Capítulo XIV

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El día por fin había llegado, volvería a ver a Daimmen y él se llevaría una sorpresa al verme pues no estaba enterado de que yo estaría en Francia a su regreso. Lo esperábamos en el patio principal el Rey Benoit, la Reina Christine, Marguerite y yo, mi expresión de felicidad no podía ocultarse, era evidente que estaba ansiosa por verlo así que cada vez que Marguerite y yo volteabamos a vernos ella tomaba con fuerza mi mano intentando calmar mis ansias un poco. Me parecieron eternos los minutos que esperamos en el patio cuando escuché el ruido de las puertas abriéndose.

-Ya está aquí.- dijo un guardia y justo en ese momento mi corazón comenzó a palpitar tan fuerte que temía que alguien lo escuchara; poco a poco el sonido del galopar de los caballos se hacía más fuerte y después pude ver el carruaje que se detenía a unos metros de nosotros, el cochero abrió la puerta y Daimmen bajó pero no volteó hacia donde nos encontrábamos todos sino que se situó frente a la puerta y ofreció su mano a otro pasajero en el carruaje quien bajó con una gran sonrisa, era una mujer, sus facciones eran muy finas, tenía una cabellera rubia impresionante y los ojos más azules que había visto en mi vida, tenía puesto un vestido que era muy ajustado de su torso y hacía que sus pechos sobresalieran; Daimmen le dio su brazo y juntos entre sonrisas comenzaron a caminar sin notar aún nuestra presencia hasta que el Rey lo saludó.

-Hijo, me alegra tanto que hayas regresado de tu viaje, te hemos esperado ansiosos sobre todo ella.- Dijo mientras extendía su mano hacia mí para acercarme a Daimmen, estaba esperando que él me tomara en brazos mientras me decía lo feliz que estaba pero en cambio solo me miró con sorpresa y dijo:

-Elise, ¿qué haces aquí?.-

Mi sonrisa se desvaneció por completo, de todo lo que imaginé que sucedería este día, esa fue la última reacción que esperaba de él.

-Tu madre me envió una invitación para que regresara a Francia y permaneciera con ustedes unos meses.-

-¿Por qué no me avisaron nada de esto?.- Dijo aún con seriedad.

-Queríamos sorprenderte a tu regreso hermano.- comentó Marguerite.

-Vaya que me han sorprendido todos ustedes.- Noté un poco de molestia en su tono y yo cada vez me sentía más desconcertada ante tal situación, al parecer la Reina Christine se percató de mi desconcierto por lo que tomó una de mis manos y me acercó a ella.

-En ese caso hijo mío, te sugiero que asimiles tu sorpresa mientras nosotras regresamos al interior del castillo.- Aún tomado mi mano la Reina dio media vuelta y comenzamos a caminar pero Daimmen llamó nuestra atención por lo cual nos detuvimos.

-¡Madre! no puedes ir al interior sin antes haber recibido a mi invitada, ¿o es a caso que no notaste su presencia?.-

La Reina sin decir palabra volvió a acercarse a Daimmen, yo por mi parte, me mantuve alejada unos cuantos pasos de ellos.

-Madre, padre, ella es la princesa Arabelle de Alemania, ha venido conmigo a Francia pues queremos finalizar algunas negociaciones aquí.- Él sonreía al hablar, sonreía al verla y a mí me ignoraba por completo, yo sabía que lo que iba a hacer estaba mal pero me sentía muy molesta y las lágrimas amenazaban con escapar, Marguerite volteó a verme con mirada confundida y yo solo dí media vuelta y entre al castillo rumbo a mi habitación, una vez ahí, cerré la puerta e ignorando a todas mis doncellas me lancé sobre la cama llorando, escuché sus murmullos confundidos pero no quise ni siquiera voltear a verlas.

-¡Fuera! todas salgan de aquí.- Dijo Charlotte y una vez que todas salieron se acercó a mí.-¿Elise qué sucede?-

No podía ni hablar mis sollozos lo hacían difícil, respiré profundamente un par de veces y comencé a contarle todo a Charlotte.

Perdida en mi destino.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu