93 - Aunque me ames mil veces

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Max se preocupó por mi estado emocional desde la desaparición de Cristal. Él decidió quedarse conmigo todo el tiempo posible. Dejó la agencia de modelos por tiempo indefinido y también dejó de aceptar salidas con sus amigos.

—Caramel, no escuches a Clara. Ella debe estar triste por lo que pasó con Cristal. Clara la quería mucho, compréndela, por eso no debes pensar en lo que ella te dijo. Caramel no tiene la culpa de nada, no has hecho nada malo —Max trató de convencerme cuando le conté lo sucedido con clara.

—Max, estoy cansado. Quisiera dormir todo el día. Quiero olvidar, no quiero pensar en nada. Max, vete a casa, déjame solo.

—No, nada de dormir, ni mucho menos te voy a dejar solo. Tengo una sorpresa para ti, Caramel, hoy vamos a salir al centro a divertirnos.

—No quiero salir a ninguna parte.

—Vamos —insistió. Se puso de pie y caminó hasta mi armario —No te preocupes por nada. Ve a ducharte, yo me encargo de escoger tu ropa.

—No quiero —recosté mis brazos sobre mi escritorio.

—Entonces nos quedaremos en casa —dijo escribiendo un mensaje de texto en su celular—. Gema y Pilar están preocupadas por ti. Cuando me preguntaron porque dejaba la agencia les dije que para cuidarte, por eso van a venir a verte. Ya deben estar cerca, así que vas a dejar que te ayude.

Max tendió mi ropa sobre mi cama y me jaló hacia el baño. Me sentí como un niño pequeño que necesitaba la ayuda de alguien para asearse, pero a pesar de considerar que estaba mal aceptar su ayuda, deje que enjabonara mi cabello.

La compañía de Max fue muy valiosa después de la desaparición de Cristal. Mi estado emocional se mantuvo calmado por él, por su compañía, por su paciencia, por su trato tan cariñoso. Todas sus atenciones a veces me hacían olvidar la tristeza...cada vez era reemplazado con nuevos recueros con Max. Yo quería que se quede conmigo por siempre.

El timbre de la casa sonó mientras Max restregaba la toalla sobre mi cabello húmedo. Mamá subió a mi habitación para avisarnos que unas chicas guapas vinieron junto a un muchacho con muchos tatuajes. Ellos nos esperaban en la sala.

Gema y pilar me abrazaron muy fuerte cuando bajé a la sala. "No debes quedarte en casa, Caramel, debes salir mucho. Con nosotras te vas a divertir", me dijeron para animarme. Fuimos a varios centros de entretenimiento, y a pesar de que me sugirieron ir a divertirnos en el bar de su amigo, no acepté. Las risas me rodearon todo el día, pero las escuchaba lejanas. El ambiente alegre me deprimía.

—Max, deberías regresar a la agencia —le dije después de despedirnos de las chicas y del amigo que las acompañó —, yo voy a estar bien. No es justo que dejes de hacer tus cosas por mi culpa.

—No voy a regresar a la agencia.

—Debes regresar, Max. Tienes buenos amigos, además ya no tendrás dinero para que lo gastes en lo que quieras.

—Caramel, eres él único que me importa, no me interesa nada más, no te voy a dejar.

—No quiero que te aísles por mi culpa.

—Me gusta estar contigo —me abrazó.

—Max, yo voy a estar bien, lo prometo. Lo de Cristal me ha afectado mucho, es difícil aceptar lo que pasó, pero no quiero que te preocupes por mí.

—Voy a preocuparme por ti siempre, Caramel.

—Yo voy a estar bien.

—Entonces sonríe para mí, Caramel.

Asentí, aunque no pude sonreír. No era fácil hacerlo cada vez que los recuerdos invadían mi mente y todo parecía nublarse a mí alrededor. A pesar de sentirme deprimido, en ese momento decidí que debía reponerme por Max. Me gustaba su compañía, pero no quería que él se aislara de su propia vida por cuidarme. Lo quería demasiado, por eso no iba arrastrarlo a mi tristeza.

Max acaricio mi rostro, acercó su nariz con la mía y me mostró su sonrisa tan bonita que me gustaba demasiado. Sus ojos azules me quemaron, provocaron que mis mejillas ardieran con intensidad. Sentir su aliento, sentir el calor de su cuerpo y sus manos, era increíble. Imaginarlo lejos de mí, que desapareciera como Cristal, que la muerte lo alejara de mi lado, me aterró mucho.

El miedo provocado por la resiente desaparición de Cristal me sobresaltó. Afrontar su ausencia era muy doloroso, pero no era capaz de imaginar que Max se ausentara de esta vida por siempre. Un repentino impulso me empujó a abrazarlo. Max me correspondió con cariño.

— Max, quédate conmigo siempre, por favor, no me dejes nunca —dije ansioso.

— Nunca te voy a dejar, Caramel, pero a cambio promete que no me dejarás de querer. Pase lo que pase te vas a quedar conmigo. Cree en mí, escúchame a mí, piensa en mí, y si vas a sufrir, solo sufre solo por mí. Te amo desde la primera vez que te conocí, Caramel, te amo mil veces de lo que tú me amas. Caramel, desde ahora sonríe solo para mí.

Asentí sin titubear.

En ese momento los labios de Max me hicieron olvidar lo que había robado mi alegría. Fue imperdonable, porque no merecía recuperar la felicidad cuando un alma lloraba la traición que yo y Max debíamos pagar con lo que más nos dolería. Yo mismo me iba a encargar de que paguemos todo lo que hicimos aunque sintiera en mí el más terrible dolor.

Sentí un escalofrió recorrer mi cuerpo. Max y yo nos íbamos a separar.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora