81 Dulces Mixtos

825 130 28
                                    

Al principio sentí una fuerte presión en todo mi cuerpo cuando mi primera relación amorosa terminó, pero poco a poco esa presión fue disminuyendo hasta sentirme liviano. Ya no había angustias, solo una calma que no había sentido por mucho tiempo.

Cristal siempre estaba atareada con todas sus actividades, Clara estaba enferma y Max... Max me hacía sentir muy bien. Su sola presencia alegraba mi día y su sonrisa la volvía perfecta.

"Salgamos", me dijo Max. Acepté de inmediato. Fuimos al cine, jugamos videojuegos y comimos en un centro de comida rápida. Pensé que regresaríamos temprano a casa, pero no. Max me llevó a un parque conocido como "El parque del amor".
—No nos detengamos aquí—le dije cuando Max quiso sentarse frente a la escultura de una pareja que se besaba apasionadamente en medio del parque.

No había mucha gente, solo algunas parejas de enamorados y dos amigas riéndose. No había nada de malo en ellos, porque era un parque para parejas y a las dos amigas se les podía entender porque eran chicas. No había nada de malo en ellos, pero sí en nosotros, porque éramos dos chicos, y dos chicos no podían estar sentados en ese parque sin librarse de comentarios nada buenos.
—Vamos, sentemos un rato. Estoy cansado de caminar mucho —Max me dejó en la vereda y se sentó en una de las bancas—. Si te quedas ahí, pensarán que tuvimos una discusión de enamorados —dijo sin preocuparse de causar una conmoción.
La pareja que estaba a una distancia lo habían escuchado, pero trataron de fingir después de haber levantado las cejas por la sorpresa de creer que Max y yo teníamos una relación amorosa.

—No digas eso, Max, las personas pueden pensar mal —dije serio, con la intensión de que la pareja no creyera en las palabras de Max.

Caminé hacia la banqueta donde estaba Max. Miré el espacio disponible a sus costados. Había suficiente espacio como para guardar una gran distancia entre nosotros. Me senté un poco lejos, así no se le ocurriría algún movimiento inapropiado con la intención de molestarme.

Max se rio, se puso de pie y se sentó cerca de mí.

—No estamos en casa, no te pongas tenso, aquí nadie nos conoce —Max intentó agarrarme las manos, pero me puse de pie de inmediato.
—Me voy, quédate si quieres.

Unas risitas escandalosas llamaron nuestra atención. Las dos amigas se empujaban entre ellas con sus rostros rojos como tomates. "Ve tú", escuché, y a pesar de los nervios, una de las muchachas se acercó a nosotros.

—Este es el parque del amor. Si están aquí es porqué seguro ustedes... ya saben, están saliendo.
—Ustedes también, entonces—dijo Max mirando a la otra chica que se acercó casi de inmediato.
—No, como crees. Somos chicas, nos gustan los chicos.
—Entonces nosotros también somos dos chicos que gustan de las chicas.

—Ves, te dije que no eran —la chica que se acercó regañó a su amiga que nos hizo la pregunta.

Me sentí un poco incómodo. Las chicas empezaron a coquetear sin ninguna vergüenza y Max les siguió la corriente como si yo hubiese desaparecido de su vista.

—Miren lo enojado que esta —les dijo a las chicas refiriéndose a mí.
—No estoy enojado —dije tranquilo, pero Max se rio de mi pésimo intento por fingir.
—Sí está enojado —les dijo a las chicas—. Caramel está enojado porque no puede hacer nada. Es verdad que no salimos, pero hoy le voy a pedir que salgamos, porque estoy muy enamorado de él.

Palidecí. No me pareció prudente empezar una discusión en plena zona pública delante de desconocidos. Lo dejé junto a las extrañas, quienes se mostraron claramente sobresaltadas por las imprudentes palabras de Max.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora