Capítulo LXII

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Pasé el día entero con Caden, me gustaría decir que había olvidado por completo todo lo que había estado pasando o que estaba tranquila, pero no era así, a pesar de estar con él y de haberme despejado un poco estaba intranquila en pensar que alguien notará que no estaba en el castillo, confiaba que las chicas supieran cubrirme esta vez, aunque no me sentía tan tranquila como cuando Charlotte lo hacía.

Estábamos en un prado del bosque sentados sobre una roca, casi atardecía, pero aún no queríamos regresar, el plan era ver la puesta del sol. Caden me rodeaba con su brazo, mientras yo mantenía mi cabeza sobre su hombro con la vista sobre un punto fijo.

- ¿Qué piensas? – Preguntó él tomándome de la barbilla para que volteara a verlo.

- En nada. – Mentí.

- Te conozco muy bien como para saber que estás intranquila, ¿acaso no confías en mí? –

Él tenía razón, había muchas cosas que me preocupaban y él estaba dispuesto a escucharme, pero yo no quería hablar de eso.

- Por supuesto que confío en ti, es solo que no quiero arruinar este momento con todos los problemas del reino. –

- Si no te desahogas creo que tampoco disfrutarás del momento, debes sacar todo solo así te sentirás mejor. – Dijo él y tenía razón.

- Primero que nada. – Comencé a decirle después de haber tomado aire. – Me preocupa que alguien llegue a enterarse que he estado fuera todo el día y provocar más problemas de los que ya hay; no puedo dejar de pensar en lo que ocurrió esta mañana, tampoco puedo creer que mi padre piense que quiero quedarme con su reino, es lo último que quiero y por último estoy totalmente segura de que los problemas van a hacerse aún mayores. –

- Elise, deja de preocuparte por un momento, el rumbo del reino no es un asunto tuyo sino de tu padre, sí, habrá problemas, pero no serán a causa tuya y si tu padre es sabio sabrá cómo resolverlos, y para quitar las ideas de su mente sobre tu supuesto apoderamiento del reino no te entrometas en los asuntos políticos, solo así pensará que no tienes ningún tipo de interés, solo mantén tu atención en él para evitar que haga cualquier cosa de la que todos podamos arrepentirnos. Se que es fácil para mí pedir que no te agobies porque yo no sé realmente como es todo allá, pero sí sé que todo esto te va a terminar y lo único que quiero es tu tranquilidad. –

- Tienes razón, no pensaré en eso, al menos no por ahora, ya son pocas las veces que puedo estar contigo como para desperdiciarlas de esta manera. –

- Mejor acércate más a mí, hace frío y un abrazo te hará sentir mejor. –

Sonreí, siempre que él hacía algo así me mataba de ternura, siempre encontraba el comentario indicado para hacerme olvidar mis preocupaciones y sonreír. Me acerqué más a él me abrazó, yo volteé mi rostro y besé su mejilla.

Por ese momento ninguno dijo palabra alguna, no era incomodo no cruzar palabra, sino que era tranquilo, queríamos disfrutar la compañía el uno del otro y con el simple hecho de estar cerca lo hacíamos, no eran necesarias las palabras porque en nuestros suspiros y caricias sabíamos todo lo que con palabras no podríamos expresar.

El sol se puso, y poco a poco su luz nos dejó de alumbrar, era momento de ir a la cabaña, pasaría la noche con él después de ya mucho tiempo. Al llegar hicimos la rutina de siempre, encendimos la chimenea y nos sentamos ante la mesa.

- Hice sopa de setas, hace mucho que no la comes. –

- ¡Qué bien! – Exclamé con emoción, ni siquiera las lujosas comidas del castillo me satisfacían tanto como la deliciosa sopa que él preparaba. – Esto es lo que faltaba para un día perfecto. – Dije sonriendo.

Perdida en mi destino.Where stories live. Discover now