42 - Hijo único

1.2K 169 26
                                    

Mi mejor amigo Max era un adolescente muy apuesto, por eso todas las chicas lo idealizaban como a un príncipe. Todas querían ser la princesa elegida por Max, ser llevadas en sus brazos y viajar juntos montados en un majestuoso corcel blanco hacia su castillo. Las chicas vivían en las nubes, pero era comprensible, porque Max no se comparaba a ningún adolescente de nuestro colegio.

Aunque Max parecía un príncipe, no lo era. Él no tenía un caballo blanco, ni vivía en un castillo, ni mucho menos sus padres eran Reyes de un gran reino. Max, a pesar de su aspecto de príncipe, era un adolescente con una vida normal, y lo agradecía, porque quizá nunca hubiésemos sido amigos. Con solo imaginarlo me temblaba todo.

Max vivía con su madre a la vuelta de mi casa. Ellos se llevaban muy bien, como dos amigos. Max siempre le ayudaba en todo, como un sirviente amable dispuesto a ayudar a su reina. "Qué haría sin mi Max", la mamá de Max solía decir cada vez que su hijo le alivia las tareas del hogar, porque Max sabía hacer muchas cosas.

Desde muy pequeño Max aprendió a hacer los deberes, pero no porque estaba interesado en esas actividades, sino porque su mamá salía a trabajar todos los días. El tiempo no le permitía desempeñar su tarea de madre, por esa razón Max era un príncipe capaz de hacer lo básico en casa. Él sabía cocinar y se preocupaba por mantener todo en orden con el fin de que su mamá no se sintiera angustiada al regresar del trabajo. Mi mejor amigo era admirable, a diferencia de mí, pues ni siquiera podía prender la cocina por temor a quemarme.

Un día, mi mejor amigo, la mamá de Max y yo, nos quedamos mirando una película de tres entregas cinematográficas. Ella preparó bastante canchita blanca y compró gaseosas. Parecía que estábamos en una sala de cine, pues incluso se preocupó por servir las canchitas en envases parecidos a los que nos daban en los cines. Fue una noche muy entretenida. Nos enganchamos mucho con la película, por eso terminamos de mirar toda la saga en una sola noche.

Era normal quedarme en la casa de Max, porque él era mi mejor amigo y nuestros padres me daban permiso. Al día siguiente siempre nos levantábamos temprano, porque a mi mama le gustaba vernos bañados y listos cuando venía a primera hora a la casa de Max. Aquella vez no me preocupé. La mamá de Max no era tan estricta como mis padres.

Me desperté a las ocho de la mañana, pero en casa no se escuchaba ni un ruido. La mamá de Max aún seguía durmiendo. Me di una vuelta entre las frazadas con la intensión de seguir durmiendo, pero no pude a pesar de haberme quedado mirando la película hasta muy tarde. Decidí levantarme. Salí aún con el pijama puesto en dirección al cuarto de Max, pero él no estaba en su habitación. Un olor agradable inundo la casa, lo que indicaba que Max se había levantado temprano para preparar el desayuno.

Max estaba en la cocina con muchas naranjas sobre la mesa. Los partía hábilmente sobre la tabla de picar. A un lado de las naranjas había un bol de cristal con una crema espesa. Lo miré desde la puerta en silencio. Era una escena increíble que solo yo podía ver porque él era mi mejor amigo.

—Buenos días Max —dije acercándome.

—Buenos días, caramel. Pensé que te quedarías parado allí hasta que anocheciera —dijo con una sonrisa.

Él se había dado cuenta. La culpa fue mía por quedarme mirándolo tantos minutos. Fue una torpeza de mi parte, pero no pude evitarlo. A veces me sentía como esas chicas bobas que se le quedaban mirando con descaro para llamar su atención.

— Quiero ayudar —dije sin mirarlo para que no se le ocurriera molestarme.

Quise ayudar cortando las naranjas, pero no fue buena idea. Me sentí como un niño cuando agarra las tijeras por primera vez. El cuchillo se me resbalaba de las manos y la naranja también, pero continuaba con la intensión de córtalas todas. Un torpe movimiento hizo que Max me obligara a dejar el cuchillo. No me corté la mano, pero mi mejor amigo no me creyó cuando se lo dije, por eso dejé que me examinará o si no él no pararía de insistir.

—No me corté — insistí, pero no me escuchó.

Max examinó mi mano con una expresión seria. Su preocupación por mí era muy exagerada, pero me gustaba mucho cuando se mostraba interesado en mi bien estar.

—Yo cortaré las naranjas —dijo sin soltar mi mano—. Si Caramel quiere ayudar, entonces solo exprímelas, pero no toques el cuchillo.

A diferencia de Max, yo era torpe con el cuchillo y con muchas otras cosas más. Mamá siempre cortó las naranjas para mí desde muy pequeño, e incluso continuaba haciéndolo con alegría. Ella era ama de casa, por eso nunca tuve la necesidad de aprender nada que tuviera que ver con la cocina, lavar la ropa y ni siquiera tender mi cama. Mamá lo hacía todo por mí. A veces me sentía mal cuando veía la gran ayuda que Max era para su mamá, pero no podía hacer nada al respecto, porque a papá no le gustaba que me metiera en la cocina. Papá siempre me decía que esas labores eran para las mujeres. Aunque papá solía decir que los hombres no habían nacido para estar en la cocina, a mí me maravillaba ver a mi mejor amigo Max con una gran sonrisa cuando preparaba el desayuno.

—Quiero cortar —insistí.

—Dije que no, Caramel.

Max examinaba los nudillos de mis manos con interés. Max tenía la costumbre de jugar con mis manos, algo que hacía desde muy pequeños. Su agarre debía sentirse como siempre, pero en ese momento hizo que me sintiera extraño. Él estaba provocándome.

—Quiero ayudarte en todo. Si me corto, qué importa. Los cortes me enseñarán a no cometer el mismo error, y poco a poco sabré sujetar el cuchillo. Seguramente al principio también fue difícil para ti —volví a insistir, pero está vez tiré mi mano para que él lo soltara.

— Te dejaré, pero ten cuidado —accedió sin liberar mis manos —. Corta las naranjas sobre la tabla, así será menos peligroso. No quiero que te cortes las manos de niña que tienes.

—No tengo manos de niña —dije intentando liberar mis manos otra vez.

Agradecí que la mamá de Max apareciera en la cocina, porque si continuábamos solo los dos, de seguro Max me hubiese recordado que mis manos eran como las de su enamorada: Delgadas y pequeñas. Me dieron ganas de agarrar el cuchillo, cortar las naranjas y, a propósito, hacerme un corte. Una curita, pensé, haría que mis manos no se vieran como el de las chicas, porque las chicas tienen las manos perfectas.

La mamá de Max se preocupó cuando creyó que me había cortado. Ordenó que me sentara y que no hiciera nada. Ella era sobreprotectora conmigo, a pesar de que no lo era con Max, ya que solía decir que si me pasaba algo tendría que rendirles cuentas a mis padres, y eso era algo que ella quería evitar a toda costa.

Max quería mucho a su madre, por eso él hacia esas actividades que un adolescente de su edad no haría. Al igual que Max, yo no sentía un interés personal por realizar esas actividades. Si hubiese estado en otra casa, con otras personas, no me hubiera preocupado por cortar naranjas. Yo quise cortar las naranjas solo porque quería ayudar a mi amigo y también para estar más cerca de él, solo por eso, porque lo quería mucho.

-----------------

Hola!! 

lamento no actualizar seguido. No prometo retomar como antes, porque sería mentir, pero trataré de retomar.

Muchos besos!!!

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora