Capítulo XII

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Contaba los días para regresar a Francia, desde que había llegado la carta de Marguerite había estado muy emocionada, mentiría si dijera que me emocionaba más ver a la Reina y a Marguerite, lo que realmente me emocionaba era ver nuevamente a Daimmen, pasé días imaginando su rostro al verme sin esperarlo, imaginaba que me tomaría en brazos y me diría lo mucho que me había extrañado, todo esos pensamientos me mantenían entusiasmada y ansiosa.

Sabía que en Francia no tendría mucho tiempo para planear aspectos de mi boda pues todo se organizaba en Ilydford, así que hice una lista con todos los pendientes de los que mi madre se tendría que ocupar, a ella no le parecía la mejor idea que yo me fuera tanto tiempo, trató de persuadir a mi padre para evitar que me fuera pero él se negó rotundamente, y de todas formas aunque hubiese aceptado, la decisión ya estaba tomada y la respuesta a la invitación de Marguerite ya había sido enviada, no había vuelta atrás; sí, me partía el corazón ver a mi madre triste por dicha situación pero probablemente el éxito de mi futuro dependía de ese viaje.

Charlotte pasó días guardando todo aquello que yo pudiera necesitar en esos cinco meses, ropa, zapatos, joyas y utensilios; mi padre dio órdenes de que la embarcación que me llevaría hasta Francia estaría custodiada por un grupo de guardias para asegurar que llegara a salvo a mi destino; Charlotte no sería la única que me acompañaría a Francia, vendrían con nosotras cinco doncellas más a quienes aún no había conocido y desconocía sus nombres, este viaje era, prácticamente, el inicio de mi nueva vida que a la vez me entusiasmaba y asustaba.

                                                                                        ...

El día esperado llegó a primera hora mis pertenencias se estaban cargando, los guardias abordaban al igual que las doncellas; mis padres me habían acompañado para despedirme, lo cual no fue una experiencia muy reconfortante pues mi madre lloraba desconsoladamente a pesar de las llamadas de atención de mi padre.

-Hija mía.- dijo ella sollozando.- Te extrañaré tanto, contaré cada día para volver a verte y abrazarte antes de que te arrebaten de mi lado para siempre, por favor escríbeme siempre que puedas, no me dejes sin noticias tuyas.-

-Eso haré madre, no dejaré de pensar en ti ni un solo día.- Dije tratando de controlar mis emociones pero ella lo hacía muy difícil así que rompí en llanto yo también mientras abrazaba a mi madre como una niña pequeña lo haría.

-¡Por favor! déjense de ridiculeces.- dijo mi padre molesto.- Sylvia, tú sabías que este momento llegaría, además sólo es un viaje, regresará de nuevo, actúas como si nunca la volverás a ver; y tú Elise, mantén la compostura, solo alimentas el dramatismo de tu madre con tu actitud.-

Ambas nos quedamos desconcertadas por la actitud de mi padre, que si bien, por naturaleza esa era su manera de actuar, el momento no ameritaba su regaño.

-Hasta pronto padre.-

-Hasta pronto Elise, y no me dejes en ridículo en Francia, debes comportarte como la futura reina lo haría.-

Mi madre me abrazó nuevamente y besó mi frente, dí la media vuelta y subí a la embarcación, no tardó en zarpar, permanecí en la cubierta viendo a mis padres, mi madre aún con lágrimas en los ojos me decía adiós con su mano, mi padre, por su parte, permanecía firme, incluso sin decirme adiós; yo también dije adiós a mi madre con lágrimas en los ojos y con mi mano le lancé un beso, llegó un momento en que ya no veía a mis padres, solo veía siluetas a la lejanía y entre sollozos me alejé de donde estaba, no había dado ni tres pasos cuando Charlotte me detuvo.

-Elise... disculpe, alteza.- dijo al recordar que había más gente a nuestro alrededor.- Su padre me ha dado la orden de presentarle a las doncellas que la auxiliarán a lo largo de este viaje y su estancia en Francia.-

Perdida en mi destino.Where stories live. Discover now