Capítulo LXXI

14.5K 946 134
                                    

Estaba caminando por los jardines esperando que llegara el atardecer como lo había hecho ya por tantos meses, se había convertido en una costumbre para mí y pensar en no hacerlo me resultaba extraño y hasta cierto punto incómodo.

Había estado muy pensativa después de haber visitado el salón principal que estaba siendo decorado para la boda, ¿para qué hacer todo esto si el mundo entero sabía lo mucho que Daimmen y yo nos detestábamos? Era una pérdida de tiempo, esfuerzo y recursos, todo esto se está haciendo con el simple propósito de salvar a Ilydford de la ruina, pero si era así mi padre podría simplemente traer a un sacerdote concretar la unión y tener el ejército que se le había prometido, no había necesidad de hacerme pasar por toda esa extravagancia, no debíamos demostrarle a nadie que nos "amábamos" nada de eso era necesario, pero querían guardar las apariencias y querían más aliados en caso de que Suecia atacara.

Me senté en un banco del jardín, esperando que el tiempo pasara rápido cuando divisé una figura a la distancia, era Daimmen y venía hacia mí, no quería otra confrontación y tampoco quería que arruinara más mi día.

- ¿Qué tal querida? ¿pensando en tu aldeano? – Me dijo burlón.

- Lárgate de aquí Daimmen ¿qué quieres? ¿volverme a echar en cara que al final ganaste? –

- Por una parte, sí. –

- Bueno pues ya puedes irte. – Dije rodando mis ojos y dándole la espalda.

- No, quiero pasar tiempo con mi "preciosa prometida" –

- Lo haces sonar tan real que me asusta. –

- Olvida eso y mejor te contaré que últimamente he estado pensando mucho en nuestros herederos, espero que no hayas heredado la esterilidad de tu madre. – Dijo riendo.

- ¡No hables de mi madre! ¡no tienes ningún derecho! –

- Dicen por ahí que la "preciosa" princesa Elise fue un milagro, un milagro para todos menos para tu padre, que lástima que su única hija hayas sido tú. –

- ¡Ya basta! – Grité colérica, por qué tenía que volver a hablar de lo que habían hablado mi padre y él en el desayuno, humillando a mi madre y haciéndome sentir completamente molesta.

- Me encanta hacerte enojar. – Dijo aun riendo. – Pero en realidad venía a proponerte comenzar a crear nuestra descendencia. –

No podía creer lo que estaba diciendo, me repugnó tan solo oír aquello y no pude más que verlo furiosa y darle un empujón.

- ¡Me da asco solo pensarlo! – Grité furiosa.

- ¿Por qué? serán nuestros hijos, ¿qué de malo puede haber en ellos? –

- Su padre, será lo único malo que tengan. –

- Deberías cuidar bien tus palabras y acciones Elise, aún puedo soltar la noticia de lo que haces cada día. –

- ¡Daimmen estoy harta de esto! A tu lado solo viviré una vida amenazada, ya ganaste, me venciste, ¿no es suficiente? ¿qué más quieres de mí? –

- Quiero que sufras todo lo que me hiciste sufrir a mí. –

- ¿Yo te hice sufrir a ti? ¡Estás demente! Tan solo recuérdalo, me usaste para conseguir tu reino, después sucedió todo con Arabelle, y cuando viniste aquí fue con Eleonor. Yo no te hice sufrir, yo te traté como lo merecías y después de todo deberías agradecerme que esta unión siga en pie. –

- ¿Y por eso te fuiste con él? ¿a buscar consuelo en otro lado? No debo agradecerte absolutamente nada. –

- Yo no busqué consuelo en otro lado, todo fue una casualidad, y no me arrepiento de nada. –

Perdida en mi destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora