89 - Temperas de colores

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La puesta en escena organizada por el quinto grado de secundaria en mi colegio, obligaba a los alumnos a que participarán en alguna actividad. Había tareas que requerían toda la responsabilidad y tiempo, pero también había actividades simples que muchos trataban de acaparar.

Max y yo nos apuntamos en el comité de accesorios decorativos. Los inscritos eran tantos, por eso no había mucho que hacer, además algunos tenían planeado comprar sus accesorios en lugar de ocupar su tiempo fabricándolos.

Max y yo debíamos llevar un par de cuadros con características nada particulares. Podíamos comprarlos si queríamos, pero no, Max no quiso. "Pintemos los cuadros en mi casa. Divirtámonos juntos", me dijo para animarme. A pesar de nuestro escaso talento para el arte, acepté tan solo para divertirme con él.

Compramos témperas de todos los colores, innumerables pinceles, platos descartables para combinar y todo los que nos pareció necesario para pintar los cuadros.

Fue un desastre. Nuestro primer intento de echó a perder, nuestro segundo, tercero y cuarto también. A Max no le importó desperdiciar las cartulinas ni temperas, solo se divertía combinado colores en su paleta.

—Cada vez que Caramel se ruborizado su dos mejillas se le ponen rojas como tomatitos. Es adorable —dijo sosteniendo mi rostro.

Las hebras de su pincel se deslizaron por mis mejillas en forma circular. Max dibujó dos círculos rojos en mis mejillas.

—Max, no hagas eso —reclamé sin éxito, porque también manchó mi nariz con el mismo color. La combinación aguada de la tempera goteó en mi polo.

Max me restregó la mejilla con un pañito húmedo. Me sentí como un niño de inicial mientras él me limpiaba con delicadeza. Sentí que mis mejillas se empezaron a ruborizar. No quise que se diera cuenta, no cuando Max le estaba poniendo atención a mis mejillas mientras las limpiaba. Agarré el pincel untado en color azul sin que Max se diera cuenta y tracé una línea sobre su frente. Max agudizó si mirada con deseos de responder a mi descaro.

—Caramel puede pintarme donde quiera y cuando quiera —dijo poniendo mi mano sobre su mejilla —quiero ser tu único lienzo, pero —Max manchó las palmas de sus manos en los platos de color rojo y blanco, y luego los posó sobre mis dos mejillas —, Caramel también debe dejar que sea mi único lienzo. Deja que pinte en ti lo que yo quiera.

Max agarró un pincel fino, lo untó en témpera color azul y trazó una línea sobre mi frente.

—Somos un desastre —dije cuando la pintura de mis mejillas se derramó sobre mi polo.

—Somos artistas.
—No hemos logrado pintar los cuadros, pero mira como hemos terminado. Estamos manchados.
—No hay problema.

Mis zapatos dejaron de tocar el piso. Por impulso me sostuve de Max por temor a que me soltará. Él me cargó como una pareja de recién casados. Me pareció la situación más vergonzosa entre los dos a pesar de sus innumerables abrazos y besos robados.

No me dio tiempo de reclamarle. Max me llevó al cuarto de baño, me dejó en su bañera y giró la llave de la ducha. Me empapé por completo. El nivel del agua subió hasta cubrirme.

—Solucionado, princesa, ahora dejaras de ser un desastre si tanto te preocupa.
—Max, mi ropa —le reclamé escandalizado
—Yo te prestó la mía.
—Es muy grande, me quedará holgado.
—te verás adorable.
—No me pondré tu ropa.
—Entonces te quedarás desnudo hasta que tu ropa sequé.
—Max, no —le salpiqué gotas de agua en su cara marcada de azul en su frente—. Ve a casa y tráeme ropa.

Max metió sus manos en el agua, las meneó despacio dentro de la tina hasta quitar el color y deslizó las húmedas yemas de sus dedos sobre mis mejillas. Poco a poco fue quitando la témpera de mi piel. Empecé a sentir el incómodo silencio de Max que me hacía morir de la vergüenza.

Traté de evitarlo. También hice lo mismo. Humedecí mi mano y limpie despacio la marca azul que marqué en su frente. Max agarró mi mano cuando intenté alejarlo de su rostro luego de quitar la marca azul. Max se aprovechó de mí cuando me perdí en sus ojos azules. Me besó en medio de la desastrosa escena del baño que se desvaneció. Solo lo sentí a él, sus labios y el tacto de sus manos acariciando mis cabellos.

Sentí un profundo sueño embelesado por Max, pero su voz me despertó.

—Te vas a resfriar—dijo.

Perdí la vergüenza. No supe que pasó, solo la perdí mientras Max desprendía mis ropas en la bañera. Dejé que sus manos con champú acariciaran mis cabellos y que deslizara el jabón por mi piel. Perdí la vergüenza, y no la recuperé por horas hasta comprender que me estaba cayendo aún más profundo en él. No estaba bien

Me levanté de la cama. Me encontré cubierto con las brazadas. Mis mejillas me empezaron a arder cuando recordé mi desnudes durante el lapso que perdí la razón. Escuché a alguien subiendo las escaleras. Reconocí las pisadas de Max.

—Te traje ropa —dijo extendiéndolas frente a mí cuando entró en la habitación.

No las acepté de inmediato. Apreté con fuerza las brazadas que me protegían. Max se sentó a mi lado.

—Tengo miedo —dije recibiendo mis ropas.
— ¿A qué, a mí?
—No, Max, tengo miedo de mí. Yo perdí la razón, no sé qué pasó conmigo.
—Caramel no debe tener miedo de nada —dijo dándome un beso en la mejilla—. Vamos, cámbiate, tu mamá quiere que vayamos a cenar. Debes comer, ya es tarde.

Max me dejó en la habitación. Me puse mis ropas aún avergonzado. A pesar de que conocimos nuestros cuerpos desde pequeños sin haber sentido vergüenza, en la adolescencia era diferente, y más porque nosotros compartíamos sentimientos románticos muy fuertes.

Me puse las ropas, las ropas que no resultaron ser las mías, sino de Max. Era muy holgada, porque nuestras tallas y contexturas eran diferentes. No tuve otra opción que salir del cuarto con las ropas, porque no pensaba quedarme desnudo bajo las sabanas por más tiempo.

Max se salió con la suya. Me apretujó con cariño y me mimó con palabras bonitas. Max me hizo avergonzar, pero sus atenciones me gustaban aunque me quejaba. Sus cariños con palabras eran menos vergonzosas que cuando callaba, por eso no le reclamé. Ya había sentido mucha vergüenza por ese día.

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Hola!! Siento que he prostituido el capítulo anterior ja ja ja ja. Soy de las personas que no suele dar alguna cosa con condiciones, pero mi hermana me dice que no lograré nada si no promociono lo que escribo, cosa que soy pésima haciendo. Debería dedicarme al spam XD

Me pregunto cuántos comentarios hubiese tenido si no daba la condición, pero ya me imagino la respuesta j aja j aja ja. Pero como dije, solo quería hacer un experimento ya que pronto va a terminar.

Como ven, publiqué el capítulo. Ahora solo me toca escribir los desastrosos capítulos finales a partir del próximo ku ku ku ku ku ku (risa malvada) Son unos siete que actualizaré si es que no agrego otro más.

Les dejo mi paginita para que lo sigan si desean: www.facebook.com/sankbutterfly 

Besos!!! y gracias por sus bellas estrellas que amo mucho y por supuesto los comentarios que me encantan leer aunque no lo crean. 

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora