3 - Mi popular amigo

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Estaba muy acostumbrado a mi mejor amigo Max, por eso, cuando nos pusieron en salones separados en la secundaria, me deprimí. No era bueno haciendo amigos. creí que iba a estar aislado de mis nuevos compañeros, pero no fue de esa manera. Cristal, una compañerita de personalidad alegre se acercó a mi atraída por la revista que leía. Su alegría era muy natural, me hizo sentir cómodo, y de inmediato entablé amistad con ella.

Durante la mitad de clase ella me contó de su colegio de primaria y sus amiga, igual que yo, ya que también le conté de mi colegio y de Max, mi mejor amigo. "Quiero conocerlo, me da curiosidad", me dijo luego de hablarle mucho de Max. Aunque no lo hubiese dicho, de todas maneras ella lo conocería, porque había quedado en encontrarme con Max en el recreo.

De repente las chicas comenzaron a murmurar. Una de ellas había salido, y en cuanto regresó, los murmullos comenzaron. "Hay un chico de ojos azules en la sección A", escuché decir entre las voces femeninas. "Es muy guapo", "Vamos a verlo, vamos", se animaban entre ellas. Un grupito de tres salió del salón arriesgándose a ser regañadas por el auxiliar de clase.

—Nunca he conocido a nadie de ojos azules —dijo Cristal un poco curiosa—. Debe ser genial.

—Es mi mejor amigo —dije bajito.

En muchas ocasiones, cuando solía decir que Max era mi amigo, las chicas se me pegaban como polillas para preguntarme sobre él, por eso no solía decirlo en voz alta, no al menos la primera vez. Cuando se enteraban de mi amistad con Max, las chicas de igual forma terminaban a mi alrededor, pero al darse cuenta que no les hablaba nada de él, y no iban a lograr ningún favor de mi parte,  se distanciaban decepcionadas.

Lamentablemente, una chica me escuchó, y como temí, jaló su carpeta cerca a la mía y a la de Cristal.

— ¿De verdad tiene ojos azules? —preguntó interesada.

Ella era muy guapa. Quizá por eso se sintió segura cuando se arrimó a mi lado. Una chica como ella no debía estar acostumbrada a los rechazos, más bien a la aceptación de todos.

—Hay como crees, Dulce, ya te dije que seguro son lentes de contacto —dijo una chica, quien al parecer era su amiga.

—También lo pensé, Fresa. Sería una lástima, pero aun así está bien guapo.

—Dinos, Caramel, ¿no son de contacto, verdad?

Un par de chicas se acercaron a mi mesa, y otro par más, y otro. Todas tenían el mismo interés. Se reían coquetas entre comentario y comentario. Las chicas se sentían seguras entre tantas, quizá por eso comenzaron a hacer preguntas personales, preguntas como si Max tenía novia, si le gustaba alguien.

Afortunadamente el profesor de matemáticas llegó para poner orden, y para mala suerte de todos, no se fue luego de su presentación, al contrario, nos dio problemas para desarrollarlos en grupos de dos.

—Así que tu amigo es un chico popular. Los chicos populares son creídos. ¿Tu amigo es creído, Caramel? —me pregunto Cristal.

—No es creído. Max es bueno conmigo, siempre lo ha sido. Ya lo verás.

—Si es tu amigo, entonces debe ser genial.

—Si es genial.

A penas sonó el timbre, el profesor pidió nuestros problemas matemáticos y se fue. Todos se sentían ansiosos de salir al primer recreo del año escolar. Muchas chicas salieron apresuradas del salón, mientras unas pocas se quedaron a charlar.

Mientras guardaba mi cuaderno y lapiceros en mi mochila, escuché un murmullo entre las muchachas. Mi mejor amigo Max había entrado a mi salón. No se detuvo en la puerta, al contrario, entró a mi aula y se sentó en una carpeta al lado de la mía.

— ¿Me extrañaste, Caramel, porque yo sí? — dijo sin importarle los murmullos que generó en las chicas del aula, ni en la muchachas de otras clases que no se atrevían a entrar.

—No —mentí.

—Sí te extrañó, y mucho. No dejaba de lamentarse —dijo Cristal.

—Veo que hiciste una amiguita, Caramel.

—Sí, ella es Cristal.

Max la miró, y sus ojos se posaron sobre el voluminoso cabello largo de Cristal que parecía un esponjoso algodón de azúcar.

—Que cabello tan abundante, Cristal, debes sufrir para peinarlo.

—Sí, y no sabes cómo sufro . A veces ni me peino, porque igual parece que lo hiciera.

—Pero no te queda nada mal.

—Gracias, a ti tampoco te queda nada mal tus ojos azules.

—Ah, estos, son de contacto —dijo sin importancia.

—No son de contacto, Max —reclamé.

—Sácatelos, sácatelos, quiero ver —dijo Cristal interesada.

—Está bien, pero tendría que ir a un quirófano.

— ¿Entones son de verdad? —Se acercó dulce junto a su amiga Fresa—. Soy Dulce —agregó acomodando con orgullo su largo cabello reluciente.

—Yo soy Fresa.

Las chicas se sentaron en dos carpetas cercanas sin ser invitadas a nuestra conversación. No me agradó el comportamiento entrometido de las dos. No podía hacer nada. Estábamos en la secundaria, un lugar con adolescentes deseosos de hacer amigos. Pero esas chicas no querían ser amigas de Max.

—Soy Max —respondió con su sonrisa amigable.

No tenía nada de malo que Max conociera gente. Estábamos en la secundaria, no en la primaria. Conoceríamos nuevas personas, y seguramente entre tantas chicas, Max pronto elegiría entre ellas a su nueva enamoradita, como las dos que le coqueteaban con sus sonrisas.

Me puse de pie sin darme cuenta.

—Voy a comprar galletas ¿Vamos, Cristal? —pregunte bajito.

— Entonces vamos— dijo Max poniéndose de pie.

—Vamos, vamos, yo quiero comprarme chizito —Cristal se puso de pie animada.

Y salimos de clase.

Por más que lo deseaba, no podía aislarme. El primer día todas las chicas sentían curiosidad por Max, porque llamaba mucho la atención. Aunque en un principio sus nuevas compañeras de clases querían acompañarlo a donde el fuera, Max se encargó que solo fuéramos los tres.

Debió notar mi incomodidad. Desviaba mi mirada de la suya, me quedaba callado y solo le prestaba atención a Cristal. Sabía que me estaba comportando Mal, que estaba haciendo berrinches tontos por culpa de las chicas pegajosas, pero no podía evitarlo, porque todas buscaban que Max pusiera sus ojos en ellas.

Lamentablemente las chicas no eran como Cristal. Mi mejor amigo Max y Cristal se llevaron muy bien. Cristal no era pegajosa, no le coqueteaba ni le hacía preguntas tontas de niña enamorada. Max era amable, sarcástico y molestoso con ella. Cristal no se media, no tenía miedo de empujarlo sin delicadeza, de hacerle bromas y reírnos los tres juntos.

Mientras yo me comportaba como un tonto por culpa de las atenciones de las nuevas amigas de Max, las chicas se sentían celosas de Cristal, porque ella, al pasar los días, fue fortaleciendo su confianza con Max. Algunas chicas superficiales no consideraban que Cristal mereciera ocupar el lugar que ellas deseaban, porque catalogaban Cristal como una chica chabacana.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora