Capítulo XLV

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Habían pasado casi dos semanas, las cosas tanto en el castillo como con Caden estaban muy tranquilas. Mi padre no me había llamado la atención en mucho tiempo, su carácter, al menos por esos días, parecía muy tranquilo; mi madre, por su parte, estaba como siempre, con una actitud serena ante todo lo que pasaba. Daimmen extrañamente seguía dándome mi espacio pero cuando solicitaba pasar tiempo conmigo de lo único de lo que hablaba era de la boda, era gracioso porque más bien, él parecía ser la novia, obsesionado con que todo estuviera perfecto, contándome sobre los detalles y con la clara intención de que todos los regalos fueran enviados directamente a Francia, en cambio, cuando hablábamos de la boda yo no podía evitar sentir un pinchazo en el estómago al recordar todo lo que estaría perdiendo, mi casa, mis padres, mi nación y lo más importante de todo a Caden, por más que quisiera no podía dejar de pensar en ello, pues cada día que pasaba más cerca estaba la boda y más lejos estaba de Caden; me había dispuesto a no pensar en ello y en disfrutar cada segundo de su compañía pero la realidad era que cada día esos pensamientos me atormentaban.

Ese día estaba caminando sola por los jardines cuando Charlotte caminó hacía mi apresurada.

- ¿Qué ocurre? – Le pregunté asustada a juzgar por la expresión en su rostro.

- Creo que tenemos problemas. –

- ¿Alguien me descubrió? –

- No, algo mucho peor, tienes que venir tu padre te espera. –

En cuanto Charlotte me dijo aquello no pude evitar sentir como el corazón comenzaba a palpitarme con fuerza, mis manos estaban heladas, pero sudaban y estoy segura que mi rostro estaba empalideciendo porque lo sentía hormiguear, llegue hasta donde estaba mi padre, en el gran salón, lo acompañaba mi madre, ninguno de los dos lucía molesto, pero no sabía que podía ser tan terrible como para causar tal impresión en Charlotte.

- Padre, me han informado que deseabas verme. –

- Así es hija, como ya sabes la boda se acerca, partirás a Francia y me consterna saber que tu séquito es muy reducido, estoy enterado de que has solicitado tanto a tu madre como a la reina de Francia la autorización para llevar a tu doncella contigo, no me opongo a ello, sin embargo, he considerado pertinente sumar a tres doncellas más que están deseosas de hacer una nueva vida a tu lado en la corte francesa, son jóvenes no de alta cuna pero si hijas de hombres ricos de Ilydford, elegimos para ti a tres que dominan el idioma Frances y que tienen conocimientos de las tradiciones francesas. –

- ¿Y puedo saber quiénes son esas jóvenes? – Pregunté dudosa.

- Ellas están en la sala de reuniones. Dean por favor hazlas venir. –

- Sí, majestad. – Respondió el sirviente.

Esperamos en silencio, veía a Charlotte y podía notar la desesperación en su rostro lo cual me hace perder la cabeza, la espera pareció eterna, aunque no fueron más de unos minutos, escuché cada vez más cerca los pasos de tres pares de zapatillas.

- Majestad, las señoritas están aquí. –

Diciendo esto el sirviente, las chicas entraron, di media vuelta para ver quienes serían mis doncellas con una gran sonrisa en el rostro, pero esa sonrisa se desvaneció al instante en el que vi cuál era la preocupación de Charlotte. Ahí frente a mí, reverenciándose con una tonta sonrisita estaba Eleonor, alzando su vista hacia mí con mirada triunfal; apreté la mandíbula con fuerza, estaba furiosa, pero debía aparentar la mayor calma.

- Bienvenidas señoritas, es un placer tenerlas aquí, me gustaría entrevistarme a solas con cada una de ustedes. –

- Sí, alteza. – Respondieron al unísono.

Perdida en mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora