre. – Declaró la madre de Caden.

- Felicidades. – Dije yo observando las diminutas manos de la bebé, embelesada por tanta belleza.

Todos estuvimos muy felices ese día, y tomábamos turnos para cuidar a la bebé a quien Brendon y Laetitia decidieron ponerle como nombre Keanna. Una noche la niña no dejaba de llorar, aunque todos parecían dormir tranquilamente a pesar del llanto a excepción mía, me tomé el atrevimiento de entrar en la habitación de Brendon y Laetitia y tomar a la pequeña niña en brazos.

- ¿Quién es? – Preguntó Laetitia alarmada.

- Soy yo, Elise, veré si puedo hacer dormir a Keanna, descansa. –

- Gracias. – Dijo a penas antes de volver a dormir.

Tomé a la bebé entre mis brazos abrigada por una manta, la llevé escaleras abajo y me senté frente a la chimenea mientras la mecía. Era una niña muy hermosa, su escaso fino cabello rubio apenas era visible, sus facciones eran idénticas a las de Laetita a diferencia de la boca pues se parecía a la de Brendon. Su llanto no cesaba a pesar de mis esfuerzos por dormirla entonces decidí cantarle una canción.

- Duerme ya pequeña bebé, deja que tus ojos se cierren, duerme ya pequeña bebé, que mis palabras te acunen, en esta noche fría ya quieres descansar y en una nube suave te voy a recostar. – Canté y su llanto cesó después de un rato; me quedé unos instantes más contemplándola dormir mientras aún seguía meciéndola en mis brazos; sentí una punzada en el abdomen al recordar a Charlotte y su bebé, nunca podría cantarle para dormir, tal vez nunca lo conocería, pero después de esa nostalgia recordé la vez en que Caden me dijo que pensara en los hijos que tendríamos, me sentí ilusionada al pensar en los hermosos bebés que Caden y yo tendríamos y sonreí, imaginando el momento en que le diera la noticia, después pensando en mí, caminando por doquier con una enorme barriga y al final sosteniendo a mi hijo en brazos; solo esperaba que ese momento no se tardara en llegar.

- No te ves nada mal como madre. – Dijo Caden emergiendo de la oscuridad de la escalera.

- Me asustaste. – Dije exaltada. - ¿Cuánto tiempo llevas ahí? – Pregunté.

Perdida en mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora