14 - Pequeñas Hermanas

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La primera Vez que fui a la casa de Cristal, fue en primero de secundaria. Ella propuso que fuéramos para jugar a las damas, y a pesar de no vivir cerca de nuestras casas, mis amigos se animaron cuando Cristal mencionó que su mamá tenía una pastelería.

Nos divertimos. Cristal nos mostró sus juegos de mesa, los cuales jugamos por casi toda la visita. El tiempo pasó volando entre risas, ánimos y deliciosos pasteles y bocaditos que su mamá había orneado especialmente para nosotros.

Cuando fue la hora de regresar, la mamá de Cristal, una mujer de sonrosadas mejillas y cabello revoltoso, nos regaló trozos de pastel para llevar y nos pidió que regresemos pronto. Se despidió de nosotros con un abrazo cariñoso. Pero no fue la única, porque las dos hermanitas de Cristal, quienes se habían asomado curiosas desde el lado más alejado de la sala, salieron corriendo de su escondite para despedirse.

Continuamos visitando la casa de Cristal. Su familia era muy atenta, y aunque las hermanitas de Cristal eran revoltosos, nos alegraban con sus ocurrencias de niños.

En ese entonces solía visitar la casa de Cristal como un amigo, pero en cuarto año cambio, porque empezamos a salir como enamorados. Nuestra relación de amistad cambio a una romántica, pero nuestras costumbres permanecieron casi de la misma manera.

"Vengan a mi casa para jugar a las damas", Propuso Cristal, como siempre, poco después de empezar a salir como enamorados. Acepté de inmediato, pero se canceló, porque Fabián y Noche tenían una cita de enamorados y Max también...

No fue justo. Mis amigos iban a salir con sus enamoraditos, Max iba a salir con Ángel... el chico con quien salía a pesar de ser un hombre como él. No era justo, no lo era. A veces sentía que Max lo quería más a él que a mí a pesar de conocernos desde pequeños.

Era un día sábado. Max no iba a estar en casa. Un mensaje de texto me lo recordó. Me encontraba Mirando una serie de televisión, cuando de repente mi celular timbró. "Estoy Feliz, porque voy a salir con Max. No los llames", leí. Era molesto. Ángel, el enamoradito de Max, se divertía mandándome mensajes para molestarme. Felizmente fui el único mensaje que mandó.

No era justo, me lo prepetìa a cada rato.

Agarré mi celular y marqué un número.

"Caramel, que milagro", escuché a l otro lado la voz de Cristal.

No supe que decirle. Estábamos saliendo, así que no debía temer, pero para mí no era fácil proponer una cita.

"Que pena que no pudiéramos ir a tu casa", dije rápido, para que no se diera cuenta d mi torpeza.

"Sí, pero hay que quedar otro día. Mañana les diré para que no hagan planes románticos con nadie.

"Cristal, que tal si salimos ahora, como ellos"

Creí sentir un silencio, pero casi imperceptible, porque Cristal respondió con euforia.

"¡Sí, Caramel, salgamos! A donde podemos ir. Ya sé, mejor ven a mi casa", propuso de inmediato.

Fue una buena idea. No me iba a quedar solo en casa como el amigo abandonado, además, si Max salía con su enamoradito, yo también lo iba a hacer. No sé por qué empecé a sentir ansias. Deseaba que Max me llamara para decirle que también me encontraba en una cita con mi enamorada, igual que él.

Cuando llegué a la casa de Cristal, la hermanita de Cristal, Mari, de unos diez años de edad, me abrió la puerta. Sus ojitos brillaron al verme, y sin demora me jaló dentro de la casa.

— ¡Cristal, ya llego Caramel, tu novio!, ¡Cristal, tu novio!, ¡tu novio llegó!

— ¡Ya escuche, ya bajo! — Cristal respondió en alguna parte del segundo piso de su casa.

Mari me hizo recordar, con sus gritos escandalosos, que era la primera vez que iba a la casa de Cristal como su enamorado. Mari me invitó a sentarme en la sala frente a ella. No dejó de mirarme desde su sitio.

