Atrapada

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Capítulo 1: Parte VI

Lauren, 30 de abril; Nueva York

Durante ese tiempo en el que Keana había estado interactuando, y distrayendo, a la rubia, Lauren se había escondido en el primer lugar que había encontrado, aunque sin dejar de escuchar en ningún momento la conversación que estaba teniendo lugar en el Marie. Nada más escuchar su nombre, la motorista se agachó detrás de la barra para evitar que la viese, seguramente reconocería su rostro si sus miradas se encontraban.

Cuando consiguió asimilar la situación, lo más rápido que pudo, Lauren recogió sus pertenencias que estaban en una esquina de la barra y después empezó a buscar algo de dinero. La motorista sabía que su amiga tenía escondidos algunos billetes dentro de una libreta de cuentas; tardó solo varios minutos en encontrarla y después se guardó el dinero en uno de los bolsillos. 

Más tarde saldaría cuentas con la melliza, pero en esos momentos, necesitaba ese dinero.

Lauren intentó coger aire profundamente, necesitaba relajarse lo máximo posible, pero no lo consiguió del todo. Conocía esa sensación, era la adrenalina que empezaba a correr por sus venas.

Era la misma adrenalina que tenía recorriendo por su cuerpo antes de cometer un robo.

Cuando tuvo su mochila bien colocada en la espalda y su casco en el codo, salió de la barra aun medio agachada para que la rubia siguiese sin poder verla. La chica de ojos verdes se dirigió directa, y lo más rápido posible, hacia la puerta que daba al callejón, justo al lado de los lavabos.

Llegar a la puerta fue fácil; Lauren iba a salir del Marie sin que nadie se diera cuenta porque todos seguían pendientes de la conversación, o discusión, entre Keana y la rubia. Pero, antes de salir por la puerta, el instinto de la morena hizo que se girase para ver si su plan de huida había funcionado.

Lo habría hecho.

Su plan habría salido a la perfección si Lauren no se hubiese girado en ese preciso momento:

Lauren se encontró de golpe con la mirada de la rubia y ambas abrieron los ojos de la sorpresa, pero por distantes razones. A la chica de ojos verdes se le volvió a parar el corazón como antes, o esa volvió a ser la sensación que sintió.

No había duda, la había reconocido y Lauren lo supo al instante.

Un segundo más tarde estaba corriendo para salir del bar por aquella puerta que daba al callejón.

Era de noche, y en aquella callejuela del Bronx no había mucha iluminación, pero Lauren sabía perfectamente hacia donde tenía que ir. Ella solo tenía que seguir recto hasta llegar a la salida, a la calle principal, y después cruzar la carretera para llegar al lugar donde había dejado su Kawasaki, en un parquin bastante a la vista. Solo necesitaba un segundo para quitar el candado, y si ponía el casco por el camino, podría salir sin que la cogieran.

No estaba muy lejos y Lauren sabía que podía hacerlo.

Su respiración ya estaba muy acelerada, al igual que los latidos de su corazón, tanto por el cansancio que sentía su cuerpo como por la adrenalina; solo tenía que correr 10 metros más y podría salir de aquel callejón. Después, Lauren esperaba poder camuflarse entre la multitud y los coches, y así perder a su perseguidora.

Pero, volvió a cometer el mismo error, volvió a mirar hacia atrás:

A pesar de la oscuridad, Lauren pudo ver que la rubia no la había seguido al salir corriendo del bar, o por lo menos, no estaba lo suficientemente cerca de ella para poder verla o para poder escuchar sus pisadas. La morena frunció el ceño, pero no aflojó el ritmo en ningún momento. Sin embargo, cuando volvió a girar su rostro para mirar por donde iba un cuerpo grande y duro chocó contra ella, o mejor dicho, ella chocó contra él. El golpe la aturdió durante unos segundos, incluso, le hizo tambalearse hacia atrás haciendo que su caso, el que llevaba en el codo, se cayera al suelo, aunque por suerte ella no lo hizo.

Su primer instinto, después de estabilizarse sobre sus pies, fue mirar contra que se había topado. Delante de ella se encontraba un hombre de piel oscura muy grande. Era como un armario ropero; era un grandullón de al menos dos metros, o eso le parecía a la morena.

Lauren se había chocado contra él y por la forma en la que el hombre la estaba mirando, la joven supo que no había sido un accidente.

Él también la estaba buscando.

Lauren, rápidamente, intentó huir una vez más; ella intentó esquivar aquel grandullón hacía la derecha para poder seguir corriendo hacia su moto, pero aquel hombre, leyendo sus intenciones, le agarró con fuerza una de sus manos frenándola al instante. La morena forcejeó ante ese agarre tirando de su brazo con fuerza para soltarse, esa vez no se había paralizado como con Noel porque no podía permitírselo. No obstante, aquel hombre de piel oscura era mucho más fuerte que el mellizo; no podía escaparse.

Un segundo más tarde, sintió un frio metal sobre una de sus muñecas, justo encima del guante. Conocía esa sensación: eran unas esposas.

Pero, lo que Lauren no sabía es que la oscuridad estaba jugando en su contra; no podía ver bien la cara de aquel hombre ni tampoco aquellas ataduras. Y eso era lo peor, porque la morena no pudo ver que no eran como las que llevaban los policías normalmente.

En ningún momento Lauren dejó de forcejear contra aquel hombre; ella intentaba liberarse de él a pesar de estar, en esos momentos, totalmente esposada, pero el agarre de una sola mano de aquel grandullón le impedía seguir su camino o, incluso, de retroceder de vuelta hacia el bar.

-Chels-llamó el grandullón con voz profunda y la morena supuso que estaba hablando a través de un teléfono o de un pequeño micrófono, pero no podía saberlo con seguridad porque la oscuridad se lo impedía-, ya la tengo.

Si Lauren tenía alguna mínima posibilidad de escapar tenía que ser en ese preciso momento. Ella sabía que tenía muchas más posibilidades de escapar de una sola persona que de dos, era de lógica.

Disimuladamente, y con intenciones de huir de aquella gente que la buscaba, la morena se quitó uno de sus guantes. No quería hacerlo, no quería hacer daño a nadie, pero era la única manera de que no la atrapasen. ¿Qué me harán si me cogen? Pensó aterrada, pero rápidamente se obligó a no pensar más en eso; ella tan solo cerró con fuerza sus dos manos y se centró en su plan B.

Era lo único que podía hacer para escaparse, su única ventaja sobre aquel hombre.

En un descuido del grandullón, que no dejaba de mirar por encima de su hombro esperando la llegada de la rubia, Lauren lo rozó con cuidado y con tan solo dos dedos: el índice y el corazón.

Nada pasó.

Sorprendentemente, nada pasó.

¿Qué?

Los ojos de Lauren reflejaban todo el miedo que sentía en ese momento.

No puede ser...

No era casualidad, no es que su castigo se hubiese ido. Ella sabía perfectamente que era por algo externo a ella; aun podía sentir las corrientes eléctricas viajar por sus palmas hasta llegar a la yema de sus dedos. Aun podía sentir claramente el dolor en sus palmas, concretamente, en sendas cicatrices de sus manos.

-No te servirá de nada, niña-le informó aquel grandullón mirándola a los ojos-. Esas esposas están especialmente diseñadas para ti. Considéralo como un regalo de bienvenida.

Eran aquellas esposas las que habían impedido la huida de Lauren.

Hoy no es mi día de suerte.


Feel Again I: X Factor (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora