19 - El ratón, los globos y la maestra.

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Cuando cursé el cuarto de secundaria, una joven profesora entró a realizar sus prácticas en mi colegio. Ella era muy bonita, graciosa y sonriente. Su figura esbelta y distinguida presencia no paso desapercibida para ningún joven adolescente que escuchaba su clase con atención.

A las chicas no les agradaba. No les gustaba sus aires de creerse el centro de atención de todos los caballeros y jovencitos del colegio. Les parecía antipática y falsa, porque era amable y flexible con ellos, pero menos con las alumnas. Con las chicas era estricta y poco comprensiva.

En clase no sé por qué me pareció que se las había agarrado con mis dos amigas, especialmente con Clara, la chica más bonita de mi clase. Mis amigas, Cristal y Clara, eran unas chicas traviesas, pero casi nunca se metían directamente con los profesores, pero ellas no se sentían a gusto con el trato de la profesora practicante.

En una clase noté que Cristal tenía su mochila sobre sus piernas. Lo había acomodado con cuidado y lo tenía medio abierto. Se fijaba cada cierto tiempo en su mochila. Resoplé angustiado.

Al toque del recreo, todos salieron. Solo unos cuantos compañeros se habían quedado en el salón, pero en la parte más alejada de donde me sentaba con mis amigas.

—Se va a morir —se acercó Clara un poco preocupada.

Lo había supuesto, ellas tenían pensado hacer algo malo, del cual estaba totalmente en desacuerdo aún sin saberlo. Cristal abrió su mochila y dejo ver una pequeña caja con pequeños huequitos. No lo sacó en su totalidad para evitar que alguien más lo viera.

De repente mi mejor amigo Max apareció atrás de nosotros.

—Que tienen ahí— preguntó curioso.

Las chicas lo miraron con unas sonrisas malévolas en sus rostros.

—Es un ratón.

Max jaló un haciendo hacia nosotros y se sentó interesado.

—Que van a hacer, cuales son los planes.

—Pues, —Clara sacó un pequeño ratón blanco de la cajita. Se le veía gracioso con el animal en las manos, porque a las chicas no les gustaban esos animales— dejaremos a Tito en la cartera de una querida profesora para que le dé una sorpresita.

—Sí, así nos divertiremos un poco.

El pequeño ratón husmeaba a su alrededor. Trataba de escapar de las manos de Clara, pero le fue imposible hacerlo.

—No lo hagan, si las descubren, serán castigadas otra vez. Además, es incorrecto hacer ese tipo de cosas a un profesor.

—Caramel, relájate, es solo una pequeña bromita —Cristal trató de disminuir la gravedad de la situación.

—Además, Tito es tranquilito, solo le dará un pequeño susto, nada más. Ya verás que no le provocará un ataque al corazón, aunque eso sería divertido.

—Por qué le han puesto un nombre — las chicas miraron a Max extrañadas, como si no ponerle un nombre a una criatura fuera una maldad­—. No debieron nombrarlo si al final van a terminar matando al ratón. Chicas, cuando salga del bolso, alguien terminara pisando a Tito. En mi clase, en primer año, metieron un ratón el bolso de una profesora molestosa y, después del gran escándalo, terminaron matando al pobre ratón. Fue uno de mis compañeros.

Las chicas se mostraron espantadas.

—No puede ser, no queremos que muera. Yo pensaba quedármelo como mascota —exclamó Cristal.

—Y yo iba a ser su madrina— agregó Clara.

Clara dejo al ratón Tito en su cajita, donde lo noté más cómodo junto a las semillas de girasol. Cristal tapó la cajita y lo volvió a dejar dentro de su mochila a medio cerrar.

—A cuál de las profesoras iban a sorprender con el ratón — preguntó mi mejor amigo.

—A la practicante —mis amigas respondieron al mismo tiempo.

—La practicante es amable, por qué a ella.

—Solo contigo — pronuncié incómodo sin pensar.

—Exacto — afirmaron a decir las chicas para mi tranquilidad.

—Solo contigo, Max, pero por qué será —insinuó Clara —. Conmigo no es nada amable. La otra vez me dejó toda la clase de pie solo porque estaba masticando chicle, me reganó solo por mirar la ventana, también decomisó mi celular y... ah, me detesta. No sé qué le pasa.

—No debería ser profesora, esa es la respuesta. Las profesoras no deberían hacerles la vida imposible a sus alumnas solo por... —y miró a Max.

— Andan complicando todo, chicas. La profesora es amable, verdad Caramel.

—Ella no me agrada — dije con firmeza.

— ¡Bien, Caramel! — las chicas le hicieron barras.

—Solo por eso, serás parte de la misión "Le daremos una lección a la profesora molestosa que se las da de buena solo con Max y no con nosotras." —Clara se puso de pie orgullosa del nombre que había inventado a la alocada misión

—Pero eso no es razón para atacar a un profesor —argumenté con la intensión de frenar la travesura de mis amigas.

—Tengo una idea —Cristal pronunció emocionada ignorando mis palabras. Ella sacó la cajita del ratón y se lo dio a Max. — No lo podemos dejar, es la mascota de la misión. Max, tráelo, Tito estará seguro con nosotros que solo en el salón. Vamos Clara, Caramel, Max, Tito, síganme.

Cristal salió corriendo, seguida por una emocionada Clara. Yo me quedé pasmado por lo decididas que se veían. Me preocupé por mis amigas. No estaba bien que ellas se emocionaran tanto si al final iban a terminar en la dirección por hacerle una travesura a una profesora. Yo No estaba de acuerdo.

Cristal sacó dos pequeños globos del bolsillo de su uniforme. Le dio uno a Clara y juntas lo llenaron de agua. Los dos globos se veían frágiles. Parecía que en cualquier momento iban a reventarse con el mínimo movimiento. Para que nadie los notara, los cubrieron con papel toalla.

Con los dos globos llenos de agua a punto de reventar y con la pequeña caja del ratón en las manos de Max, fue imposible que los cuatro buscáramos a la profesora, por eso Cristal me encargo su globo para hallar a la profesora sin correr el riesgo de reventarlo durante su búsqueda.

—La encontré. Está conversando con el profesor de matemáticas junto a la escalera. Vamos rápido, antes que alguien llegue —dijo cristal luego de encontrar a la profesora.

Clara, al escucharla, se apresuró a seguirla con su globo.

— ¿Tan mala es con las chicas? —Me preguntó Max caminando a mi lado mientras íbamos tras nuestras amigas—. A mí me parece una buena profesora, además está bien bonita. Debería quedarse en nuestro colegio después de graduarse. No estaría mal.

—Hay rumores de que tú le gustas — pregunté sin pensar, lo cual me provocó un hincón en el pecho. Me sentí torpe por decírselo.

—Eso dicen— respondió mirándome fijamente —, pero yo puedo hacer que dejen de ser rumores. Nunca he estado con una mujer mayor, sería divertido intentarlo.

La voz de mi mejor amigo se fue multiplicando en ecos ensordecedores y se fundieron con las voces femeninas de mis amigas, quienes intentaban no fallar el tiro sobre la cabeza de la profesorcita de intenciones ocultas. Ella estaba conversando con un colega, y mientras intercambia palabras, dejaba escuchar su risa chillona y aguda en todo el pasillo. Su coquetería me erizo toda la piel.

Caminé en dirección a mis amigas, y sin ni quiera pensarlo, dejé caer el globo que Cristal me había encargado. Escuché un grito en el primer piso, seguido de un "Vámonos, rápido" de mis amigas. Apenas las pude escuchar, y también mis pasos, todo se confundía con las risas de Cristal y Clara.

Si nos descubrían, merecía ser castigado.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora