Marcus Kane que se acercó a probar un poco de la enorme pieza de carne sazonada que estaba servida junto a bandejas de frutas y verduras cocinadas en deliciosas especias se llevó un pedacito a la boca y lo saboreó minuciosamente antes de sonreírse ligeramente y mirar de reojo a Abby que hacía lo mismo.
—Está bueno, ¿eh? —viendo como a ella también parecía gustarle—. Podría acostumbrarme a esto.
La Canciller sonrió y tomo un pedacito más viéndole servirse algo de malta fermentada y aguamiel probándolo.
—Estoy segura —medio sonrió Abigail la cual bien podría adaptarse de igual forma. Fijándose luego en Clarke a lo lejos con cierta responsabilidad.
—Le irá muy bien —le aseguró Kane al adivinar su preocupación, viendo a Titus y a otros embajadores acercarse para intercambiar opiniones con ella y algo de aguamiel.
—Eso espero —dijo Abby sincera recordando cuando Clarke era tan solo una niña de la que no había que preocuparse—. Me preocupa que todo esto la supere otra vez.
—Demosle un voto de confianza, se lo ha ganado —apuntó Kane sonriéndose débilmente—. Se ha vuelto muy madura para su edad. Clarke comprende los riesgos, y lo mucho que está en juego. Sé que jamás haría nada que supusiese ponernos en peligro a todos nosotros. Es una buena líder, como su madre.
—Ojala fuese así —dijo Abby bajando la mirada a la mesa.
—Eres una buena líder Abby, ¿por qué dices eso? —la miró enseguida él preocupado al oírla.
—Marcus esto no se me da tan bien como a Clarke o a ti, lo he estado pensando mucho y quizás sea mejor que seas tú quien tome el mando de Arcadia —admitió ella mirándole.
—¿Pero...?
—Vamos, seamos sinceros esto se te da mejor a ti que a mi. Tú eres bueno intercediendo, negociando. Quieres comprender y comprendes lo que la Comandante quiere en todo momento y mira con el respeto con el que te diriges a los otros clanes. Yo nunca podría ser tan buena como tú en esto, yo no me guío por la razón, me guío por el corazón y puede que ahora mismo no pero que algún día haga algo estupido que pueda provocar incientes innecesarios. Te pido que consideres eso, y que por favor aceptes mi insignia —le dijo Abby quitándosela de la chaqueta para colocarla en la suya.
Marcus que no supo bien que decir ante tal honor, tragó despacio.
—Me esforzaré en hacer lo correcto y en que nunca tengais que arrepentiros de darmela —prometió él llevándose la mano a la insignia ahora colocada sobre la solapa de su uniforme.
Abigail que retrocedió para verle bien forzó una sonrisa cansada.
—Sé que lo harás —dijo inclinándose para posar un sentido beso sobre su mejilla. Estaban juntos en todo esto, y Kane había pasado de ser su mayor contrincante a ser su mejor aliado.
Clarke que se llevó la copa a los labios ataviada con ropas trikrus y arduas pinturas en el rostro bebió un poco antes de asentir a lo que Titus y Leena, otra de las embajadoras le decían, viendoles alejarse. La ceremonia del banquete le estaba pareciendo terriblemente interminable, tanto que el sol ya casi había desaparecido por completo en el cielo haciendo refrescar la tarde.
Bellamy que no le quitaba ojo de encima apostado a un lado de la mesa se sonrió al verla relacionarse así. Clarke sin duda estaba hecha para esto. Era puramente natural en ella mostrar unas dotes de liderazgo así.
Decidió aprovechar que la vio sola para levantarse y acercarse a ella.
—Está usted preciosa, embajadora —dijo nada más llegar a ella inclinando la cabeza en una dócil reverencia que hizo que se sonriera.
Clarke que volvió la cabeza al oírle medio sonrió un poco también sujetando la copa vacía con la mano junto a su pierna.
—No tiene gracia —dijo ella sin poder evitar que el rubor cubriese ligeramente sus mejillas aun no acostumbrada a tantas atenciones.
Bellamy que arrugo un poco la nariz, ladeo la cabeza guiñando un ojo algo reflexivo.
—Un poco si, ¿no crees?
Eso hizo que reir a Clarke, cosa que a Bellamy le encanto poder volver a oir. Hacia mucho tiempo que no escuchaba su risa.
—¿Qué tal has pasado la noche? —quiso saber él ya que ella llevaba algunas horas en la capital—. ¿Te tratan bien?
Clarke asintió con la cabeza mirándole.
—Son amables conmigo.
—Eso está bien, ¿no?
—Si, aunque solo lo hacen porque Lexa se los ha ordenado —reconoció Clarke con un gesto resignado aún no sintiéndose del todo parte del resto.
—Pronto descubrirán lo que vales y te aceptaran entre ellos, estoy seguro de eso —dijo Bellamy reconfortante.
El sonido distintivo de los tambores se detuvo abruptamente dejando todo en completo silencio. Clarke levantó la vista y Bellamy se volvió hacia el largo pasillo que separaba las mesas de la plataforma para ver que pasaba.
El pesado sonido de pisadas retumbó por todo el suelo en una deliberada marcha que hizo que las mesas y el suelo temblasen.
Pronto, seis parejas de guerreros trikrus ataviados con ceremoniales ropajes y pinturas negras y blancas marcando sus rostros y cuerpos se colocaron solemnemente unos frente a otros repartidos por igual a cada lado de la roja y larga alfombra.
Pesadas arcas llenas de tierra y de nieve fueron arrastradas desde alguna parte quedando al comienzo de la alfombra.
—¿Qué es esto? —preguntó casi para si Bellamy con desconcierto fijándose bien en ello.
Los hombres se movieron al unisono y fueron tomando las asas de cada pesada arca hasta que todas estuvieron ocupadas por una pareja. El tribal sonido de los tambores volvió a acometer en el aire convirtiéndolo en todo un ritual. Cada pareja entonces dejo caer la tierra y la nieve al tiempo que andaban majestuosamente hacia los pies de la tarima donde el altar se erigía dejando un rastro de Azgeda y Trikru por el camino que los contrayentes recorrerían.
Clarke que arqueo ligeramente una ceja viendo como al llegar al altar los guerreros se apartaban apostándose a ambos lados de la pasarela de la plataforma contuvo la respiración.
Había llegado el esperado momento.
Los tambores pararon abruptamente sumiendo todo en silencio. Eision, el maestre ceremonial requerido y consagrado por ambos clanes para glorificar la unión se situó de pie tras el altar. Su rostro envuelto en una mascara de frialdad y desafecto. Sabiéndose superior y absolutamente supremo.
—¡Pueblo de Azgeda! —reclamó el maestre dirigiéndose hacia el lado izquierdo donde parte de sus guerreros y sus gentes se habían aglomerado para no perderse nada—. ¡Clamad a las tormentas, a las avalanchas y al frío extremo! ¡Vuestro príncipe, príncipe de la Nación del Hielo se desposa!
Todos, absolutamente todos los habitantes de la Nacion del Hielo allá donde estuviesen, bramaron tres veces cruentos gritos de guerra que rompieron de nuevo el silencio.
Roan, príncipe heredero de Azgeda apareció al inicio de la ahora, consagrada alfombra.
Clarke que se fijó en la fríaldad de sus ojos y en la determinación en su mirada tragó sintiéndose extrañamente amenazada.
Roan, llevaba el torso completamente desnudo, y su piel destacada con símbolos y pinturas negras en honor a Heda, su futura esposa y a sus gentes. Recorriendo decididamente el camino de tierra y nieve que se iba hundiendo bajo sus pesadas botas llegó al maestre Eision y se quedó de pie frente a él.
—Skykru va a tener que poner de moda las camisetas —murmuró Bellamy con cierto recelo en la mirada hablando por lo bajo.
Alguien cercano a él le chisto susurrante para que se callase.
El maestre que inclino la cabeza al mirar a Roan se dirigió de nuevo al pueblo.
—¡Pueblo Arbóreo! —reclamó ahora el supremo dirigiéndose hacia el lado derecho donde súbditos y guerreros se apostaban para no perder detalle alguno—. ¡Clamad a la naturaleza, a la madre tierra y al viento! ¡Vuestro Heda, Comandante de la Sangre y líder de la Nación Trikru se desposa!
Los tres gritos de guerra que rasgaron el aire de la tarde fueron aún más feroces y fieros que los anteriores, sumiendo al terminar la atmósfera en un sepulcral silencio.
Hubo un tenso momento cuando nadie vislumbro a Lexa al pie de la alfombra. Instantes después y cómo si de una aparición se tratase la Heda de los Trece Clanes emergió absolutamente arrebatadora.
Clarke que no la había visto jamás así se quedó con la boca tan abierta como el resto. De por si Lexa era hermosa, una belleza inusual y exótica a la par que indudable, pero en aquellos momentos le parecía más una diosa que cualquier otra cosa.
El ondulado y largo cabello oscuro le caía en cascada sobre la espalda adornado con sencillas flores silvestres y blancas que se prendaba de cada mechón de pelo. Cada pliegue del vestido de color azul zafiro, ciñéndose a su esbelto cuerpo engarzado con escarcha y frías estalactitas en honor a la Nación del Hielo y a su futuro esposo.
La gélida mirada en sus ojos apenas dejando entrever ningún tipo de emoción, disfrazando la rojez de horas previas que despuntaba en ellos. Lexa se quedó mirando lejanamente el final de la alfombra viendo a Roan de espaldas a ella, y al supremo contemplar su hermoso rostro. La imagen de Costia sonriendo sentada entre flores riendo a carcajadas mientras charlaban surgió en su mente, el sonido de sus propios gritos al encontrar su cabeza tendida sobre su cama. La sonrisa de Clarke cuando compartieron aquel cómplice momento en que parecía que todo volvería a marchar bien alguna vez para ella, su bello rostro durmiendo tras escapar de la salvaje bestia.
Titus que contempló como se quedaba estática carraspeó a lo lejos queriendo traerla de vuelta a la realidad y llamar su atención.
Lexa ni siquiera se dio cuenta de cuanto había estado conteniendo la respiración hasta que forzó a su cuerpo a avanzar por la temible alfombra obligándose a desterrar aquellas imágenes y recuerdos de sus pensamientos.
Bellamy que como todos la siguió atentamente con la mirada sintió como Clarke se movía imperceptiblemente a su lado y la miro. Tenía toda su atención puesta en ella, en cada paso, en cada movimiento viéndola llegar hasta el final. Insólitamente sintió un poco de celos de que ella acaparase tanta atención por su parte y se presionó a volver la mirada a la ceremonia.
Clarke algunas veces mostraba indicios de ser una persona completamente distinta a la que una vez él creyó que había sido. Algunas veces, como esta...
Lexa que quedó frente al maestre ceremonial ni siquiera miró a Roan. Titus al darse cuenta de ello, paso por detrás de la multitud discretamente hasta llegar donde se encontraban ellos ocupando una posición cercana. Los sonidos de los tambores cesaron cuando el maestre se dispuso a hablar.
—¡Pueblo hermano de los Trece Clanes en este gran día nos disponemos a contemplar la unión de la honorable Heda, Comandante de la Sangre y el impío guerrero Roan, Príncipe de Azgeda!
La reina Nia que estaba situada en primera fila junto a su gente contempló con cierta sorna como el supremo recitaba esas palabras, antes de fijarse en Ontari a su lado con los ojos clavados en Roan.
—Fijate bien en ellos —susurró arrastrando las palabras con saña sin quitar la vista encima ahora de Lexa—. Así es como se derroca a una arpía y se forja un imperio.
Ontari que ignoró sus palabras simplemente contempló a Roan en silencio tragándose el dolor de ver como el hombre al que amaba era desposado por la mujer más poderosa, importante y peligrosa de los trece pueblos. De haberlo Nia permitido, Roan podría haber sido solo suyo, no podía dejar de pensar.
—¡Procedamos al más sagrado de nuestros juramentos! —anunció el maestre en voz alta dirigiéndose a ellos. Roan y Lexa se volvieron al fin el uno hacia el otro quedando de frente entre ellos. Sus gélidos ojos encontrandose con los del otro, estudiándose en silencio.
El maestre sacó una daga ceremonial y la extendió hacia Roan primero.
Él inconscientemente dirigió la mirada hacia Ontari pero rápidamente corrigió su error al sentir los glaciares ojos de su madre posarse en ellos. Roan tomó la daga y extendió la mano depositando sus ojos en los determinantes ojos de Lexa. Colocando la afilada punta sobre su palma movió la daga abriendo su piel hasta que sentir la sangre brotar y derramarse en gotas sobre la alfombra cubriendo la mezcla de tierra y la nieve.
—¡Mi sangre, es ahora tu sangre! —articuló él con firmeza cerrando su puño para que la sangre resbalase aún más sobre el suelo—. ¡Y siempre que me lo pidas sangraré por ti!
La cabeza de Roan sin apartar los ojos de ella se inclinó ligeramente mientras posaba su rodilla en el suelo en señal de respeto y devoción por ella. Levantándose escasos segundos después.
El maestre que pareció complacido extendió la daga ahora hacia Lexa cuya cara enmascaraba aversión, inquina y rencor. De haber querido, perfectamente podría haberle cortado el cuello con ella allí mismo delante de todos los presentes y nadie podría hacer nada por evitarlo, se dijo en un momento dado.
El rostro de Titus a lo lejos tras Roan le recordó el verdadero motivo por el cuál hacia esto y alargando la mano tomo la daga y se cortó la palma de la otra lentamente con ella sintiendo la sangre llenar su palma y resbalar entre sus dedos hasta caer al suelo.
—¡Mi sangre! —formuló ella en voz alta costándole un mundo poder seguir logrando que sus ojos se desviasen a lo lejos hasta Clarke fugazmente antes de volver a los de Roan, solo así pudo proseguir con la promesa sin que el asco y el desprecio se apoderasen de su voz—. ¡Es... ahora... tu sangre! ¡Y siempre que me lo pidas... sangraré por ti!
Clarke que tragó con fuerza al haber sentido aquella mirada, bajó ligeramente los ojos no queriendo ser testigo de aquello.
Nadie jamás la había visto arrodillarse ante nadie, ante nada. Le parecía toda una humillación para ella después de todo lo que había pasado a causa de la Nación del Hielo.
Por dios, ella era Heda de los Trece Clanes, líder del Pueblo Arbóreo, visionaria y portadora de la paz de todo el pueblo trigeda no podía verla sometida así.
Mejor dicho, no quería verla insultada así. Conociéndola como pocos la conocían, entendía el doloroso momento que este acto supondría para ella.
Bellamy que apenas conocía la historia, se la quedó viendo desde lejos. No parecía que Lexa fuese a hacerlo, no lo parecía en absoluto. Una pequeña incertidumbre se apoderó de todos los asistentes, especialmente de las gentes de su pueblo.
Titus que endureció su mirada clavó sus ojos en Lexa señalando discretamente pero con firmeza hacia el suelo. Ella que se quedó inmóvil en silencio, tuvo que hacer su mejor esfuerzo para tragarse todo su orgullo e inclinar la cabeza antes de hendir la rodilla sin siquiera tocar el suelo antes de levantarse de nuevo.
Los doce clanes estallaron en gritos, voces, aplausos y tambores de nuevo, sobresaltando a skykru que desconocía lo que siguiente que ocurriría. La música volvió a sonar y Roan y Lexa se dieron la espalda ascendiendo pesadamente cada uno por la pasarela hasta llegar a lo alto de la tarima. Allí cada uno alzó la mano sangrante como muestra de honor hacia su pueblo y los clamores se incrementaron.
Ambos se cruzaron sin mirarse en medio de la plataforma al dirigirse a sus respectivos asientos precidiendo el ahora si que si nupcial banquete.
Lexa ocupando el trono situado en el lado izquierdo expuesta a los pobladores de la Nación del Hielo y Roan ocupando el trono del lado derecho donde el Pueblo Arbóreo pudiese contemplar su imponente valía.
A Clarke le pareció ver como Lexa desviaba la mirada enjugandose una dolorosa lágrima con disimulo antes de endurecer friamente la mirada sabiendose contemplada por la Nación del Hielo de una u otra manera.
Nia que dibujó una implacable sonrisa al verla derrotada ante si, pero sobretodo ante los suyos no pudo sentir una mayor satisfacción en aquellos momentos.
La fiesta ahora si que estaba servida.
Continuara...