90 - Flores de colores

774 137 54
                                    

Una corona de plata adornó sus alborotados cabellos negros; su vestido esplendoroso no reflejó toda su alegría, solo resaltó su ausencia a pesar de ser rodeada por sus allegados en un salón lleno de susurros dolorosos.

Una mañana fui al colegio para ser parte de la tarea obligatoria que debía cumplir por exigencia de los organizadores de la obra de fin de año. Fui al colegio con Max para que nuestro comité nos asignará alguna tarea. Al principio me pareció que en el colegio no había nadie, porque No escuché los murmullos, los gritos ni los pasos al que estaba acostumbrada una tarde normal de clases.

Max y yo fuimos al patio circula que se encontraba alejada de la entrada. Escuché las voces, los entusiasmos y ánimos mientras nos acercábamos cada vez más. Vimos a un grupo de jóvenes en medio del patio. Reconocí al comité de escenografía y a una enmarañada melena que se mecía de un lado para otro. Cristal pintaba una gran estructura que no pude reconocer a qué parte de la escenografía iba a pertenecer. La vi concentrada mientras trabajaba sin prestar atención a sus entusiasmados compañeros.

No estaba acostumbrado a su seriedad, más bien a su alegría desbordante que llamaba la atención sin interés de hacerlo. La sentí sola a pesar de estar rodeada de sus compañeros, la sentí sola, consumida por imágenes que yo no era capaz de ver.

Los chicos que la acompañaban se dieron cuenta de Max y de mí. Nos alentaron entre barullos que nos uniéramos a su actividad. Cristal nos vio, dejó la brocha y se acercó a nosotros. Los tres conversamos, nos reímos, compartimos un hermoso momento como no lo habíamos hecho por largas semana los cuales me parecieron una eternidad.

Nuestras risas resonaron en mi cabeza por horas, pero fue desvaneciéndose con el pasar de la mañana. Volverían a retumbar una y otra vez cada nuevo día, porque éramos felices, por eso no había necesidad de sentir miedo de olvidar su inconfundible sonrisa.

Su alegría tenía que ser eterna, pero se desvaneció sin advertirnos, sin dejarnos mensajes de alerta para estar a su lado, agarrar sus manos con fuerza y rogar que no se fuera. La muerte no debería existir para los adolescentes, para nadie que yo quería tanto, pero...

La primera hora de la clase su ausencia fue sorpresiva, porque ella no tenía la costumbre de faltar a pesar de sus constantes tardanzas. Marqué su número, pero no recibí respuesta. Insistí sin existo durante todas las clases de aquella tarde, pero tampoco logré obtener respuestas. Me preocupé, no pude concentrarme en ninguna clase, porque ella nunca faltaba... no tenía esa costumbre.

No llegó, su carpeta permaneció vacía durante minutos, horas, hasta que la última clase terminó de ser dictada. Imaginé que quizá se había quedado en casa jugando juegos de mesa con sus hermanitas hasta el punto de olvidarse de la hora, por eso su carpeta permaneció vacía durante toda la clase.

Sentí que la muerte me tocó en ese instante, porque morí cuando una comitiva sorpresiva de profesores, e incluso el director, anunció la noticia con toda la delicadeza posible para no afectarnos. Fue imposible controlar el sudor de mis manos, los mareos, las náuseas, la necesidad de desaparecer por siempre.

La clase de sumió en un silencio aterrador, nadie murmuró nada por un instante, pero el barullo retumbó sin control cuando comprendimos que la muerte nos había tocado a todos. Nos hizo entender que no éramos inmortales a pesar de sentirnos los dueños del mundo, tan llenos de sueños y metas por cumplir a nuestra corta edad.

Cristal murió, murió un día de clases normal, un día en el que debía estar sentada delante de mí carpeta. No quise creer las palabras de los profesores, porque Cristal no podía morir cuando un día antes la había visto con una hermosa sonrisa en su rostro.

Cristal no podía morir porque tenía tanto que hacer. Ella debía continuar renegando por el bochornoso maquillaje y vestido que utilizaría en la coronación por la llegada de la primavera, debía continuar atareada con los deberes de sus comités y debía bailar conmigo en nuestra fiesta de promoción.

No fui capaz de recordar nada después de la noticia de los profesores. Sus voces se volvieron confusas y se consumieron por el silencio. Max y mamá estuvieron a mi lado cuando abrí los ojos. Deseé que lo desmintieran, pero sus rostros ni siquiera intentaron inventar una mentira, solo se mantuvieron callados consumidos por la lamentable noticia. Mamá me abrazó fuerte. El silencio de ambos fue suficiente para comprender que Cristal ya no estaba, que no volvería a ver su sonrisa, no volvería a escuchar su efusiva voz llena de ánimos.

Fue un accidente en casa, eso nos dijeron los adultos, un tonto accidente que fue capaz de arrebatarle la vida en la etapa más hermosa. No pude ser capaz de creerlo. La razón de su perdida debió ser otra, porque no pude ser capaz de aceptar que un accidente en casa se hubiese llevado a Cristal. Me convencí de que el único culpable fui yo, de que por mi culpa ella se había lastimado hasta hacerse mucho daño. Cristal me quería mucho, lo sentí en sus palabras cuando me dijo que deseaba que volviera con ella. Fui el único culpable.

"Deja de echarte la culpa por lo que paso, Caramel, porque no eres el culpable de nada. Fue un accidente, lo dijeron los profesores. Cristal no se lastimó por tu culpa ni por la culpa de nadie. Caramel, no creo que Cristal haya sido capaz de lastimarse, porque ella siempre fue una chica fuerte", Max me dijo para tratar de reponerme de la noticia. Max tenía razón, Cristal no hubiese sido capaz de lastimarse por mí ni por nadie. Cristal nunca fue una chica cobarde, por eso yo la insultaba si seguía pensando que ella se lastimó. Max me abrazó fuerte para animarme, aunque la noticia también lo había afectado mucho, pero en todo momento se mantuvo fuerte por mí.

Cristal fue nuestra amiga desde el primero de secundaria y en quinto se desvaneció como si nada. Ella no mereció haber dejado de vivir en la etapa más hermosa de la vida, no mereció no haber conocido el verdadero amor, no mereció no cumplir todas sus metas y sueños, Cristal no mereció morir.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora