37 - Compresa fría

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Nunca antes me había aterrado tanto. Nadie espera que le suceda una situación tan violenta como aquella. Que una persona te fuerce a hacer lo que no quieres es lo peor que puede suceder...

Francis, el primo de mi mejor amigo Max, intentó forzarme. Siempre, desde que lo conocí, traté de ignorar su desviada inclinación sexual tan solo por ser el primo de Max. Pero ser el familiar de mi mejor amigo no logró que Francis se ganara mi confianza, porque su actitud pegajosa conmigo siempre fue desagradable. Me molestaba demasiado. En varias oportunidades, cuando tenía la mala suerte de quedarme a solas con él, me hacía propuestas indecorosas sin ni una pisca de vergüenza.

Ese día, cuando Francis perdió la razón, fue horrible. Sus manos tocándome y sus labios húmedos besándome en contra de mi voluntad... Me causó náuseas tan solo imaginar lo que habría estado pasando por su mente sucia cuando me mantuvo quieto sobre la cama con su cuerpo sobre el mío.

Mientras me mantuvo privado en la cama, me traté de convencer que debía ser una pésima broma de mal gusto... una broma sin fin. Francis solo desistió de su pésima broma cuando logré escapar de sus agarres. Aunque él no me liberó por su cuenta, continúe convenciéndome que era una broma, porque no había otra explicación de tanta maldad... pero al recordar su sucia mirada me estremecía al pensar qué hubiese pasado de no haber escapado.

Pude salir de mi escondite solo cuando mamá regresó a casa. Me quedé en mi habitación con una compresa fría en mi mejilla el cual ella me dio preocupada. Le dije que me había golpeado con la silla después de sufrir un resbalón. No dejé que se diera cuenta de mis otras magulladuras.

Me dolía el rostro, las muñecas de mis manos; cada parte que las sucias manos de Francis había tocado, pero... me dolió aún más que mi mejor amigo Max me viera con las magulladuras que su primo me había provocado. Me pregunté qué pasaría si le decía que el causante había sido Francis: ¿Se molestaría con él? Empecé a formular mentiras convincentes en mi mente con tal de evitar cualquier conflicto con su primo. No quería que se enojara con él, porque Francis era su familiar más cercano.

—Hola —le saludé con una leve sonrisa sin dejar de mantener la compresa fría sobre mi rostro.

Max cruzó la puerta de mi habitación. Mis manos temblaron y sostuvieron con fuerza la compresa fría. No quería que viera mis moretones. Bajé la mirada angustiado, pensando que decirle. Max caminó hacia mí. Temblé. Elevé la mirada y me di cuenta que él también tenía una compresa fría sobre su rostro, el cual dejó a un lado cuando estuvo frente a mí.

—Max, qué te pasó — dije preocupado. Sin darme cuenta retiré la compresa fría de mi rostro.

—Esto —Max examinó mi rostro con sus manos—, fue Francis.

El suave rose de las manos de Max sobre mi rostro me hizo estremecer de dolor. Mi piel lastimada no me dejó fingir lo lesionado que estaba. Francis fue muy malo. No dudó en golpearme con fuerza cuando intenté escapar de su agarre tan doloroso.

Max retrocedió un paso lejos de mí. Sus puños tensos me agobiaron. Antes de que diera otro paso, me apuré en cerrar la puerta. Me quede quieto, obstaculizando el camino si tenía pensado salir.

—Qué te pasó, Max., por qué tienes el rostro lastimado.

—Francis debe odiarme tanto. Él supo muy bien donde golpearme. Lo golpearé aún más, quiero golpearlo mucho más. Yo también se dónde hacerlo. Le va a doler tanto como a mí.

—No, Max, no te entiendo. Qué estás diciendo. Por qué piensas que Francis tiene algo que ver con esto —traté de negarlo, era lo correcto—. Estoy lastimado, pero no es por culpa de Francis... yo... fui muy torpe...me resbalé. Tu primo no tiene la culpa de nada. No hables como si lo odiaras, por favor.

No me gustaba mentirle, pero no quería que se disguste con su primo. Max no me pareció nada convencido. Él intentó agarrarme las manos, pero instintivamente las oculté en mi espalda. Mi torpe movimiento fue una pésima decisión. Max insistió. Sin que pudiera evitarlo más, tuve que dejar que viera mis magulladuras. Las mangas largas de mi polera no pudieron ocultar el horrible morado verdoso que los fuertes apretones de Francis habían dejado en mis muñecas.

—No me mientas —dijo con un tono muy serio.

Desvié mi mirada avergonzado.

—Yo.... —no pude continuar con mi mentira—, discutí con él y se salió un poco de control, pero esto no tiene importancia, porque soy un hombre. Somos amigos, y aunque esto magulladuras son una ridiculez, sé que te preocupas por mi igual que yo por ti. Max, estoy bien, soy un hombre, no me duele nada.... pero tú, qué te pasó.

—Tuve una fuerte discusión con Francis por haber lastimado a mi persona favorita, a mi mejor amigo, al único que amo.

Sentí mucha vergüenza que Max supiera que Francis intentó forzarme como si fuese una mujer delicada. No dije nada para evitar cualquier comentario incómodo. Pero... no entendí. Francis debió contarle a Max de su pésima broma de mal gusto, pero con qué intención... Fue preferible callar, no hacerle preguntas de cómo lo sabía. Preguntarle a Max quizá pudo complicar aún más la situación con su primo y eso era lo que menos quería.

Examiné su rostro magullado. No se veía nada bien. Si no hacía nada, el rostro atractivo que les gustaba a las chicas iba a lucir lamentable por muchos días. Agarré la compresa fría y se lo sostuve en su rostro.

—No me importa lo que me pase —retiró la compresa de su rostro y lo sostuvo sobre mi rostro—mientras que Caramel este bien, yo también lo estaré.

—Max, mientras estés bien —agarré la compresa que Max había dejado de lado cuando entró en mi habitación y se lo puse sobre su rostro —yo también estaré bien. 

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora