Capítulo XLVI

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Desde que las nuevas doncellas habían llegado al castillo todo se había vuelto más alegre y a la vez molesto; alegre porque Clarice y Neridia eran unas muchachas encantadoras y divertidas, a Charlotte y a mí nos gustaba pasar tiempo con ellas porque no dejábamos de reír; en cambio Eleonor era un dolor de cabeza, su actitud arrogante había cansado incluso a mi padre quien ya en reiteradas ocasiones había llamado su atención por su comportamiento tan poco adecuado, sin contar las múltiples veces en que ella había coqueteado con Daimmen, quien a decir verdad se veía tan incomodo ante su presencia que incluso sentía pena por él. Yo por mi parte no había podido ver a Caden aún, pues Eleonor se encargaba de acecharme constantemente, cuidando todos y cada uno de mis pasos y movimientos con la excusa de estar cumpliendo con su labor; me sentía desesperada, ni siquiera Daimmen me había causado tantos problemas en su estancia en el castillo y eso ya era decir mucho.

Charlotte se había convertido prácticamente en mi mensajera, la mandaba a llevarle cartas a Caden y me traía las contestaciones, la idea no le desagrado porque así podía pasar tiempo con Alger, ambos tenían una linda pero secreta relación y eso me hacía sentir muy feliz por ella.

Esa mañana Charlotte regresó de la aldea con una carta que Caden me había enviado, ansiosa corrí a mi habitación cerré bien la puerta y me dispuse a leerla.

Mi amada Elise.

Me ha parecido una eternidad el tiempo que ha pasado desde la última vez que te vi, espero que pronto puedes venir a mi encuentro, se que estos días no podrás hacerlo, pero cada tarde espero hasta el último instante para ver si tu silueta viene caminando hacia mí entre los árboles.

Lamento que estés teniendo que pasar por todo esto, nunca pensé que Eleonor sería capaz de perjudicarnos tanto pero pronto verás que hay una solución y que esto no nos afectará más, se que en poco tiempo podrás estar nuevamente entre mis brazos. Te extraño, lo hago día a día aunque haya pasado toda la noche anterior contigo, me he acostumbrado a tu presencia y no tenerla es el peor castigo.

Ya quiero volver a verte.

Te ama.

Caden.

Me lancé a la cama abrazando su carta a mi pecho, las palabras que intercambiábamos en nuestras cartas hacían que la espera fuera más llevadera, pero ya no podía seguir así, debía encontrar la forma de salir sin que Eleonor fuera un obstáculo en mis planes, entonces lo pensé, solo había alguien que podía ayudarme con ello, mi madre. Caminé hasta el pequeño salón donde ella solía pasar el tiempo a lado de sus doncellas, cuando entré alzó la vista sonriéndome.

- Hija, ¿qué te trae por aquí? -

- Es un asunto... privado. -

Captó mi indirecta e hizo salir de su sala a las doncellas para que pudiéramos hablar con más privacidad, ella no sabía nada de mis disputas con Eleonor, ni siquiera sabía que yo la conocía desde antes de que ella llegara al castillo y no pensaba decírselo, al menos no por ahora.

- Ahora sí, ¿Qué sucede Elise? -

- ¿Recuerdas a Caden? -

- Cómo olvidarlo. - Dijo riendo.

- Pues llevo días sin poder verlo porque las doncellas hacen más difíciles mis salidas secretas, bueno más bien Eleonor, siempre está de tras de mí. -

- Esa muchacha no me agrada para nada. -

- A mi tampoco, ni a mis otras doncellas, las trata mal y es muy igualada, pero mi padre dejó en claro que no puedo cambiarla por el pago que dieron sus padres. -

Perdida en mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora