Capítulo VIII

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Seguía durmiendo, era casi medio día, alguien tocó a la puerta y eso me despertó, Charlotte quien estaba sentada cerca de la ventana se levantó y se apresuró a abrir.

-Es el Rey.- dijo

-Déjalo pasar.-

Mi padre entró, feliz como nunca en su vida , me senté en la cama y él se puso frente a ella.

-Elise, el príncipe Daimmen me ha pedido alargar nuestra estancia hasta el jueves y por supuesto no puedo negarme, por lo tanto partiremos el jueves y apresúrate el almuerzo está a punto de comenzar, no quiero que llegues tarde.-

-Por supuesto, en un momento estaré abajo.-

No podía ocultar mi felicidad, era evidente que Daimmen lo había hecho para que pudiéramos pasar más tiempo juntos antes de que partiera, ya quería volver a verlo.

-Charlotte, ayúdame, debo bajar lo antes posible.-

Me alistó en menos de diez minutos y rápidamente salí de la habitación, cuando iba a dirigirme hacia las escaleras vi que al final del pasillo estaba Daimmen esperándome.

-Elise, me pareció una eternidad lo que tuve que esperar para volverte a ver.-

-Tan solo fueron unas horas.-

-Sí, pero fueron las más largas de mi vida.-

Nos sonreímos, me dio su brazo para que juntos bajaramos al almuerzo, cuando entramos a la estancia, mis padres intercambiaron miradas y se sonrieron; un sirviente se apresuró a ayudarme con la silla pero Daimmen dijo:

-Por esta vez me encargo yo.- Apartó la silla para que pudiera sentarme, después caminó hasta su asiento y una vez ahí volteó a verme sonriéndome tiernamente.

-Rey Albert, su hija es muy encantadora y quisiera decirle, si usted me lo permite, que planeo pasar los próximos días de su estancia con ella.-

-Por supuesto, estoy seguro de que ella no tendrá inconveniente.-

-En absoluto.- Dije viendo a Daimmen

-Perfecto, ya está dicho, entonces Elise, terminando el almuerzo, ya tengo planes para ambos.-

Y así fue, cuando todos terminamos, él y yo nos dirigimos al patio principal donde ya nos esperaba un carruaje y cinco guardias.

-¿A dónde vamos Daimmen?.-

-Es una sorpresa, sólo sube.-

Subimos al carruaje y las puertas del castillo se abrieron, estaba maravillada cuando miré por la ventana, vi los prados más verdes y hermosos que jamás imaginé, campos repletos de flores y grandes árboles de majestuosa frondosidad, había visto cosas hermosas y no sabía a dónde iríamos que pudiera superar todo eso.

-Hemos llegado Elise.-

Él bajó del carruaje y me ayudó a bajar, entonces frente a mí se levantaba una edificación, estaba en ruinas pero eso no le quitaba la belleza, imaginé cómo fue en sus tiempos buenos pues incluso en ruinas era imponente.

-Este fue el castillo de mis bisabuelos, yo tampoco pude conocerlo cuando era habitable pero es muy bello y me gusta venir a este sitio cada que tengo la oportunidad.-

-Es hermoso Daimmen, nunca vi algo así.-

-Si esto te gustó, te va a encantar lo que realmente voy a enseñarte.-

-¿En verdad hay algo mejor que esto?.-

-Claro que lo hay, vamos.-

Entramos a las ruinas en lo que supuse que era el gran salón, recorrimos un amplio pasillo y a la derecha habían unas escaleras, subimos por ahí y parecían no terminar.

Perdida en mi destino.Where stories live. Discover now