Mari era una niña muy diferente a cristal, ya que se preocupada por su apariencia, además su comportamiento era muy afeminado y delicado. La hermana menor de Cristal era una niña agrandada.

— ¿Caramel, como le pediste para salir a mi hermana? —preguntó emocionada. Sus ojos saltones brillaron relucientes.

Me sentí incómodo.

— ¿Se van a casar? ¿Cuántos hijos piensan tener?

Me sentí mucho más incómodo. Intenté responder, pero ella no me dejó. Continúo hablando sin darme tiempo de poder decir al menos una palabra.

—Mi hermana dice que se van a casar y que tendrán muchos hijos, más que mi mama. Cristal se está peinando, aunque es imposible. Te quiere mucho. Tiene un diario donde solo escribe desde que empezó a salir contigo. Está muy enamorada, igual que tú de mi hermana , ¿verdad, Caramel?

—Bue...

—Sí, tienes que estarlo, Caramel, igual que yo de Max. Donde está Max, donde está, a qué hora viene. Le escribí una carta de amor para dárselo.

De repente, la hermanita de siete años de Cristal, Lu, se acercó a mi dando saltitos de felicidad.

—Caramel, cásate conmigo.

La segunda hermanita menor de Cristal era muy linda. Supe que me iba a pedir que me case con ella, porque siempre lo hacía, aunque también les proponía lo mismo a Max y a Fabián. Era una niña muy cariñosa.

— ¿A qué hora va a venir Max? —volvió a preguntar Mari.

—No va a venir.

— ¿De verdad?, no puede ser. Por qué.

—Salió con su enamor...con su enamorada.

— ¡Qué!, ¡Otra vez!

El grito de Mari alarmó a la mama de Cristal, quien entró a la sala con la hermanita más pequeña, una niña de tres añitos. Bastó una orden para que las niñas se retiraran de la sala. "No molesten a Caramel, niñas, o las castigaré, ya lo saben. Suban a jugar en sus cuartos", mandó. Y las niñas obedecieron de inmediato.

—Tus hermanas no van a cambiar — le dije a Cristal cuando bajó de su cuarto.

—Son unas traviesas, pero son muy lindas. Las quiero mucho, aunque Mari es muy coqueta para mi gusto.

—Sí, es increíble que sean hermanas.

—Ah, sí , es que yo soy como el hermano que las tiene que proteger de los malos príncipes que están por la calles.

—Si es verdad.

Me divertí. Mari, la hermanita de Cristal, se unió a nosotros luego de que Cristal se lo permitiera. Después su hermanita de siete  también se unió a nosotros para jugar al "Ludo". Compartimos pastel con limonada y bocaditos recién orneados durante toda la tarde.

La familia de Cristal era muy bonita, con muchos hermanos y una madre cariñosa, aunque un poco ruda con sus niñas cuando de mandar se trataba. Su padre también debía ser una persona agradable. La sala estaba llena de fotos familiares, donde él aparecía junto a sus niñas con una gran sonrisa. La distancia por su trabajo no les permitía estar juntos.

—Tienes una bonita familia — le dije en la puerta de su casa, poco antes de despedirme.

—Tú también, Caramel. Mándales mis saludos a tus papás.

— ¡A tu suegra, hermana! , exclamó Mari asomándose por la puerta.

— ¿Ahora se van a besar? —dijo la pequeña Lu, también asomándose en la puerta.

—Ustedes adentro, niñas —Ordenó Cristal, igual de ruda como su mamá.

Las niñas obedecieron de inmediato.

—Mis hermanas son tan...

Y la bese...pero no en los labios, si no en la mejilla. Me daba mucha vergüenza, por eso no me atreví a besarla.

Me despedí con un "Nos vemos en clase", y me alejé de su casa.

Después de un rato, mientras regresaba a casa, Max me llamó. "Estuve con Cristal, en una cita, como tú" dije orgulloso. Me hizo sentir muy bien que lo supiera. También podía divertirme sin Max mientras se encontraba en sus citas con su enamoradito Ángel.


AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora