27 - Sentimientos sinceros

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A veces solía dibujar en mi tiempo libre, pero no porque me agradaba hacerlo. Lo hacía cuando me encontraba solo, cuando sentía que no tenía nada que hacer, para matar el tiempo. Mayormente me animaba a agarrar un lápiz y un papel blanco cuando mi mejor amigo Max no estaba conmigo, pero después de trazar líneas torcidas mientras pensaba en él, los dejaba a un lado al ver los manchones sin sentido que mi poca atención me había hecho hacer.

Nunca fui capaz de dibujar ni una piedra, ni mucho menos iba a ser capaz de dibujar a mi mejor amigo Max cuando su rostro se cruzaba en mi mente durante su ausencia.

Una de mis compañeras del colegio, Luz, tenía un gran talento. Dibujaba realmente hermoso. Ella era capaz de trazar el rostro de mi mejor amigo en su cuaderno rosa. Tan perfecto. Sus trazos me hicieron envidiar su talento, porque ella era capaz de dibujarlo, en cambio yo no.

No pensaba en ser un dibujante profesional, ni nada parecido. Solo había sido influenciado por los dibujos de luz, nada más, porque al pasar los días fui olvidando mi falta de talento en dibujar.

Luz, mi compañera de clases, fue quien generó en mí las ganas de querer trazar hermosas líneas, pero... ella dejó a un lado el talento que envidié en algún momento. El cuaderno rosa de trazos vivientes fue dejado de lado. Lo abandonó en un tacho de desperdicios.

Se quedó quieta frente al tacho con el cuaderno en las manos. Su mente debió divagar tantos recuerdos mientras dibujaba trazos en sus hojas blancas. Líneas redondeadas y ondeantes que entrelazadas le daban vida a la hermosa mirada y sonrisa de mi mejor amigo.

Dejó el cuaderno dentro del depósito de Basura. Retrocedió un paso, y aunque pareció que iba a salir corriendo de inmediato, esperó un poco. Su manos parecieron arrepentiré, pero apretó los puños. Dio media vuelta y salió a paso rápido, quizá para no arrepentirse.

Luz no me vio, porque permanecí escondido tras una de las columnas del patio. Ella se fue en dirección al salón de clases sin darse cuenta de mi presencia. Me quedé quieto. Cuando ella desapareció de mi vista, mi mirada se fijó de inmediato en el tacho de desperdicios.

Me iba a tardar demasiado en regresar al salón de clases si me quedaba escondido detrás de esa columna. Caminé en dirección al tacho. Miré hacia todas las direcciones antes de buscar el cuaderno dentro del contenedor de desperdicios. No había nadie. Saqué el cuaderno rosa del depósito y desaparecí con prisa en dirección a los servicios higiénicos.

"Lo debo devolver", me dije mientras miraba los dibujos, pero...

Luz lo había tirado, ya no le pertenecía. Pensé que si lo devolvía, ella probablemente iba a intentar tirarlo nuevamente. No deseaba que los dibujos que ella hizo de mi mejor amigo fuesen abandonados en la basura.

Oculté el cuaderno en mis ropas antes de regresar a clase. Sentí muchos nervios de que alguien se pudiese dar cuenta, pero nadie lo hizo. Me sentí muy incómodo al momento de sentarme en mi carpeta, porque había puesto el cuaderno bajo mi cinturón. Las puntas de la pasta me picaron un poco.

Guardé el cuaderno en mi habitación.

Miraba los dibujos a solas. Eran dibujos de una chica enamorada que se sintió rechazada. Quizá por eso dejó el cuaderno en el tacho de desperdicios, como un reto a si misma luego de conversarse que jamás sería correspondida por el príncipe del colegio.

Fui un tonto.

Me arrepentí de haber recogido el cuaderno, pero en ese momento no pude dejarlo en el tacho, porque quería mucho a mi mejor amigo Max a pesar de haber rechazado sus sentimientos. Los sentimientos de amor que sentía por él me hacían daño, me dolía demasiado.

Habían pasado varias semanas desde que Max y yo habíamos mencionado nuestros sentimientos, y aunque al principio fue difícil, pudimos volver a ser amigos como antes... a pesar de sentir tanto dolor por dentro.

La mirada tranquila de los retratos de Max revolvía mis sentimientos, porque esa mirada tan serena me inquietaba. No me gustaba verlo calmado. Max descubrió mis sentimientos, y después de eso... me abandonó como si nada, pero... había sido lo mejor o quiza lo hubiese odiado.

"Qué me has hecho, Max", dije tirado en la cama con el cuaderno en mi cara.

—Estoy enfermo —susurré.

Necesitaba dejar mis sentimientos de lado como lo hizo Luz, necesitaba demostrarme a mí mismo que ya no iba a pensar en Max de esa manera tan absurda, porque no era suficiente que él me sonriera como si nada hubiese pasado entre los dos.

Decidí deshacerme del cuaderno.

Fui a la cocina, guarde el fosforo en el bolsillo de mi pantalón y fui a la azotea de mi casa con el cuaderno en mis manos. Iba a ser una pena, pero tenía que hacerlo. De todas maneras no era mi cuaderno, no debí recogerlo.

Debí prender uno de los cerillos y con su fuego incendiar todas las hojas del cuaderno, pero no lo hice. Me senté en el piso de la azotea con el cuaderno abierto en mis manos. Me puse a reconocer los dibujos: Max en mi salón de clases durante los recreos, en el patio, en la clase de educación física, Max sonriendo... y unas cuantas líneas escritas en una hoja seguida del ultimo dibujo.

"El príncipe de mi colegio sonríe

El príncipe de mi colegio tiene una sonrisa triste

Quién le robo la alegría

¿Quién habrá sido?"

Cerré el cuaderno, fui a mi habitación y lo dejé en el último cajón de mi armario. No fui capaz de deshacerme de un cuaderno lleno de un sentimiento sincero que distaba de ser superficial y trivial como el de las chicas tontas que lo rodeaban.

Era un sentimiento sincero, pero cobarde como el mío. Pero Luz era una chica, ella sí podía tener una oportunidad con mi mejor amigo Max si se lo proponía, en cambio yo no.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora