Capítulo LI

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A la mañana siguiente desperté sintiendo los ojos muy pesados, tanto llorar había dejado mis ojos rojos, resecos e hinchados, esta vez ni siquiera el agua helada podría ayudarme. Llame a Charlotte, Clarice y Neridia para ayudarme a preparar un baño, esa sería la mejor forma de comenzar el día.

Una vez que estuvo listo me sumergí en el agua caliente tratando de olvidar absolutamente todo por un instante porque ni dormida había podido hacerlo, mis sueños fueron todos los acontecimientos con Caden, lo mismo se repetía una y otra vez y por un instante quería olvidar.

Estuve ahí hasta que el agua se enfrió por completo, fueron un par de horas en las que después de tanto encontré tranquilidad.

Charlotte y las otras doncellas me ayudaron a vestirme y peinarme, al menos ahora lucía presentable y no como un completo desastre como lo hacía ayer. No estaba segura de qué haría a lo largo del día, tal vez caminaría por los jardines como solía hacerlo, leería y pasaría tiempo con las doncellas, los días amenazaban con volverse aburridos porque ahora la actividad que me mantenía ocupada en la tarde y la noche ya no la volvería a hacer.

Me propuse no pensar en Caden, no quería lastimarme más, no quería que su recuerdo me persiguiera, haría cualquier cosa para lograrlo, pero estaba segura de que no lo olvidaría nunca; era extraño saber que antes pensar en él me traía mucha alegría y ahora me traía dolor, que la causa de mi felicidad ahora era la causa de mi tristeza; no estaba resentida con él, ni tampoco dolida simplemente estaba desolada al recordar cómo había terminado todo.

Alejé de mi mente todos esos pensamientos y me concentré en cosas neutrales como lo que haría ese día o qué comería; pensaba en eso cuando alguien tocó a mi puerta.

- Clarice ¿puedes abrir? –

- Sí alteza. –

Clarice abrió la puerta intercambiando unas rápidas palabras con quien estaba del otro lado, luego se volvió a mí.

- Es el príncipe Daimmen, quiere verla. –

Me levanté y caminé hacia la puerta, ahí estaba Daimmen con una enorme sonrisa.

- Buen día Elise, vengo por ti para que juntos bajemos al comedor. –

- Gracias Daimmen, vamos. –

Me tendió su brazo y yo lo tomé caminamos en silencio por el pasillo y bajamos las escaleras, era extraño para mí aceptar a Daimmen, pero creía que, si lo hacía desde ahora, en Francia sería más llevadero, con el tiempo podría acostumbrarme a él.

Llegamos al comedor jaló la silla para mí y me ayudó a sentarme, comenzaba a hacer todo aquello que hacía cuando estábamos en Francia, antes de que todo el problema con Arabelle iniciara. Mi madre me veía extrañada, tal vez estaría pensando cómo era que había aceptado a Daimmen tan rápido después de lo que había pasado con Caden y mi padre se veía alegre porque después de mucho tiempo nos veía a Daimmen y a mí juntos.

- ¿Qué planes tienen hoy? – Preguntó mi padre con entusiasmo.

- Nada en específico, tal vez caminaremos por ahí y platicaremos. – Dijo Daimmen, yo me mantuve en silencio, no quería hablar.

- Estoy seguro de que algo surgirá, yo por el momento tengo que arreglar unos asuntos pendientes con mis consultores, los rebeldes han vuelto a atacar, incendiaron unas cosechas cercanas al reino, debemos solucionar este asunto de una vez por todas. – Contestó mi padre.

- Si necesita mi ayuda Rey Albert, estaré encantado de colaborar. –

- Lo agradezco, aunque por ahora preferiría que pases tiempo con mi hija, la boda se acerca y considero que eso es lo mejor. –

Perdida en mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora