52 - Voy a sonreír

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Luz, una de mis compañeras de mi colegio, sentía atracción por mi mejor amigo Max. Ella no lo expreso con palabras, pero sí con un cuaderno rosa en donde había dibujado a Max en todas sus páginas. Esos dibujos fueron suficientes para entender sus sentimientos.

El cuaderno había caído en las manos de Max. Me arrepentí de no haberlo tirado, porque debido a esos dibujos tan perfectos Max entendió los sinceros sentimientos de Luz. Por primera vez noté en él deseos de conocer a una mujer.

No iba a mentirme. Ese extraño interés de Max por ella me dolió, pero no tenía derecho a sentir nada. Lo único que debía hacer era aprobar todo lo que él hiciera y alegrarme de que pusiera sus ojos en una chica tan sincera como Luz.

Al día siguiente no tuve ánimos para nada. Después de una tediosa clase, el recreo llegó y Max no se demoró en venir a mi salón. Como siempre, fue anunciado por los saludos alborotados y coquetos de las niñas. Mis amigas imitaron a las muchachas escandalosas cuando vieron a Max acercarse a nosotros.

—Y dónde está —me preguntó apenas se sentó junto a nosotros.

Max dejé el cuaderno rosa sobre la mesita de mi carpeta.

—Es el cuaderno de dibujo de Luz—Clara dijo exaltada.

—Debe estar en el patio, pero déjalo, nosotros se lo entregamos. Que no se entere que tenías su cuaderno porque seguro le da un ataque a la pobre.

—No, se lo entregaré yo. Me siento interesado en ella.

—En serio—dijeron las chicas al mismo tiempo con un tono de no creerle nada.

—Ay no, pobre. Ni te le acerques—reclamó Clara.

—Dios, por favor, aleja a Max del camino de Luz, que ella no ha hecho nada malo para merecer esto—dramatizo Cristal.

—No sean malas. Si quiero puedo salir con una chica en serio, no es algo imposible enamorarse.

—Voy a comprar galletas—dije poniéndome de pie para cortar la conversación.

Salí del salón solo. A pesar de la iniciativa de querer acompañarme, el inestable estado físico de Clara no lo permitió. Se quedaron junto a ella, pero aprovecharon para que también les comprara golosinas y bebidas.

Me dirigí al quiosco por el pasillo menos concurrido. Las escaleras cercanas al baño siempre estaban desoladas a mitad del recreo, y con suerte el quiosco también. No me gustaba apretujarme con los compañeros tan solo por comprar galletas y bebidas, pero fue el único lugar donde se me ocurrió huir.

A unas distancias, antes de cruzar el pasillo de salones donde no se daban clases, vi a Luz sentada en una carpeta que había jalado cerca de una de las tantas puertas del salón vacío. Ella comía galletas mientras miraba su celular. Estaba sola. Recordé a veces Violeta estaba a su alrededor alborotándole los ánimos, pero ese día no había venido.

—Hola —saludé.

No debí hacerlo, pero me dio lastima. Yo siempre estuve rodeado de mis amigos, por eso nunca me sentí solo. Verla sentada en un salón con carpetas viejas abarrotadas en un rincón y la pizarra con garabatos vulgares no fue agradable. Me dio la impresión que alguien la estaba castigando.

Ella me miró perpleja mirando a todos lados. Luego de entender que no había nadie más que ella, me respondió el saludó amable.

—Que haces aquí sola.

Ella dudo un poco, pero respondió cabizbaja.

—Es por mi cuaderno de dibujo —apenas pude escuchar por el bajo volumen de su voz. Me paralice. Se me ocurrió que quizá Luz descubrió que yo lo había recogido del tacho de basura— ¿Lo recuerdas? —Pregunto insegura— Las chicas no dejan de molestarme desde que lo descubrieron. Solo quise alejarme un poco.

—Dile a nuestro auxiliar—traté de apoyarla.

—No, eso no. No quiero problemas.

Un silencio incomodo nos distanció. Si no iba por las galletas y bebidas me iba a demorar más de la cuenta, pero antes de continuar mi recorrido, caminé hacia ella sin pensarlo.

—Si no haces algo, ellas no dejarán de molestarte. No te quiero decir que te pelees como lo hizo Cristal cuando las chicas empezaron a agredirla—agregué para no darle malas ideas—, pero deberías decirle a los profesores para que no tengas que pasar por lo mismo.

—No es igual, ellas no me agreden como con Cristal, pero me molestan de una forma diferente...

—Si quieres te acompaño a la sala de auxiliares —la animé, pero ella meneó su cabeza en forma de negación.

Se mantuvo en silencio. Debió pensar que estaba hablando demasiado. No se me ocurrió que más agregar. Si ella no dejaba que la ayude, no podía hacer nada. Volví a recordar que tenía que regresar al salón rápido.

Decidí irme, pero su voz temblorosa y balbuceante me detuvo. Sus mejillas enrojecieron.

—Caramel, ¿tú crees que yo podría gustarle a Max? —dijo con sus ojos brillantes, pero de inmediato se cubrió el rostro con las manos para ocultar sus mejillas sonrojadas.

Max no salía con nadie. Las chicas debían pensar que era la oportunidad para pedirle una cita. Luz también debía estar pensándolo, pero su falta de confianza no la ayudaba en nada. Mantuvo sus sentimientos en un cuaderno que deshecho, aunque no pudo deshacerse de lo que le impulso a dibujarlo.

—Olvídalo —agregó de inmediato—. Es imposible que Max se fije en alguien tan torpe como yo. Solo lo dije por decir, son tonterías mías.

"Él quiere concerté, no es imposible."

El interés de Max por Luz no era malo. No iba a interponerme, ni iba a darle la espalda nadie más que intentara caminar a su lado. Sonreiría y animaría sus relaciones amorosas, lo iba a hacer por nuestro bien aunque sintiera la falta de aire, porque lo había decidido y había hecho que Max aceptara olvidar nuestros sentimientos. Lo estábamos haciendo bien, debíamos continuar.

—No es imposible —dije firme, convencido de que no aplazaría presentársela a mi mejor amigo —. Ahora Max siente interés por ti.

Estaba bien, no iba a desmoronarme. 

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora