28 - Me arrepiento

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El enamorado de mi mejor amigo Max, llamado Ángel, tenía la costumbre de escribirme mensajes de texto. Me acosaba con ellos. Me escribía mensajes desagradables, donde claramente se podía notar lo mucho que yo le desagradaba.

Los Mensajes de Ángel no tenían sentido. Disfrutaba mandármelos cuando ellos estaban juntos. Me escribía tantos, quizá con la intención de hartarme para que le respondiste colérico, pero nunca le di el gusto de responderle... pero provocó algo peor.

"Caramel, te odio tanto"... me escribió un día después de arruinarle su cita con mi mejor amigo Max.

Estaba cansado de sus mensajes, por eso dejé que mi mejor amigo Max viera el último de los tantos que me envió. Fue imprudente hacerlo, porque no sabía que humor iba a provocarle a mi mejor amigo, pero se lo mostré para darle fin a las molestias de Ángel.

Me arrepentí cuando el semblante de Max se volvió severo, su mirada contarte e intimidante; imposible de desafiar. También, aunque me arrepentí por lo que podría pasar, dentro de mí deseaba que terminara todo entre ellos, porque nunca había aprobado la relación insana que ambos tenían.

—Son celos —dije tratando de ocultar mis verdaderos deseos—. Los celos son dolorosos, Max. Ángel no siente agrado por mí, porque siente celos...

Max detuvo su paso y se dio vuelta para verme. Lo solté al darme cuenta que lo había detenido sosteniéndolo del brazo.

— Max, olvida que te mostré el mensaje—. Traté de persuadirlo al ser consiente que, a pesar de no acepar la clase de relación que mantenían, no tenía el derecho de involucrarme entre ellos.

—Caramel, vas a venir conmigo—. Me dijo agarrándome de la muñeca.

—Qué, para qué, Max. Yo no quiero ir, no quiero arruinar nada. Me voy a quedar en mi casa y tú regresarás a tu casa, con Ángel. Siempre fue de esa manera desde que empezaste a salir con otras personas. No me pidas que vaya para hacerme sentir solo al lado de ustedes.

—Vas a venir conmigo. Te aseguro que no te voy a hacer sentir solo, y también te aseguro que Ángel no volverá a molestarte nunca más.

—No— interrumpí tajante—.Yo me enojé mucho por lo molesto que suele comportarse conmigo cuando está contigo en sus citas. Es que debe sentirse tan satisfecho de saber que es él quien está contigo, y nadie más. Yo soy alguien que desprecia, pero no porque soy yo, sino porque soy tu mejor amigo.

—No lo justifiques, porque sus celos no me importan, Caramel. Si esta celoso de ti, entonces que muera de celos por dentro, pero que no se desquite contigo. Caramel, vas a venir conmigo para que escuches todo lo que pienso de sus celos. Eres mi mejor amigo, la persona más importante en mi vida, por eso no voy a permitir que nadie te haga sentir incómodo.

—Ya no estoy incómodo. Max, tu iniciaste esto, por salir con él. Las chicas no le tienen celos de los mejores amigos, pero Ángel no es una chica. Ahora tenemos que aceptarlo. En vez de querer ir a enfrentarlo por su comportamiento, deberías entenderlo. Yo me molesté por su actitud, pero me arrepiento ahora que sé que algo malo puede suceder. Max, seguro va a ser muy doloroso para Ángel, porque si yo fuera él, me dolería mucho que me tratases mal.

En esos momentos no era capaz de mantener mi mirada en sus ojos. Los desviaba cuando él me miraba de manera constante. Sentí que mis mejillas se pusieron calientitas, debieron ponerse rojitas como un tomate.

—Caramel —el tocó mis mejillas con ambas manos, y las elevó para que pudiera verlo—, no lo compares contigo. Si sucede algo malo, será solo por su culpa. No hay justificaciones, Caramel.

Max me agarró de la muñeca hacia la calle y cerró la puerta de mi casa tras de mí. No habían personas en el jirón, pero de todas maneras me sentí incomodo que me estuviera sosteniendo.

—Vamos, Caramel —dijo caminando delante de mí.

Lo seguí sin protestar, pero mis pasos no era firmes como el de él.

También tuve celos. Los mensajes de Ángel envenenaron todos los poros de mi cuerpo cada vez que me los mandaba cuando él estaba con Max, y la dosis de celos fue más alta después de cada mensaje descarado de Ángel. Se debió sentir poderoso cuando me los enviaba. Me arrepentí de no haberle contestado, porque quizá de esa manera hubiese disminuido la presión amarga que generó en mí y que se estuvo acumulando todo ese tiempo.

Llegamos a su casa. Max abrió la puerta con su llave como de costumbre. Me pareció que no había nadie, pero me había equivocado. Ángel salió de la cocina con el semblante incómodo, pero de inmediato cambió a uno tranquilo. Su actuación era perfecta, muy natural, a diferencia de cuando yo trataba de fingir.

—Hola, Caramel, Max me dijo que ibas a venir. Se demoraron mucho. Me dio tiempo para...

—Ángel —Max lo interrumpió extendiéndole mi celular, el cual no había dejado desde que se lo di en mi habitación.

Me sentí como un niño de inicial después de quejarse con su profesora de las travesuras de un compañerito. Parado, frente a ellos, no fue nada cómodo observar lo que yo estaba provocando. Me arrepentí tanto. No era un niño pequeño. Debí solucionarlo por mí mismo y no quejarme con Max para que él le diera una solución. Me comporté tan inmaduro. No era un niño, sino un adolescente consiente de lo que mis decisiones y actos podían provocar, pero fui torpe, y me dejé llevar al no poder soportar que Ángel estuviera en compañía de mi mejor amigo.

Bajé la mirada avergonzado cuando Ángel me miró. El también debió pensar lo mismo que yo. Era un conflicto que solamente los dos teníamos que resolver, si involucrar a nadie más, pero Max estaba allí, iniciando un enfrentamiento entre los dos.

Mis piernas, aunque quisieron huir, no se pudieron mover. Me sentí ridículo. No debí seguir a Max.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora