Cuarenta y siete.

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Por fin había llegado el sábado, los chicos tenían hoy una fiesta, ¿Qué raro?, pero ésta vez era justo y necesario; los Jacks volverían de California, eso merecía una fiesta.

Nate y Sam estaban en mi habitación ayudandome a cambiar mis muebles, pues había comprado una nueva base para mi cama y ellos me estaban haciendo el favor de instalarla.

-Son un amor de personas.-Les dije con sarcasmo mientras los veía tratar de armarla, ¿qué tan difícil podría ser?.

-Intenta armarla tu.-Dijo Nate, negué.

-No hay necesidad, ustedes lo están haciendo muy bien.-Les dije, ambos rienron.

-¿Podrías traernos agua, por lo menos?.-Me pidió Sam, asentí, era lo menos que podía hacer por ellos.

Bajé por agua, mi madre estaba haciendo la comida, le sonreí y tomé dos vasos. Al llenar de agua los vasos, volví a subir, también les llevaba unas galletas, entré a mi habitación, les entregué las cosas y ellos comenzaron a comer las galletas.

-¿Dónde está mi teléfono?.-El teléfono de Nate comenzó a sonar, lo tenía justo a mi lado y sólo se lo arrojé a una distancia corta.-¿Qué paso?.-Preguntó.-¿En dónde?, ya voy.-Miré a Nate con el ceño fruncido.

-¿Qué paso, bro?.-Le preguntó Sam.

-Mi viejo se quedó sin gasolina, vuelvo en un momento, ¿puedes solo, cierto?.-Le preguntó, Sam asintió.

-Iré yo, así terminas.-Le dije, no que quería quedar a solas con Sam.

-No, ya vengo.-Dijo, tomó las llaves del auto y salió. Sam siguió leyendo lo que sea que estaba leyendo y yo sólo veía mi habitación, ¿debería de cambia la pintura?.-¿Qué le pasó a tu pantalón?.-De la nada preguntó, miré mi pantalón y tenía una gran mancha entre azul y verde.

-Cuando bajé, Stew tenía algo de su cochinero, quizás me manche con eso.-Le dije de lo más normal, pero tendría que cambiarme. Mi pantalón era blanco y no quería que quedara manchado de por vida.

-Deberías de cambiarlo, quizás no se quité.-Señaló la mancha, asentí.

-¿Podrías salirte? Me quiero cambiar.-Le dije, él me miró serio.

-Te he visto desnuda más de una vez, puedes desvestirte frente a mi.-Me dijo como si nada, y viéndome fijamente.

-Que error, no tenía mis cinco sentidos en función.-Le dije con una mueca de asco.

-¿Estás confesando que cada vez que estuvimos juntos, estabas ebria?.-Preguntó con el ceño fruncido y algo de enojo y diversión en su voz.

-No, estaba enamorada, que es casi lo mismo.-Le expliqué como si nada.

-¿Estabas?.-Preguntó, asenti.

-Has hecho que pierda todo mi amor y mi respeto porque eres un gran hijo de la chingada, Sam.-Le dije remarcando las últimas palabras.

-Que raro, yo debería de estar así, porque te recuerdo que fuiste tu quien besó a uno de mis mejores amigos.-Cerré los ojos con fuerza, ¿hasta cuando entendería?.

-¿Cuántas veces te tengo que decir que él fue el que me besó?.-Me acerqué un poco a a él.

-Hasta que me lo crea.-Dijo, abrieron la puerta de mi habitación.

-¿Quién fue el que te besó?.-Preguntó con la voz ronca y rasposa. Mierda.

-¿Qué..?.-Pregunté haciéndome la tonta.

-Camila, respóndeme.-Pidió, pude ver las venas en sus brazos; eso significaba que estaba realmente enojado.

-Nate, yo..-Negó, obviamente no me creería.

-¡Dimelo!.-Gritó, me asuste y di un paso hacia atrás.

-Gilinsky, fue Jack, bro.-Sam me hizo hacía atrás, protegiéndome de Nate, aunque él no me haría nada.

-¿Y porque no me dijiste nada? ¿Por eso terminaron?.-Preguntó, Sam y yo no hablamos, él entendió eso como un si.-Son la pareja más pendeja que pudiera haber conocido, enserio.-Río un poco, pero seguía enojado.-Ahora vuelvo.-Se dio la media vuelta y salió por la puerta; iría a buscar a Jack.

-Sam, ¿qué no piensas hacer nada?.-Le pregunté algo desesperada, no quería que Jack sufriera.

-Así mate a Jack con mis propias manos, no haría que tu volvieras a mi.-Sus ojos estaban cristalizados, lo más seguro era que los míos también.

-¿Qué quieres que te diga, Sam? ¿Qué yo lo besé para que vuelvas a hacerme caso? ¿Acaso eres tan idiota cómo para no darte cuenta?.-Le pregunté con enojo y con lágrimas en mis ojos ya descendiendo por mis mejillas.-¿Acaso quieres eso Sam, que te mienta?.

-Siempre lo has hecho.-Salió de mi habitación. Idiota.

-¡Muerete, estúpido!.-Grité tirandome a mi cama, me cubrí con un cojín y grité lo más fuerte que pude cubriendo mis gritos con el cojín.

Sam era un maldito hijo de puta que merecía irse al infierno, pero era el hijo de puta que amaba más que a nada.

-¡Cami, ¿estás bien?!.-Entró Stew preguntado entrando a mi habitación.

-Veté, quiero estar sola.-Le dije sin quitar el cojín de mi cara.

-Escuché gritos.-Me quitó el cojín de la cara.-¿Por qué lloras?.-Abrí mis ojos, su rostro me demostraba preocupación y odiaba meter a mis hermanos en mis problemas.

-Por nada, dejame.-Le dije, me di la vuelta quedando boca abajo.

-¿Sam te hizo llorar?.-Me preguntó acariciando su espalda.

-Prometeme que cuando tengas novia, no vas a ser un gran estúpido.-Le dije, escuché que río.

-Lo prometo, ahora, no me gusta verte llorar.-Me volteé, lo miré.-¿No has escuchado que las princesas no lloran?.-Reí, ¿él me había dicho princesa?.

-¿Acaso no has visto las películas de Disney? En todas lloran.-Reímos.

-La verdad no, odio esas películas, pero por lo menos te hice reír.-Asentí, tenía la razón. Stew era el mejor.-No llores por Sam, sólo dale tiempo, él está dolido, deja que se calme y hablan, sin ironía y con toda honestidad.-Dijo. Tenía mucha razón, también tenía que poner de mi parte.

-Gracias, Stew, pero ¿cuando se le va a pasar?.-Le pregunté, pues parecía que jamás iba a superar que Gilinsky me besara.

-Hablaré con él.-Asentí.

Flyin' high, touchin' the sky | Sammy WilkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora