Capítulo XXXVI

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Las lágrimas me escurrían, estaba atemorizada, al parecer a ese hombre le encantaba alargar mi sufrimiento y mi llanto lo incitaba a torturar más mi ánimo.

-¿Por qué lloras? esto terminará más rápido de lo que crees.-Dijo el hombre seguido de una carcajada.

-¡Eres un maldito!.-Dije, si iba a morir al menos quería ser valiente y confrontarlo.

-No tanto como tu padre, alguien debe darle una lección y atacarlo donde más le dolerá y ese punto eres tu.-

-Puedes estar completamente seguro que le va a dar igual.-Dije aparentando tranquilidad y riendo con ironía.

-Y a mí me da igual, sea como sea te mataré así no quedarán descendientes de ese miserable hombre que se hace llamar nuestro rey.-

-¡Adelante! matame.-

-No tan pronto jovencita, prefiero divertirme un rato contigo, te torturaré justo como tu padre ha hecho con los míos.-

Tenía dos opciones dejar que terminara conmigo o pelear por mi vida, era arriesgado intentar lo segundo pues podía morir pero de una u otra forma si no lo intentaba moriría de todos modos. Me armé de valor y sin dudarlo un segundo le di una fuerte patada en la entrepierna, el hombre gritó de dolor, corrí tan rápido como mis piernas me lo permitieron pero me alcanzó, me derribó en el suelo.

-¡No vuelvas a tocarme! vas a pagar muy caro tu osadía.-

Se puso sobre mí, inmovilizándome tomó su daga listo para enterrarla; a lado mío vi un trozo de madera, estiré mi brazo hasta que pude tomarlo y le asesté un golpe en la cabeza, por instinto se llevó las manos al lugar golpeado y yo logré escapar una vez más pero no duró mucho pues con un grito furioso se acercó a mi corriendo con la daga tomada con ambas manos y justo cuando llegaba a mí cayó de rodillas tomándose el cuello con ambas manos, la sangre le escurría entre los dedos y después se desplomó inerte en el suelo con una flecha atravesada justo debajo de la nuca, me quedé inmóvil viendo perpleja el cuerpo sin vida de aquél hombre, aún aterrada por saber que mi vida estuvo a punto de acabar ese día, alce mi mirada y Caden estaba a unos metros de mí observando con el mismo desconcierto el cuerpo de ese hombre. Sin decir palabra alguna corrió hacia mí y me abrazó, me dejé caer en sus brazos llorando como una niña pequeña, mi cuerpo temblaba a causa del miedo que había experimentado hace unos minutos y el acariciaba mi cabello con las manos temblorosas tratando de confortarme.

-¿Te hizo algo?-Dijo con un hilo de voz.

-No.-Dije casi en un susurro pues mi voz no lograba salir.

-Si no hubiese llegado a tiempo...-

-Pero lo hiciste y estoy bien.-

-No debiste salir hoy, era peligroso.-

-Pensé que no había peligro me dijeron que los culpables habían sido mandados a la horca jamás imaginé que en los alrededores hubiese alguien suelto y mucho menos que sabrían quien soy.-

-Vamonos de aquí, no quiero que estés una vez más en peligro.-

Caminamos en silencio a través del bosque, poco a poco el miedo se disipaba pero el desconcierto seguía ahí; Caden no decía nada y cuando volteaba a verlo el no volteaba a verme a mí, su rostro se veía desolado y confundido, por momentos apretaba los labios y negaba con la cabeza pero no me atrevía a decir nada.

Finalmente llegamos a la cabaña, Caden se sentó en una de las camas con la mirada clavada al suelo, yo me senté junto a él, volteó a verme, esbozó una débil sonrisa y me abrazó.

-¿Qué ocurre?-Pregunté.

-No es nada.-

-Has estado muy serio desde que caminábamos por el bosque.-

Perdida en mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora