51 - (LSDCristal) - No lo acepto

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Debía ser una broma... si eran amigos, tenía que ser una broma de las tantas que Max solía hacerle. Su personalidad extrovertida lo tenía controlado, por eso a veces él decía y hacia las cosas sin pensar, y todos se lo perdonaban tan solo por poseer una elegante presencia y carácter seguro. Pero no fui capaz de esbozar una sonrisa al escuchar el tono tan serio conque le había dicho esas palabras.

Recordé los crocantes galletas que Caramel me llevó a casa. "Max me dijo que te las diera. Hicimos muchas galletas en casa", me dijo entregándome las galletas envueltas en un bonito arreglo de papel celofán.

Galletas redondas decoradas con letras marcadas con dulce glaseado. "Le daré las gracias", le respondí a Caramel muy feliz por las galletas, aunque un poco decepcionada porque él no me las dio en su nombre sino en nombre de Max. No iba a actuar quisquillosa por eso. Mi felicidad se hizo inmensa con tan solo imaginar a Caramel amasando la harina y eso era suficiente.

Sonreí cuando tendí las galletas sobre una bonita fuente después de que Caramel se fuera a su casa, pero mi expresión se volvió escéptica cuando descifré el mensaje oculto de las dulces letras que adornaban las galletas : "Caramel, te amo". Eran mis sentimientos los que Max había trazado en sus galletas crocantes salpicadas con chispas multicolores.

No le tomé importancia. Con mis manos deslicé las galletas hasta que estas solo mostraran simples letras independientes. Las compartí con mis hermanitas, quienes las hicieron desaparecer entre sus dientes en segundos.

— ¿Cristal, te gustaron mis galletas? —Max me preguntó cuándo nos encontramos a solas después de que Caramel se despidiera de nosotros luego de una salida entre amigos. Me pareció extraño, porque Max siempre se quedaba con Caramel.

—Sí, Max, gracias, estaban ricas —respondí un poco sobresaltada al momento de recordar el mensaje que había escrito—. Caramel me dijo que hicieron galletas en su casa. Me hubiesen llamado para divertirnos juntos —reclamé.

—No, los amigos no queremos a las enamoradas cerca de nosotros.

—Oye —me quejé empujándolo un poco—. Pero supongo que es verdad, debo ser todo una molestia para ti— le seguí el juego.

—Eres una total molestia —dijo revolviéndome los cabellos sin ni una pisca de delicadeza.

— ¡Max!—intenté revolver sus cabellos, pero él me detuvo sujetándome de las muñecas.

— Las galletas las hice para Caramel.

Tiré de mis manos para que me soltara, lo cual hizo de inmediato. Sentí que Max me miraba con otros ojos, que ya no eran los mismos, que habían cambiado sin que me diera cuenta. No supe que decir porque no entendí sus palabras ni el significado que habían detrás de ellas. Todas las explicaciones que revolotearon en mi mente se volcaron en un profundo pozo oscuro lleno de confusiones incapaces de darme una respuesta razonable.

No hubo respuestas, ni traté de buscar ninguna al pasar los días. Lo olvidé, dejé que se disipara entre nuestras risas plagada de angustias dolorosas que ignoramos, pero que me rasgaron aquella noche cuando lo escuché decir esas palabras que descifré de las galletas saladas que él envolvió en papel celofán para mí.

Me quedé quieta recostada en la pared sin siquiera entender porque no fui capaz de mover ni un solo dedo. Fueron sus palabras quienes cortaron mis carnes y mancharon el blanco de la pared con el rojo carmesí de mi sangre. Respiré hondo. Solo podían ser imaginaciones mías reforzadas por coloridas letras de azúcar blanco envueltos en papel celofán.

Bajé las escaleras aún con la escena en mi mente. Quise olvidarlo, pero no pude hacerlo. Me sentí torpe mientras ayudaba a poner la mesa a la madre de Caramel. No fue fácil fingir que todo estaba bien, porque aún era capaz de escuchar sus voces tras la pared de su habitación.

"Estoy enamorado de ti"

Enamorado...

"Feliz cumpleaños, Caramel", le deseamos al unísono entre aplausos mientras el fuego de las velas revoloteaba sobre la torta de cumpleaños. Un momento tan importante no podía ser estropeado por falsas sonrisas mías, por eso dejé de lado cualquier pensamiento inapropiado y me uní a los aplausos sinceros de la familia y amigos, además yo era su enamorada, por eso abracé con alegría cuando le desee por última vez un feliz cumpleaños antes de despedirme de él en el paradero.

—Ya viene mi carro, Caramel, gracias por acompañarme.

—Gracias por venir—me dijo después del abrazo.

—Siempre he venido desde primero a tu cumpleaños y ahora más que nunca no iba a dejar de venir. El otro año también invítame para celebrarlo juntos.

—No necesitas que te invite, tú siempre puedes venir cuando quieras.

—Entonces voy a venir todos los años hasta que tengamos la piel bien arrugadita como las pasas.

—Ve a casa con cuidado—Caramel me sonrió y me dio un beso en la frente como despedida. El carro ya se había estacionado.

"Escuché a Max lo que te dijo. A veces él dice bromas con una cara tan seria que asusta", quise decirle sin importar que el carro me dejara, pero mis pies se movieron alejándome de Caramel mientras le agitaba mi mano como despedida.

Mientras llegaba a mi casa, envuelta de dudas de si de verdad había escuchado aquellas palabras de Max, me iba convenciendo que eran tonterías mías. Estaba actuando como una tonta. Sonreí desconcertada por mi ingenuidad al haber considerado en serio el comportamiento y palabras de Max.

Olvidé las galletas, olvide sus palabras, las desaparecí de mi mente convencida que tenía que ser de esa manera, porque actuar paranoica me iba a convertir en una de las enamoraditas de Max cuando cualquier chica le sonreía. Yo no quería ni tenía intenciones de adoptar actitudes enfermizas con Caramel, porque no lo quería agobiar, porque yo no era así.

Lo olvidé, lo hice al pasar los días... pero volvieron a aflorar, se volvieron a clavar en mí aún más profundo hasta hacerme sangrar. Fue su culpa, por su propia decisión... él me obligó a entenderlo.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora