Capítulo LXIII

13.8K 944 257
                                    

Todos llegamos al salón principal, mis padres se sentaron en sus respectivos tronos mientras que Daimmen y yo nos paramos justo al lado de mi padre; de pie frente a nosotros estaba un hombre, las canas y attugas en su rostro me hacían ver que era mucho mayor que mi padre, tenía unos ojos azules tan claros que lo hacían parecer un felino, sus rasgos faciales eran muy finos, tenía una gran estatura y a pesar de la edad tenía un físico muy fuerte, verlo me causaba escalofríos, era un hombre aterrador a decir verdad. Miró a mi padre con mala cara, retándolo y con un tono de fingida amabilidad que no concordaba con su expresión dijo:

- ¿Es esta la manera de recibir a un rey? ¿Dónde está tu hospitalidad Albert? –

- ¿Qué pretendes Frans? ¿Qué te reciba con un festín, con los brazos abiertos diciéndote lo mucho que me alegra tu presencia? Todo lo contrario, tu presencia me repugna, eres el hombre que ha sumido a mi reino en el caos, quien mando a sus ejércitos a matar a mis hombres y quien busca robarme la corona. Es un descaro que te presentes ahora, podría matarte con mis propias manos. -

- Pero no lo harás porque he venido a negociar contigo. No te mentiré, anhelo tu reino, su posición es muy estratégica, tenerlo en mi poder me haría uno de los más poderosos reyes, pero si llegamos a un acuerdo ambos podemos salir beneficiados. –

- ¡No quiero hacer tratos contigo! Este es mi reino, sal de él inmediatamente pues no habrá tregua. –

- De acuerdo, en ese caso tampoco habrá tregua de mi parte y sabes que mis ejércitos son superiores a los tuyos, en un mes tu reino estará en mi poder, más te valdría escuchar mi propuesta. –

Mi padre se quedó pensativo unos minutos, el rey Frans tenía razón, estábamos faltos de hombres y también faltos de recursos como para pagar a mercenarios privados, tal vez era prudente escuchar la propuesta de ese hombre.

- Te escucho. – Dijo finalmente con seriedad mi padre.

- Tú quieres conservar tu reino, pero yo quiero también dominio sobre él, quieres terminar con esta guerra y a decir verdad yo también lo quiero, lo que a ambos nos conviene es una alianza. –

- ¿Qué tipo de alianza? ¿Una alianza comercial? –

- No mi querido Albert, una alianza comercial no me traería dominio sobre tu reino. –

- Entonces ¿qué quieres? ¡Habla ahora antes de que me arrepienta! –

- Una alianza matrimonial. – Dijo el Rey Frans sonriente.

Al oír eso mis ojos se abrieron como platos y Daimmen en un reflejo tomó mi mano y la apretó con fuerza.

- Una alianza matrimonial ¿Con quién? Sabes que no tengo más hijos y hasta donde yo sé, tú no tienes descendencia. –

- Con tu hija por supuesto, no tengo descendencia y mi esposa murió, había oído sobre la belleza de tu hija y por eso he venido hasta aquí para comprobarlo por mi cuenta y ver si valía la pena, ahora que lo he comprobado sé que ganaré un reino y una hermosa mujer a mi lado con la que podré procrear una gran descendencia. –

- ¿Y cómo una alianza con mi hija te daría el reino? –

- Unifiquémonos, puedes seguir gobernando este reino y yo el mío, pero con la alianza podré tomar decisiones benéficas para mí también. –

- Bien sabes que mi hija está prometida con el príncipe Daimmen de Francia. –

- Pues rompe la alianza, aún no se celebra el matrimonio. –

- Romper la alianza significa una tregua con Suecia, pero una guerra con Francia y de eso ni siquiera tú puedes salvarnos. –

- Bien, si no aceptas mi trato las invasiones no cesarán y tu reino caerá junto contigo. –

Perdida en mi destino.Where stories live. Discover now