83 - Vals

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La mamá de mi mejor amigo, tía Magic, siempre era molestada por sus compañeras de trabajo. La molestaban por Max, porque él era muy guapo. Entre risas le decían que Max estaba reservadas para sus hijas porque querían tener nietos guapos con ojos azules. Tía Magic solo las sobrelleva entre risas.

Cuando estábamos en la edad de asistir a los quinceañeros, las amigas de tía Magic siempre le mandaban invitación para que Max asistiera a pesar de no conocer a la cumpleañera. Le mandaban invitación de sus hijas, de sobrinas e incluso de sus ahijadas. Tía Magic solo aceptaba por cortesía para no desairar a sus amigas, pero las amigas se pasaban de la raya, porque de inmediato proponían a Max como chambelán de la quinceañera. Era molesto.

La mamá de Max aceptaba las invitaciones, pero nunca lo obligó a que asistiera a alguna de esas fiestitas de desconocidas... solo una vez.

—Hijo, tienes que ir, es la hija de unas de las jefas —le pidió casi de rodillas porque sabía que Max no iba a querer.
La mamá de Max era una mujer soltera que se dedicó a cuidarlo desde que su esposo murió en un accidente. Era una mujer dedicada a su trabajo, toda una profesional, pero dentro de casa era una niña grande que se levantaba tarde, hacia berrinches y fingía llorar dramática cada vez que consideraba que Max se portaba mal.

"Por favor, mi príncipe, solo tendrás que bailar la pieza principal con la quinceañera cuando baje del balcón, nada más." Su madre le lloriqueó. Max no soportaba los berrinches de las chicas, pero su madre no era una chica cualquiera, su madre era la reina de su palacio.

Max aceptó. No me gustó la idea. Me moría por dentro imaginarlo al lado de una quinceañera en medio del salón de baile. Me moría, pero no podía hacer nada. "Vas a venir conmigo", Max me dijo. Me sobresalté mucho. No quería estar en un quinceañero donde no conocía a nadie, aun así no lo pensé dos veces. Acepté. Fuimos juntos al quinceañero en elegantes trajes. Max era un chico muy apuesto, pero con el traje se veía mucho más apuesto. Causaba suspiros en las chicas y en las señoras que de inmediato lamentan no ser jóvenes.

Fuimos al quinceañero con la mamá de Max. La mamá de la quinceañera nos presentó a la homenajeada, una muchacha muy guapa, de radiante sonrisa y mirada dulce. Ella lució radiante cuando bajó de las escaleras junto a Max y bailó el vals a su lado con orgullo.

La quinceañera tenía una mirada dulce, pero ella no era nada dulce, porque se prendió a mi amigo después de cumplir el protocolo de su fiesta. Solo quería bailar con Max, iba tras de él sin sentir vergüenza y no perdía oportunidad de pegársele como un chicle. Pero más lamentable fue ver a su madre alentarla para que no lo dejara ir. Las mujeres me daban mucho miedo.

No me gustó estar rodeado de desconocidos, y mucho menos me gustó ver a Max rodeado de la quinceañera coqueta. Me escapé a un parque cercano que parecía muy seguro. Tenía buena iluminación y pude ver a algunos serenos rondando la zona.

Max también se escapó. Me sorprendió tapándome los ojos con sus manos. "Quiero irme", dije con la esperanza de alejar a Max de la pegajosa. Max asintió de inmediato.

La quinceañera se escabulló de su fiesta con su amiga. Nos habían estado observando a una cierta distancia, pero se acercaron de inmediato cuando nos dirigimos hacia la calle principal por donde transitaban los autos particulares.

La quinceañera quiso impedir que se fuera empleando un comportamiento de niña caprichosa y engreída, comportamiento que no solía ser efectivo en Max. Al no conseguir persuadir a Max, intentó pedirle su número de celular. "Si te doy mi número, es probable que esté chico termine conmigo", le respondió. La dejamos escandalizada en el parque.

La mamá de Max nos regañó cuando regresó a casa sola. No aceptó ni una excusa, solo se puso a lamentar por lo malo que le había salido su hijo, pero después se dejó mimar por Max como si ella fuese una niña pequeña.

"La niña me empezó a hacer un escándalo porque te fuiste de su fiesta. Dijo a gritos que ustedes mantenían una relación amorosa. Mocosa malcriada, que descarada. Después de verla pegado a ti sin la más mínima vergüenza, la creo capaz de todo a esa mocosa. Que nadie se atreva a meterse con mi Max, porque ahí sí me van a conocer", dijo la mamá de Max totalmente convencida de la mentira de la quinceañera. Ella ni siquiera nos preguntó si fuimos los causantes del comportamiento de la quinceañera, solo se fue a dormir muy consternada con los tacos en sus manos.

"Hay que decirle de nosotros ahora.", dijo Max agarrándome de la mano. Intentó que lo siguiera hacia las escaleras para ir a la habitación de su madre, pero no lo permití. Me negué con un movimiento de mi cabeza. Max no me presionó. Él me dio un beso al costado de mi ojo izquierdo y me abrazó con cariño.

"Bailemos el vals", me dijo agarrando mis manos. Max reprodujo la música en su celular sin temor de que su mamá escuchará el volumen alto. Cuando su mamá dormía, dormía como una piedra. Baile el vals con Max en medio de su sala desierta de miradas maravilladas al ver bailar a la quinceañera con su chambelán.

Mientras bailábamos, conversamos sobre la gran fiesta que celebraban los chicos al cumplir los dieciocho. Nos faltaba mucho para cumplir los dieciocho, por eso no teníamos nada en mente hasta ese entonces. Decidí que no aceptaría ninguna fiesta, porque no podría bailar con Max el vals porque mi acompañante tendría que ser una chica, además porque nunca me gustaron las fiestas escandalosas. Max decidió que tampoco celebraría sus dieciocho porque me negué a aceptar bailar el primer baile con él. "Si cambias de parecer, solo dímelo.", me dijo siguiendo el lento vals que reproducía su celular. 

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora