Once.

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“Sam: Sal del hotel, da vuelta a la izquierda y camina tres cuadras. El nombre del restaurante es ‘Los tacos de Juan' es un restaruante mexicano” Leí de nuevo el mensaje, había seguido al pie de la letra las indicaciones de Sam, y aún así me había perdido.

-¿Dónde estás?.-Preguntó en cuanto atendió la llamada.

-No lo sé.-Le respondí molesta, asustada y viendo para todos lados.

-¿Cómo que no sabes?.-Preguntó tratando de no reír.

-Pues no se, seguí tus indicaciones, pero no veo el restaurante.-Le dije, y me hice un poco para atrás.

-¿Qué es lo que ves? ¿Estás a tres cuadras del hotel?.-Asentí, aún que él no podía verme.

-Si, y veo una tienda de tatuajes.-Era lo que más sobresalía en las pequeñas tiendas de por ahí.

-No te muevas de ahí, voy por ti.-Era lo que iba a sugerirle que hiciera.

Colgué la llamada y me dispuse a esperar a Sam justamente en la posición que estaba. ¿Sam estaría muy lejos? Se estaba oscureciendo y me estaba dando algo de miedo.

-¿Dónde estás Sam?.-Me pregunté a mi misma.

-No grites.-Susurrron a mi oído y me taparon la boca.-Camina.-Me jaló un poco hacia atrás y moví mis pies tratando de safarme de los brazos de aquél hombre.

-¡Ahh!.-Grité en cuanto pude.

-Shh.-Me calló.

-¡Maldito, idiota!.-Él soltó una gran carcajada.-Me asustaste, pensé que me querían secuestrar.-Lo golpeé en el pecho.

-Creeme, te iban a devolver.-Dijo sobandose el pecho.-Además quería recordar los viejos tiempos.

-¿Qué? Así no nos tratábamos en los viejos tiempos.-Dije riendo, él también lo hizo. Su sonrisa.

-Bueno, por allá hay un parque.-Señaló a unas cuantas cuadras.

-Vamos.-Sin pensarlo tomé su mano y lo jale hasta el parque.-¿Compramos una nieve?.-Le pregunté viendo un puesto de helados ambulante.

-El último que llegue paga.-Ni siquiera entendí ya que él ya había salido corriendo.

-Hey.-Corrí lo más rápido que pude siguiendo a Sam y esquivando a cualquier niño o adulto que se me cruzaba.

-Te gané.-Dijo recargado en el puesto de helados.

-Tramposo, no me dijiste.-Me lleve la mano al pecho, no podía hablar bien de lo agitada que estaba.

-Tienes que afrontar que eres una perdedora.-Sonrió de lado.-Me gusta el de vainilla.-Indicó con la mirada al puesto de helados.

-Bien.-Rodé los ojos y me acerqué al puesto.

-Oye.-Me habló, volteé a verlo sin ganas y él estaba ahí con su carita de niño bueno.-¿Enserio crees que te iba a dejar pagar? Soy un caballero.-Sonreí y él se acercó.

-Gracias.-Le sonreí tierna.

-Me da uno de vainilla y otro de chocolate,  al de chocolate le pone jalea, por favor.-Me sorprendí al escuchar como pidió mi helado; yo siempre lo pedía así.

-¿Cómo sabes que eso pediría?.-Le pregunté, él se encogió de hombros.

-Siempre lo pedias así, Mila.-Río.

-No me acabas de llamar así.-Entrecerre los ojos.

-Si lo hice.-Él siempre solía llamarme ‘Mila’ pues todos siempre me han dicho ‘Cami’ y él decía que no le gustaba decirme como todos lo hacían.

-Odio que me digas así, y lo sabes.-Lo señalé culpable y él me tendió mi helado.

-Lo siento, pero no me gusta decirte Cami, tienes que acostumbrarte.-Me robó un poco de helado.

-¿Acostumbrame? ¿Por qué?.-Le pregunté llevándome una cucharada de mi helado.

-Estamos recordando los viejos tiempos, así te llamaré de hoy en adelante.-Ambos tomamos asiento en una banca frente a los columpios.

-Bien, Sammy.-Hice énfasis en su nombre, siempre solía llamarlo así y cuando creció comencé a llamarlo Sam o Samuel.

Mientras comíamos nuestro helado hablábamos sobre nuestro pasado, sobre cosas que nos había pasado mientras nos distanciabamos. Los chistes tontos de Sam no podían faltar, y la verdad era que me daba más risa su cara por no reírme que sus chistes. Había olvidado lo divertido que era estar con Sam.

-¿Qué nos paso?.-Preguntó de la nada, volteé mi mirada y lo observé de perfil.

Comenzaste a gustarme, pensé.

-Crecimos, comenzaste a salir con chicas y con los chicos a fiestas que yo no iba, comencé a salir con chicos.-Me encogí de hombros.

-¿Recuerdas que te gustaba Arnold?.-Río, Arnold era el chico más asqueroso de toda la secundaria.

-Jamás me gusto.-Le dije riendo.

-Si te gusto, ¿recuerdas cuando lo golpeé para defenderte?.-Sonreí asintiendo.

-Gracias por aquello.-Sonrió mirándome atento.

-De nada.-Pasó su brazo por detrás de mis hombros.-¿Quieres que te de vuelo en los columpios?.-Preguntó, reímos.

-Sería algo raro.-Le dije.

-Mila, te dije que volveríamos a los viejos tiempos, antes éramos así; amigos.-Me guiñó un ojo y sonreí. Ambos caminamos a los columpios y me subí en el asiento del medio. Ese siempre ha sido mi favorito.

Flyin' high, touchin' the sky | Sammy WilkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora