70 - (LSDLuz) - Promesas

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No lo iba a dibujar más, no trazaría líneas de su figura en hojas blancas, nunca más volvería a verlo en secreto riéndose junto a sus amigos. La fantasía había terminado. Desperté para dejar de ser engañada por su amabilidad que me obligó a sonreírle, aunque preferí que me golpeara para odiarlo como lo hicieron todas a quienes les dejó un gran vacío.

El príncipe cruel de los ojos azules no miraba a nadie más. Cerraba sus ojos e inconsciente veía el rostro de quien amaba: el único que lo hería, el único que lo afligía, el único que no estaba a sus pies. E príncipe buscaba en nuestra compañía la compañía de aquella persona. Se hería más, nos odiaba más.

El príncipe estaba enamorado y yo solo le sonreía. Sentía envidia. Quién fue capaz de enamorar al príncipe del colegio. Qué importaba, porque sólo quería que sonriera de verdad aunque no estuviese a mi lado. El príncipe siempre fue bueno conmigo, pero no quería que continuara siéndolo, por eso me oculté. Volví a aislarme como de costumbre

La soledad es hermosa.

Quinto año de secundaria, el último año escolar. Nos tocaba realizar una gran puesta en escena. Me sentía entusiasmada, y aunque sabía que no iba a ser fácil conseguir una responsabilidad importante, trataría hasta lograrlo. A pesar de estar en el medio del auditorio vacío en pleno recreo, este resplandecía de colores, efectos y música, repleto hasta la última de las butacas.

No estaba permitido el acceso en el auditorio, pero casi siempre me escabullía allí en el recreo. Me sentaba en una butaca hasta que el timbre sonaba. Nunca encontré a nadie en el auditorio ni tampoco me habían encontrado, nunca, hasta que un día escuché pasos en el corredor. Me asuste. Pensé que era algún profesor o auxiliar, por eso me oculte detrás del telón del escenario. Si me encontraban podía ser castigada.

Me quedé quieta tras el telón. No era ningún profesor o auxiliar, sino el príncipe de los ojos azules. Aunque no corría el riesgo de ser castigada, no salí de mi escondite. Continué escondida tras el telón mirándolo con cuidado para que no se diera cuenta.

El príncipe juguetea con su celular. Sonreí mientras escribía, sonreía cuando leía palabras en la pequeña pantalla. Intentó llamar, y aunque nadie le respondió, continuó sonriendo. Sentí que estaba invadiendo su espacio personal, porque el príncipe pensaba que no había nadie, pero continúe observándolo a escondidas a pesar que mis pies estaban desesperados por cruzar el auditorio.

Fue maravilloso caminar al lado del príncipe, aunque siempre me dejaba sin respiración cada vez que se dirigía a mí como su enamorada. Momentos que solo recordaría como bonitos recuerdos, porque yo no era a quien quería a su lado. El príncipe estaba enamorado de alguien que yo desconocía.

Después de un rato el mejor amigo del príncipe entró en el auditorio. Ese fue el momento oportuno para salir de mi escondite, pero no lo hice a pesar de las vibraciones de mi cuerpo como advertencia para convencerme de que no debía continuar oculta.

Ellos hablaban, pero no los podía escuchar con claridad por la distancia, solo murmullos que no me esforzaba en entender. El mejor amigo del príncipe se veía intranquilo. Miraba la entrada del auditorio a cada momento con la intensión de irse. El príncipe pronunciaba palabras que fueron apaciguando poco a poco la intranquilidad del ambiente. El comportamiento de ambos me pareció inusual.

Max, el príncipe de los ojos azules, agarró las manos de su mejor amigo Caramel. No pude continuar viéndolos. Me recosté en la pared aún protegida por el telón. Aunque Max había agarrado las manos de Caramel y había acortado la distancia entre ambos, traté de no hacerme ideas equivocadas.

Los murmullos desaparecieron. Tuve la impresión de estar sola en el auditorio. Debía salir, regresar al patio, pero me dio miedo dejar mi escondite. Los minutos pasaban y pronto el timbre sonaría. Decidí fijarme en la platea con cuidado, y aunque vi lo que vi, no parpadee.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora