Dolor, culpas y castigo

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Capítulo 1: Parte I

Lauren, 30 de abril: Nueva York

Duelen; siempre duelen.

En ningún momento del día dejaban de doler.

Ella, sin ninguna alternativa, había llegado acostumbrarse a los pinchazos, a los calambres, incluso a esas cosquillas insoportables en las palmas de las manos y en los dedos. Pero, eso no significaba que lo soportase porque, la mayoría de las veces, no podía aguantar aquel dolor en sus manos. Ella no podía con ello porque el constante dolor siempre iba acompañado de la culpa; una culpa que nunca desaparecía de su vida.

Desde hacía más de dos años que ella llevaba cargando aquel peso muerto sobre sus espaldas.

Una vez más, cerró con fuerza las manos intentando, en vano, aliviar el dolor. Una vez más, intentó ignorar la culpa, pero como siempre ocurría, no sirvió de nada. Ella tan solo siguió con la mirada anclada en la ventanilla, a pesar de que no viese nada a través de ella. Eran pasadas las once de la noche y la oscuridad ocultaba toda la pista de despegue.

La morena no movió su cabeza ni un milímetro intentando no mirarlas; no le gustaba mirarse las manos, sabía lo que se iba a encontrar si lo hacía y, por eso, lo evitaba con todas sus fuerzas: estúpida, le dijo una voz lejana en su mente, no mirarte las manos no va hacer que toda esta mierda desaparezca... Pero, aun sabiendo eso, no se las miró.

Las abrió, una vez más, pero rápidamente las volvió a cerrar con mucha más fuerza que antes. Sus uñas, bastante descuidadas, se clavaron en su piel cicatrizada, pero ni siquiera sintió dolor. Ella tan solo notaba las corrientes viajando desde sus muñecas, pasando por sus palmas, para después acabar en la punta de sus dedos.

Ella tan solo sintió el peso de la culpa sobre sus hombros; por algo siempre llevaba guantes.

Siempre.

-Vamos despegar.

La chica apartó lentamente la mirada de la ventanilla y se focalizó en la mujer rubia que se estaba sentando en el asiento individual que había delante de ella. Solo había cinco personas en aquel jet privado y solo una de ellas estaba allí en contra de su voluntad:

-¿Podrías quitarme esto?-le preguntó la chica de ojos verdes levantando sus manos desnudas para que viera las esposas que le habían puesto hacía unas horas.

Unas esposas que le habían sorprendido, pero no gratamente. Por decirlo de alguna manera, eran unas esposas especiales para ella; la morena estaba más indefensa que nunca.

-¿Vas a intentar escaparte, otra vez, Lauren?

Evidentemente que voy hacerlo, pensó al instante.

Lauren no sabía hacía donde iban, no sabía quiénes eran aquellas personas, no sabía que iban a hacer con ella: seguramente me llevarán ante un juez... ¡Mierda! Lauren se mordió el interior de la mejilla mientras pensaba en sus opciones; podría mentir, podría intentar engañar aquella Barbie, pero sabía que era obvio lo que de verdad pretendía. La detenida, en ese caso, simplemente contestó:

-Claro.

Su tono había sonado duro y frío, al igual que su expresión facial. Ella sabía que no era el momento de demostrar debilidad, no después de aguantar dos años de soledad y culpa.

Lauren había pasado por muchas cosas desde los 18 años; ella quería pensar que podía salir de esta también.

Hasta ese momento, siempre había conseguido huir de cada situación que se le imponía delante, pero la intuición de la morena le decía que aquella vez era totalmente diferente a las dos veces que le había atrapado la policía con anterioridad.

La primera ocurrió semanas después de haber salido huyendo de Miami, pero el único policía que había intentado detenerla ni siquiera pudo llegar a ponerle las esposas. Sin querer, Lauren le había rozado con una de sus manos desnudas, dejándolo inconsciente al instante. Ella, presa del pánico, llamó a la ambulancia desde la cabina telefónica más cercana y esperó alejada hasta que llegase el transporte médico. Minutos después, ella pudo ver con sus propios ojos como el hombre se ponía en pie gracias a la asistencia sanitaria. A partir de ese momento, Lauren empezó a llevar siempre puestos unos guantes para evitar que volviese a ocurrir.

La segunda vez que la intentaron detener, fue diferente, tenía 19 años cuando ocurrió y estaba en una ciudad de Ohio; aquella vez fue mucho peor...

-Entonces, no.

Esa voz interrumpió, por suerte, sus pensamientos.

Lauren, después de parpadear un par de veces seguidas, clavó sus ojos verdes en aquella rubia olvidándose de la culpa, y de las ganas de llorar, a la vez que recuperaba el semblante serio. La morena pudo observar, cuando volvió a clavar su mirada en ella, que esta tenía una ceja encarnada y su rostro reflejaba preocupación, pero no le quiso dar importancia:

-Vamos a ver, mmh...

-Por décima vez, me llamo Chelsea-contestó resoplando como si estuviese a punto de perder la paciencia-. Chelsea Briggs.

-Chelsea-remarcó la detenida con algo de burla-, estamos en un jet privado, no sé dónde vamos porque nadie me lo quiere decir-le reprochó de forma cortante. Lauren estaba de muy mal humor; se había pasado las últimas dos horas intentando sacar algo de información a aquella rubia, o al gigantón que le había atrapado en el callejón, pero ninguno de los dos le había dicho absolutamente nada de hacia dónde iban o para qué-. ¡Por lo menos suéltame!

Big Rob, más conocido como grandullón por la chica de cabello negro, en ese momento se giró para mirar con el entrecejo fruncido. Lauren no mostró terror en su rostro al encontrarse con la mirada de aquel hombre, pero este le había conseguido atrapar en tan solo pocos minutos, la morena lo respetaba lo suficiente para no cabrearlo.

Lauren por el rabillo del ojo pudo ver como Chelsea se había girado para mirar hacia la zona del piloto, para ver lo mismo que estaba viendo ella: como Big Rob se acercaba.

-Todo está bien, Big Rob-la rubia frenó en seco los pasos de su compañero con aquellas palabras, mientras que Lauren seguía sin apartarle la vista a ninguno de los dos-. Lo tengo controlado.

Big Rob asintió una sola vez con la cabeza antes de darse la media vuelta y volver a la cabina del piloto donde había estado hasta esos momentos.

Al parecer, aquella conversación debía ser solo entre ellas dos:

-Eres más poderosa de lo que crees- comentó volviendo su mirada a Lauren- y con el poco, por no decir nada, control que tienes sobre tu don...-Chelsea negó con la cabeza convencida de sus palabras-. Es mejor no quitarte las esposas, créeme, por lo menos no puedo hacerlo en el jet.

Tuvo ganas de reírse.

De verdad, Lauren tuvo tremendas ganas de reírse de aquella mujer, pero no lo hizo y no supo porque. ¿Don? Ella no tenía ningún don, tenía un castigo con el que tenía que cargar cada día... Ni que fuera una superheroína, pensó disgustada. Eso de llevar mayas y la ropa interior por fuera no iba con Lauren, y mucho menos una capa...

Ese tipo de superhéroes solo existían en los cómics, o a veces en las películas, pero no en la vida real.

O eso creía ella.

Lauren, finalmente, soltó una mezcla entre gruñido y resoplido mientras tiraba su cabeza hacía atrás. Si no iba a conseguir lo que quería, por lo menos dormiría un poco para olvidarse de su vida durante unas horas.

O por lo menos, eso intentaría, pero sus manos volvieron a cerrarse con fuerza cuando otro calambre le atravesó por la piel.


Feel Again I: X Factor (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora