31 - El libro de matemática

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Durante el primer año de la secundaria, Mis compañeras del colegio sintieron celos de mi amiga Cristal por la única razón de lograr tener una gran confianza con mi mejor amigo Max. Todas las que rondaban a Max tenían esperanza de ser su centro de atención, pero no lo consiguieron, por eso no les agradaba Cristal, porque mi amiga logró ganarse la amistad de Max a pesar de ser poco femenina, como solían decir sus comentarios.

La enemistad provocada por una tonta razón, quizá pudo ser ignorada por Cristal y por mí, porque al fin y al cabo Cristal no necesitaba de esas chicas para tener compañía. Cristal y yo nos acompañamos en el salón de clases y durante el recreo se nos unía Max. Ignorábamos las caras largas de las chicas celosas, porque no nos íbamos a angustiar debido a pataletas de adolescentes enamoradas.

Lamentablemente ellas no se mantuvieron a cierta distancia con sus desagradables gestos, ya que que se atrevieron a hostigar a mi amiga indirectamente. Ocultaban sus cuadernos, hacían que sus cosas se cayeran al suelo según ellas por pura casualidad, la engañaban diciéndole que algún profesor le habían dejado tareas como llevar cuadernillos a la sala de auxiliares, hacían desagradables comentarios sobre cierta chica de la cual no mencionaban su nombre, pero que me hacía sentir incomodo, porque sin duda hablaban mal de mi amiga.

No lo soportaba, y a pesar de ser problemas de mujeres, tenía una gigantescas ganas de reclamarles a las chicas el mal trato que le estaban aplicando a mi amiga... pero no debía involucrarme. No está bien visto que los chicos enfrenten a las chicas, porque ellas son delicadas a diferencias de los hombres... aunque ellas daban miedo cuando querían.

— Caramel, mi libro de matemáticas desapareció —me dijo Cristal luego que sonara el timbre de la salida—. Ayúdame a buscarlo—. Ella miró bajo su carpeta y a su alrededor.

—Cristal, estoy seguro que no se te ha perdió, más bien lo han ocultado.

—No puede ser, y lo peor, mi libro favorito. Por qué no se llevaron mi libro de comunicación, el de sociales o el de religión, no sé, cualquier otro libro; pero tenía que ser el de matemáticas. Esto esta yendo demasiado lejos.

—Debió ser alguna chica —dije, pero me arrepentí. No tenía por qué involucrarme... pero Cristal era mi amiga.

—Ah, sí, ya me estoy hartando —se quejó recostándose en su carpeta, pero se incorporó de inmediato —Son Chicas bobas. Deberían dedicarse a hacer sus tareas, en lugar de andar preocupándose en que si les quito o no les quito a Max.

—Diles a los profesores.

—No, no quiero, porque no van a hacer nada. Los profesores están más interesados en sus propias vidas y problemas que en sus alumnos. Nosotros somos sus pesadillas.

Suspiramos resignados. Cristal trató de no darle importancia a su libro de matemáticas. Guardo su cuaderno y su cartuchera en su mochila, y antes de ponérselo sobre su espalda, dijo:

—Pero ya verás cuando me entere quienes es la persona que está ocultando mis cosas, aunque sospecho quienes son.

De repente, una de mis compañeras dejó caer un papelito sobre mi escritorio. No volteó a mirarnos, solo apresuró su paso de inmediato y desapareció atrás de la puerta junto a la gran mayoría de mis compañeros.

—Te dejaron una nota — Cristal se mostró curiosa.

—Vámonos, no me gusta que me dejen notas —me puse de pie.

—Y si es una de esas cadenas que tienes que seguir por el bien de tu integridad física, o peor aún, de toda tu familia. Ese tipo de cadenas son fatales.

—No creo en esas cosas.

—Yo tampoco, pero quiero leer— Cristal agarró el papel emocionada y lo desplegó.

El semblante de Cristal cambio. Se mostró seria. Se puso de pie y salió del salón sin decirme nada. Me sorprendió. No demoré en ir tras de ella luego de agarras su mochila. Salí del salón de clases. A penas pude ver a mi amiga desviando su camino hacia la dirección de los servicios higiénicos de las mujeres.

— ¡Esas brujas! —escuché un grito enojado cuando estuve cerca de la entrada.

—Cristal, ¿estás bien? —pregunté dando un paso hacia la puerta para cruzarla, pero recordé que era el de las mujeres. Me detuve de inmediato.

Cristal no me dio ninguna repuesta. Fue vergonzoso. Un impulso involuntario me indujo a empujar la puerta para ver dentro del servicio para mujeres, donde muy a los lejos, en el último de los cubículos, pude ver a mi amiga agachada. El impulso involuntario me empujó aún más lejos. Caminé el largo pasillo hasta estar junto a mi amiga.

El libro de matemáticas forrado con uno de los personajes favoritos de mi amiga, se encontraba tirado en el suelo junto a un retrete malogrado del cual se estaba derramando agua sucia. El libro estaba estropeado. Se encontraba sin la pasta posterior y se notaba que muchas de sus hojas habían sido arrancadas.

—Como lo supiste —le dije sin comprender.

—Fue por esto— ella me dio la nota que decía:

"Fueron Dulce y Fresa, ellas lo robaron de la mochila y lo tiraron en el cubículo del inodoro malogrado, yo las vi"

Cristal levantó su libro estropeado sin ningún asco y salió con paso seguro sin decirme nada. Ella me asustó un poco. Fue la primera vez que la vi muy seria desde que la conocí. Me dio tanto miedo, que no me atreví a decirle nada, solo la seguí por temor a que pasase algo que le pudiera afectar.

Cristal cruzó el portón de la escuela. Afuera del colegio los alumnos se encontraban riéndose entre amigos, socializando, coqueteándose. A una cierta distancia la mirada de Cristal me hizo ver a dos chicas riéndose tan felices, pero sus risas me parecieron cargados de burla. Dulce y Fresa se encontraban acompañadas de cierto grupito desagradable que tenía la manía de mirar a todo el mundo con asco. Los gestos despreciables de los chicos advirtieron a Dulce y a Fresa la presencia de Cristal atrás de ellas.

—Y tú, qué quieres —dijo fresa mirándola con asco al ver el libro mojado en las manos de mi amiga.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora