14. Davo

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Me subí a la limusina acompañado por Marrero. No tenía ganas de hablar, por lo que no le respondí cuando me preguntó si había estudiado el texto que me había dado más temprano.

Salimos de la isla en donde vivía.

Contemplé los cruceros que se enfilan cada día del otro lado del causeway y del Main Channel, deseé poder concretar la promesa de escape que representaban. Pero sabía que para mí no existía tal cosa, hacía mucho que había renunciado a los beneficios del anonimato. Tal vez por eso había estado anhelando tanto mis primeros años en Miami últimamente. Añoraba la libertad para hacer lo que se me antojara, aunque debiera penar juntando centavo sobre centavo para pagar la renta o para poder ir al supermercado. Aquel chico que hacía ejercicio en la playa porque no podía darse el lujo de pagar un gimnasio y que participaba de cuanto casting o concurso surgiera, poseía algo que hacía rato yo había perdido. ¿Eran sueños? ¿Era la ambición? ¿Era el deseo innato de sentirse mejor? No lo sabía, pero debía reencontrarlo si no quería volver a ese abismo que asomaba todo el tiempo en mis pensamientos, empujándome a la oscuridad. Seduciéndome para poder terminar de una buena vez con todo.

Pasamos la calle 32 y el auto se dispuso a abandonar Florida State Road para tomar el driveway del hotel. Una multitud aguardaba en la entrada, por lo que nos vimos obligados a avanzar a mínima velocidad. Los reporteros comenzaron a abalanzarse sobre el vehículo ni bien advirtieron nuestra llegada. Los guardias de seguridad nos fueron abriendo un camino entre el gentío para que pudiéramos llegar hasta la puerta del edificio. Esa era la primera vez que salía de mi casa desde que había sido dado de alta y abandonara el hospital. Debería haber supuesto que ocurriría semejante tumulto, pero no estaba preparado. Creo que nunca se llega a estarlo del todo. Ni siquiera los tranquilizantes lograban mantenerme compuesto. Ingresé en el hotel casi escondido, agachado y protegido por cuatro guardaespaldas. Corrí hasta la oficina en donde debía aguardar el inicio de la conferencia de prensa.

Malena se percató de mis nervios mientras esperábamos, nunca se le escapaba nada. Me ofreció un vaso con agua fresca. Se lo agradecí con un gesto, ella respondió colocando su mano sobre mi antebrazo. Busqué su mirada y vi que sus ojos oscuros me decían que no debía preocuparme, que todo estaría bien.

Después de encontrarme en aquella bañera, algo había cambiado en ella, comenzaba a mostrarse más cercana, a decirme lo que le parecía sin que se lo preguntara. A hacer gestos como ese, impensados en otro tiempo. Quizá era la única que lograba comprenderme.

Tal vez no estaba tan solo como sentía.

Marrero volvió a la oficina diciendo que los periodistas estaban impacientes y que debíamos comenzar de inmediato. Me retocaron por última vez el maquillaje. Luego seguí a mi agente hacia la sala donde aguardaba la prensa. Nos escoltaba un asistente de producción, Malena y un guardaespaldas. Nos detuvimos ante una puerta doble. Marrero me hizo una seña indicando que ingresaría primero para dar algunas pautas y hacer una breve introducción. Tragué saliva. Respiré hondo tratando de tranquilizarme, buscando el ánimo para llevar a cabo todo lo que había estado elaborando una y otra vez en mi mente, durante noches en vela y días cargados de incertidumbre. Todavía no estaba convencido de que fuera lo que realmente quería hacer, por lo que pedí de nuevo el guion que había armado el estudio de abogados para repasarlo.

Un sinfín de miradas expectantes me siguió hasta que me senté en el centro de una gran mesa dispuesta frente a un salón repleto de reporteros y corresponsales. Aclaré la garganta. Los flashes comenzaron a dispararse sin pausa. Escondí la mirada intentando evadir el preconcepto que había hacia mí. Sabía que era un sitio atestado de gente dispuesta a poner en tela de juicio cualquier cosa que se dijera allí dentro, con la intención agazapada de recordarme cada error cometido en las últimas tres décadas de mi vida pública o privada.

—Buenas tardes —comenzó mi agente—, como ya les dije, primero que nada queremos agradecerles a todos por haber venido hasta aquí y por demostrar interés en la versión real de los recientes acontecimientos. Comenzaremos con una breve declaración que Davo tiene ganas de brindar y luego haremos una rueda de preguntas para disiparles cualquier duda.

Quité la mirada del papel que había colocado en la mesa y que contenía las palabras que se suponía que debía decir. Los flashes y las potentes luces de las transmisiones en vivo me encandilaron, por lo que decidí focalizarme en el micrófono que tenía delante.

Aún no decidía si lo que tenía en mente era lo que tanto necesitaba.

—Buenas tardes —imposté la voz, tratando de ocultar el miedo—. Les pedimos que vinieran porque...

Recorrí la sala mientras volvía a pensarlo todo.

El silencio era total, podía ver los rostros concentrados, atentos.

Por un instante, pensé que las decenas de micrófonos que apuntaban hacia mí desde más adelante eran capaces de captar la alocada carrera que daba mi corazón.

A un costado de la sala, muy cercana a la mesa, mis ojos se encontraron otra vez con el gesto de aliento de Malena.

—Quería reunirlos a todos, porque... deseaba... comunicarles... —volví a dudar, por lo que repasé rápidamente las palabras impresas en el papel— que he decidido... tomar un largo descanso de mi carrera. Voy a hacer un alto aquí y me alejaré de Miami. Es muy posible que viaje a mi país en los próximos días y allí trataré de dilucidar cómo continuar y si deseo hacerlo como hasta ahora. Muchas gracias por haber venido.

Me puse de pie.

El interior del cuarto estalló en un segundo.

Los periodistas comenzaron a gritar cada vez más alto, tratando de que sus preguntas se escucharan por sobre las de los demás.

Apuré el paso hacia la salida, seguido por la mirada perpleja y colérica de Marrero, que parecía que en cualquier momento me saltaría encima.

El lugar se había convertido en un caos de empujones y arrebatos.

Penséque las piernas no me responderían al abandonar la sala.

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