Capítulo LII

15.9K 980 119
                                    

Habían pasado un par de semanas, ya había podido recuperar un poco de la paz que me faltaba, aunque recordar todo aún me causaba un poco de dolor; había pasado esos días con Daimmen, no me dejaba sola ni un instante, siempre venía a mi habitación para pedir mi compañía, no me había negado y aunque los días habían sido un tanto agradables sí me causaba un poco de incomodidad su presencia, en verdad ahora creía que sus sentimientos habían cambiado, pero me costaba asimilarlo, era extraño, se veía esperanzado, y cualquier actitud mía que denotara un poco de agrado hacia él lo hacía sentir dichoso, realmente no me sentía culpable al darle falsas esperanzas, él anteriormente había hecho lo mismo, la diferencia era que yo lo hacía por no tener alternativa mientras que él lo hizo para lograr sus objetivos.

Algo que agregó molestia nuevamente a mis días fue Eleonor, el castigo había sido levantado y había regresado a ser mi doncella, ahora tenía que soportarla en la misma estancia, aunque a decir verdad ya cuidaba más sus palabras, había dejado de ser entrometida y grosera con las otras chicas, supongo que no quería ser castigada nuevamente y por mí eso estaba bien, no quería justo en estos momentos tener problemas con ella, ni volverme a enfrentar verbalmente con ella.

Esa tarde mi padre solicitó hablar con Daimmen, por lo que mis doncellas y yo decidimos salir a los jardines para tomar el té, se dispuso una pequeña mesa con las sillas suficientes para nosotras y uno de los sirvientes vertió té en cinco pequeñas tasas mientras nosotras nos sentábamos en torno a la mesa.

- Alteza, ¿qué se siente saber que pronto va a casarse? – Preguntó Clarice con la alegría que la caracterizaba.

- A decir verdad, a mí me resulta aterrador. –

- ¿Por qué lo dice alteza? – Inquirió ahora Neridia.

- Siempre que alguien lo pregunta tengo la misma respuesta, dejaré atrás todo lo que conozco y todo aquello a lo que estoy acostumbrada para ir a un lugar nuevo y comenzar una nueva vida, y no solo eso, en el momento que llegue a Francia ya no seré la princesa de Ilydford sino que seré la reina de una nación diferente, es una gran responsabilidad y una muy repentina. –

- Sí lo dice así, vaya que resulta aterrador, pero descuide, estaremos con usted para apoyarla en todo momento. – Dijo Clarice con sinceridad.

- Sí, además no veo nada aterrador si el príncipe Daimmen estará con usted, no quiero ser irrespetuosa, pero es guapísimo. – Dijo Neridia llevándose las manos a la boca tratando de cubrir una risita pícara, no pude evitar reír.

- Sí, no lo niego, es muy apuesto, pero no todo se basa en apariencias. – Dije con sinceridad.

- Pero estoy segura de que el príncipe tiene por completo su corazón, usted debe estar locamente enamorada de él. – Dijo Eleonor con un sarcasmo que sólo yo y Charlotte supimos entender, era claro que al decir todo eso se estaba refiriendo a mi relación con Caden, aunque ella no sabía que eso ya había terminado.

- Eso es algo que... - Dije, pero no pude terminar mi frase cuando Charlotte me interrumpió.

- Eso es algo muy privado, mejor cuéntanos cómo te fue en los establos. – Dijo Charlotte con un tonó burlón muy sutil; los ojos de Eleonor se abrieron con furia.

- Sí, cuéntanos, me parecen adorables los animales. – Dijo Neridia inocentemente.

- Pues no, no son adorables, los cerdos huelen muy mal, al igual que los caballos y tuve que alimentarlos diariamente. – Dijo molesta.

- No sabes apreciar la naturaleza. – Contestó Neridia.

- Alteza, pido su autorización para retirarme, el aire comienza a hacerme daño. – Dijo Eleonor, era una mentira por supuesto, su castigo en los establos y nuestras preguntas acerca de ello eran una humillación para ella.

Perdida en mi destino.Место, где живут истории. Откройте их для себя