—No he estado durmiendo muy bien.

—Tampoco ha estado comiendo.

—Usted sabe que cuando estoy ansioso se me cierra el estómago.

Asintió, retirando las manos y mordiéndose los labios en una clara muestra de impotencia o de pena.

Me sentí culpable por preocuparla, pero era consciente de que mi estado de ánimo escapaba a mi voluntad. Desde hacía muchos años me resultaba imposible controlarlo.

Sonó el portero eléctrico y Malena me regaló una sonrisa mientras comenzaba a caminar con su tranco pesado hasta el aparato para responder.

—Está bien. Sí, en un momentico el señor ya baja.

Colgó y volvió hasta donde permanecía parado, dubitativo. Sabía lo que me diría, por lo que intenté disfrazar mis nervios aspirando aire tan profundo cuanto me fue posible.

—Lo están esperando abajo, señor.

—Gracias, Malena. Me cambio en un minuto y bajo.

Al volver, me aguardaba con un abrigo, mi cartera y un par de anteojos oscuros. Los tomé y le agradecí con la mirada.

—¿Seguro estará bien? —volvió a preguntar.

—Claro, solo iré hasta el atelier del diseñador y vuelvo.

—Cualquier cosa le indica a la seguridad que me hable. Sería más fácil si llevara su teléfono de nuevo con usted.

—No quiero que me moleste nadie. En especial Marrero.

Frunció el gesto y me acompañó hasta el palier privado.

—Gracias por todo, Malena. No sé qué hubiera hecho este tiempo sin usted —le dije ni bien abordé el elevador, pulsando el botón de la planta baja.

—Usted es fuerte, señor; recuérdelo siempre.

Asentí mientras las puertas automáticas se cerraran. Quería creer tanto como ella en lo que me decía.

La salida del edificio fue un completo caos. Pero el intento de ingreso al shopping mall fue aún peor; tanto, que para llegar hasta el local donde debía probarme la ropa que quería comprar para el bendito encuentro y para algunas otras salidas, debería ser custodiado por efectivos de la seguridad del lugar.

Me resultaba imposible tener un solo segundo de sosiego.

Los paparazzi no me daban respiro. Siempre al acecho, todo el tiempo siguiendo mi auto a cualquier parte que quisiera ir; poniendo a todo el mundo en peligro, con el único propósito de conseguir una fotografía que luego venderían al mejor postor o rematarían en línea.

Mi guardaespaldas ingresó en el auto donde lo aguardaba, preso por la multitud que nos rodeaba. Me informó que debía aguardar a que llegara la seguridad.

—¿Y si nos paramos más cerca de la entrada? —estaba comenzando a sofocarme ahí dentro.

—Imposible, señor. Hay mucha gente.

Alguien debía de haber hecho correr el rumor de que esa tarde iría a aquel sitio.

Vi a un grupo de uniformados tratando de hacerse paso entre la multitud. le hice un gesto a mi guardaespaldas para que dispusiera el cerco para poder salir.

Al poner un pie fuera del coche, los micrófonos y las cámaras se abalanzaron sobre mí, sobrepasando a los efectivos.

—¿A qué ha venido a la Argentina?

—¿Es cierto que ha intentado quitarse la vida?

—Su discográfica afirma que no debe terminar el año sin que nuevo material suyo sea editado, ¿será un disco en inglés o en español?

TAMBIÉN LO RECUERDO TODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora