Habitación 260

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Capítulo 17: Parte III

Lauren, 5 de junio; Miami

Si Lauren había pensado que el trayecto de Los Ángeles a Miami había sido eterno para ella, del aeropuerto al hospital en el que se encontraba su hermano había sido mucho más que eso. El tiempo puede llegar a ser muy cabrón cuando se lo propone..., pensó la joven de ojos verdes rozando la histeria.

Nada más aterrizar con el jet privado, Camila y ella habían ido directas, guiadas por una mujer que trabajaba allí, hasta el interior del aeropuerto internacional de Miami por uno de los hangares. Con las maletas arrastras, y totalmente en silencio, las dos chicas habían caminado a paso ligero hasta llegar al exterior, concretamente, donde se agrupaban todos los taxis o transportes públicos.

-Al Hospital Mercy, por favor-le había dicho la cubana nada más entrar en el taxi que habían cogido.

Lauren la había seguido al interior de aquel coche para seguidamente volver a buscar la mano de Camila. Después de bajar del avión habían soltado sus manos, pero en esos momentos, sentadas otra vez, no había razón para no hacerlo de nuevo. Había sido la motorista quien había buscado el contacto, pero la latina no se había echado atrás para entrelazar sus manos otra vez.

Y en aquel contacto fue en lo único en lo que se concentró la mujer de ojos verdes, ella ya estaba lo suficientemente alterada y nerviosa para pensar en otra cosa, concretamente, en pensar en la situación que la estaba rodeando en aquellos instantes. Ella tan solo se quedó mirando las manos unidas en el asiento de intermedio del taxi.

-Hemos llegado...-le susurró Camila.

Entonces fue cuando Lauren dejó de mirar sus manos y volvió a mirarla a ella, una sonrisa pequeña brotó de los labios de la latina y aquello le dio fuerzas a la motorista para seguir adelante. Segundos más tarde, miró al taxista, quien parecía impaciente por que se bajaran, al parecer él ya había cobrado y no necesitaba perder más el tiempo.

Sin demorarse más, salieron del taxi y cogieron sus equipajes, que no eran más que dos maletas pequeñas, y entraron en el hospital. En aquellos instantes, Lauren se olvidó de sus miedos, de sus fantasmas y de su pasado para enfrentarse a todo aquello. Ella tan solo siguió caminando por su hermano y por su familia:

-Busco a Christopher Jauregui.

El hombre, detrás del mostrador, la miró atentamente para después empezar a teclear en el teclado del ordenador:

-¿Es usted familiar?

-Soy su hermana.

El recepcionista no volvió a mirarla hasta que tuvo una respuesta para ella:

-Segunda planta. Habitación 260.

Nada más girarse, Camila le indicó con una de sus manos por donde estaba el ascensor y Lauren se dejó guiar, incluso, aceptó encantada que se volvieran a coger de las manos. En otra ocasión ella se hubiera preguntado porque necesitaba tanto el contacto físico de aquella joven si durante dos años los había estado rehuyendo como la peste. Ella se hubiera preguntado muchas cosas sobre Camila y sobre lo que le hacía sentir y hacer, pero aquel no era el momento adecuado ya que su cabeza tenía muchas cosas en las que pensar.

El numero dos apareció en la pantalla del montacargas y, sin poderlo evitar, el corazón empezó a latirle con mucha más fuerza. Su cabeza se debatía entre dos aspectos, una era la salud de su hermano y otra la reacción que tendrían al verla después de más de dos años. La bola de nervios que había tenido desde hacía más de seis horas empezó a subir desde su pecho a la garganta: voy a verlos... volvió a pensar con una mezcla de alegría y miedo.

-Estoy contigo, Lauren.

Salir del ascensor fue fácil, tan solo se tuvo que dejar llevar una vez más por Camila, pero lo que estaba a punto de suceder no lo iba a ser:

Lauren iba mirando los números de las puertas buscando aquel que le había dicho la recepcionista; iba buscando la habitación 260. Segundos más tarde, ellas estaban bastante cerca de llegar, pero el sonido de una conversación hizo que Lauren girase su cabeza para dejar de mirar las puertas grises y se concentrara en el otro lado del pasillo, donde había un mostrador, también gris, con varias enfermeras en un lado y, en el otro, una mujer de mediana edad.

Al momento, Lauren la reconoció y frenó en seco.

Ni siquiera se había dado cuenta de que había detenido en el proceso a la cubana con ella.

-¿Lauren, estás bien?-escuchó a lo lejos, pero ella seguía mirando hacia aquel mostrador de enfermeras; no había duda de que era ella-. ¡Lauren!

Por poco que se gritase en un hospital se escuchaba más de la cuenta, ya que normalmente era un lugar bastante silencioso, por eso la motorista supo que habían llamado la atención a todo el mundo por el grito de Camila, o quizás había sido por su inmovilidad.

A lo mejor había sido por ambas cosas.

Por consiguiente, Camila y Lauren habían conseguido que la mujer, que antes se encontraba hablando con una enfermera, en esos momentos las mirase. Concretamente, miró a Lauren:

-Mamá...-susurró sin evitarlo.

Segundos más tarde, y sin saber cómo, se vio envuelta en un abrazo intenso de su madre. Lauren sin poderlo evitar cerró los ojos con cientos de lágrimas acumuladas y se aferró con fuerza a ella. Durante unos minutos se quedaron en aquella posición; hasta en esos momentos la mujer de ojos verdes no se había dado cuenta de lo mucho que había necesitado aquel gesto de cariño de su madre. Era evidente que los había echado en falta, pero en aquellos segundos se había dado cuenta de que había sido mucho más de lo imaginable.

Pero, de repente recordó porque había vuelto:

-Mamá, la madre de Camila dijo que...

-¿Quién?-preguntó interrumpiéndola para mirarla a la cara. Las manos de su madre fueron directas a sus mejillas para acariciarla con cariño; no me puedo creer que este con ella..., pensó Lauren al instante-. Estás tan hermosa. Y tan grande. Ahora eres toda una mujer-dijo con nostalgia.

-Camila, ella es...

-Soy la hija de Sinu y Alejandro Cabello.

-Oh... Encantada, soy Clara Jauregui-se presentó, aquella vez, separándose un poco de su hija para mirar a la joven-. Conozco a tus padres, son muy buena gente-pero su atención en Camila no duró más:-. Nos conocimos por el programa en el que estás, Lauren. Gracias a Dios, ese programa te encontró y pudimos saber que estabas bien.

-¿Y Chris?-Lauren pudo ver como ella le alzaba una ceja-. Mi hermano, ¿cómo está? ¿Está aquí, no?

Durante unos segundos la ojos de Clara empezaron a perder aquella felicidad que la había desbordado segundos antes. Lauren comprendió muchas cosas al verle el rostro, después de todo seguía siendo su madre y la conocía. La seguía conociendo tan bien que la motorista supo que había empezado a entender porque estaba allí:

-Una caída tonta jugando a voleibol-explicó deshaciendo el abrazo con dificultad-. Se dislocó el hombro, pero ya se lo han puesto en su sitio. Hemos estado más rato en el hospital porque hubo una emergencia y no había muchos médicos disponibles, por eso también lo subieron a planta.

-Yo... Creía... Creía que...

Clara negó ligeramente con la cabeza:

-¿Qué, Lauren? ¿Qué creías?-las preguntas desorientaron a la motorista durante unos segundos: mi hermano está bien. Él está bien..., pensó aliviada antes de volver a centrarse en las palabras de su madre-¿Te arrepientes de haber vuelto, Lauren? ¿Te arrepientes de haber visto a tu madre después de más dos años sin verla, sin llamarla, sin saber nada...?

¡No, claro que no! Pensó al instante, pero al abrir la boca las palabras no salieron de ella, al contrario sus pensamientos si brotaron con facilidad: no me arrepiento de haber vuelto a Miami, eso es verdad... ¡Joder, tengo a mi madre delante de mí! ¡Y mi hermano pequeño está bien!... pero sigue habiendo la posibilidad de que les haga daño... Otra vez.

Feel Again I: X Factor (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora