21 - La Chica Bonita

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En segundo año de la secundaria todos mis compañeros pusieron sus ojos en la nueva compañera de clase, una jovencita muy hermosa, de cabello largo y de carita angelical. Ellos la miraban disimuladamente, pues temían que se asustara si iban a coquetearle sin delicadeza, pues creían que la nueva compañerita era muy dulce como para ser rodeada por todos ellos.

Quizá la mirada de los chicos causó que algunas de mis compañeras se sintieran celosas, especialmente Dulce, quien hasta entonces había sido considerada la más bonita del salón. Dulce, junto con su grupito de amigas, la miraban, murmuraban y luego se reían sin impórtales que la nueva compañera se diera cuenta.

Mis compañeros se empujaban entre ellos para animarse a conversar con la nueva compañera de clases. Se reían coquetos para llamar su atención, y entre risa y piropos, ella empezó a hablar con ellos. Los compañeros que lograron iniciar una conversación con ella eran los más picaros y locos de la clase, pero la nueva compañerita, con su tierna y delicada presencia, logró que ellos se vieran como todo unos caballeros tan solo para causarle una buena impresión.

Esas atenciones generaron que las chicas se pusieran mucho más celosas. Dulce siempre estuvo acostumbrada a ser el centro de atención de los chicos, por eso la nueva chica era toda una amenaza para ella.

La nueva compañera solo se hizo amiga de los chicos durante la primera clase después de que el profesor nos diera la bienvenida al nuevo escolar. El profesor tan solo estuvo unos minutos y luego se fue, pues era normal en la primera semana de escuela. En el tiempo que restaba para que viniera el profesor de la segunda clase, la nueva compañera se encontraba rodeada de muchachos, pero no de chicas. Ninguna se animó a hablarle, quizá porque se sintieron intimidades, o quizá porque temieron ser opacadas por su belleza. Debió continuar de esa manera, pero lamentablemente la tranquilidad fue reemplazada por la tensión de las muchachas celosas. Dulce y fresa se le acercaron amenazantes, como las dueñas del aula.

—No te puedes pintar las uñas en el salón de clase —le dijo Dulce.

Fresa agarró el frasquito del esmalte de uña color naranja claro que la nueva compañera había dejado sobre su carpeta mientras se pintaba. Algunos compañeros de clase sintieron la tensión, por eso fijaron sus miradas en ellas, pero otros aún no se habían dado cuenta.

—No vengas con la uñas pintadas, mucho menos te los pintes en el salón de clase, porque al coordinador no le gusta, siempre lo dice. Te lo guardaré para que no se moleste contigo —dijo Dulce quitándole la brochita de las manos.

La nueva compañera se sorprendió un poco, y cuando me pareció que iba a decir algo para reclamar, Fresa agarró un mechón de su cabello con repulsión. La expresión de Fresa no era nada comprensible, porque la compañerita nueva tenía un abundante y bonito cabello largo.

—Córtatelo o se llenara de piojos —dijo rebuscando descaradamente entre sus cabello.

La nueva compañerita se puso de pie para alejarse de las chicas y dijo:

—No toques mi cabello —se sacudió la melena como si las manos de Fresa hubiesen ensuciando sus cabellos.

Ni a Dulce ni a Fresa les gusto la actitud de la nueva. Ellas no se mostraron nada intimidadas, al contrario, se sintieron seguras, pues creían que tenían todas las de ganar. Las dos se sentían respaldadas por el salón por considerar que las conocíamos desde el primer año de la secundaria y que eso era razón suficiente para estar de su lado.

—Qué vas a hacer. No harás nada. Tocaré tu cabello piojoso las veces que me dé la gana —dijo Fresa tocándole el cabello nuevamente.

Fresa esbozó una gran sonrisa, quizá pensando que había encontrado una compañera a quien molestar durante la secundaria. Nadie hizo nada para disipar la situación, al contrario, mis compañeros hicieron un barullo para empeorar la situación. Todos estaban quietos, mirando la soberbia de las dos amigas y la mirada colérica de la nueva.

Y de repente el salón se llenó de gritos, silbidos y chirridos que las carpetas produjeron al ser empujadas con violencia. Todos habían perdido el control al ver a las dos muchachas, La nueva y a Fresa, revolcándose en el piso como dos animales salvajes.

"No te meta conmigo, bruja, a mí me vas a respetar"

Fue lo último que escuchamos antes de que la nueva se lanzara con violencia sobre Fresa, quien no reaccionó de inmediato. La muchacha dulce y delicada, era en verdad una fiera que no soportaba que nadie invadiera su espacio sin mostrarle respeto. La nueva tenía una forma rara de pensar que los empujones, arañazos y jaladas de cabello iban a hacer que la respetaran.

Mi amiga Cristal estaba sorprendida de la reacción de la nueva ante los ataques de Dulce y Fresa. Al precio Cristal pensó que la nueva iba a ser otra niña coqueta que se uniría a ellas, pues su comportamiento era muy de señorita como para su gusto. Los golpes y jalones de la nueva cambiaron la expresión de mi amiga Cristal, quien de inmediato empezó a alentar con un "Vamos nueva, dale duro, pégale más fuerte".

—Es así como uno se debe hacer respetar, Caramel —me dijo con una sonrisa eufórica.

Fresa estaba acabada, pataleando, moviendo los brazos para poder liberarse de la nueva. Dulce salió del shock e intento involucrarse en la pelea para ayudar a su amiga, pero no contó con que Cristal se interpusiera en su camino con las manos en la cintura como una heroína de la igualdad.

—No te metas o si no te las verás conmigo —dijo mi amiga Cristal.

—No es tu asunto, así que salte, guachafa horrible —dijo con asco refiriéndose a la chompa de Cristal.

—Tú te lo buscaste, rogona —Cristal se remangó la chompa de lana que su mama le había tejido y se lanzó sobre Dulce, quien retrocedió un paso para huir de Cristal, pero no fue suficiente para evitar la cólera de mi amiga.

La situación estaba totalmente fuera de control. Todo fue tan rápido, pero aun así, tan lento a la vez. Parecía que los minutos se estaban haciendo horas, pero era solo la impresión del momento. Fue terrible ver a la nueva y a Fresa revolcándose en el suelo, pero más terrible fue ver a mi amiga dándose jalones y golpes tan solo para evitar una desigualdad en la pelea de la nueva, aunque también para que Dulce no volviera a decir que la chompa que su mamá le había tejido era guachafa.

Si nadie tenía pensado separarlas, yo lo iba a hacer. No sé cómo logre separar a Dulce de Cristal. Dulce era muy frágil y débil, por eso la sostuve sin ninguna dificultad a pesar de que se movía bruscamente para liberarse. Temí que mi agarre la estuviese lastimando, pues ella no dejaba de patalear y decir improperios sin ningún control.

Mi amiga Cristal estaba completamente despeinada, pero no solo ella, pues las otras tres también estaban con los cabellos alborotados. Ellas ya no se estaban revolcando en el suelo. Todo había terminado. Los adultos habían llegado alertados por el bullicio de los compañeros.

No lo había notado hasta que todo se calmó. La puerta del salón estaba abarrotada de compañeros de otras aulas y de otros grados. La situación había sido todo un escándalo. Finalmente solté a Dulce, a quien había continuado sujetando hasta darme cuenta que ya no era necesario.

—A la dirección, los cinco— escuche una voz severa.

Los cinco...

Pero las chicas eran solo cuatro. ¿Quién es la quinta chica?, me pregunté.

—Vamos Caramel, vamos a la dirección — Me dijo Cristal al ver que no me movía.

— ¿Yo? —pregunté bajito.

—Sí, tú, Caramel, quién más.

Cristal me jaló en dirección a la nueva, quien se peinaba los cabellos con las manos y se miraba las uñas preocupada por lo mal que se veían después de haberse peleado. A Cristal no le importó eso, solo camino junto a ella hacia la dirección, y cuando llegamos, ya eran buenas amigas, como si se hubiesen conocido en primero de primaria. 

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora