Cuarenta y tres.

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-Hazle un favor a la humanidad y quieta esa cara de enfado que tienes.-Me acerqué a Sam, él estaba sentado mientras Nate y Dylan me enseñaban a jugar basquetbol y las chicas que estaban con nosotros estaban en no sé dónde.

-Hazme un favor y aléjate de él.-Le sonreí sarcástica.

-No estoy para hacerte favores, Sammy.-En su nombre imite la voz de la rubia que estaba con él y eso a ambos nos hizo reír.

-Tampoco yo, Mila.-Dijo con su voz tierna, sonreí un poco. Estaba enojada con él y me las quería cobrar, pero que me llamara Mila, eso sin duda me hacia sonreír de oreja a oreja.

-¿Por qué no juegas?.-No tenía tema de conversación y era un poco incómodo no hablar.

-No tengo muchas ganas, ¿y tú, por qué dejaste de jugar?.-Preguntó señalando a los chicos.

-Me canse, pero veo que no me quieres aquí, así que ya me voy.-Le dije levantándome, él toco mi pierna para impedir que lo hiciera.

-No te vayas, quédate aquí.-Lo miré directo a los ojos, algo que siempre me ha gustado de Sam son sus ojos y sus lindas pestañas.

-Está bien, pero con una condición.-Le señalé, él elevó una ceja.-Quiero un helado, ¿me compras uno?.-Río y asintió.

-Vamos por un helado.-Se levantó y ayudo a pararme, caminamos donde estaba aquel señor con un carrito de helados y Sam pidió por ambos.

-Gracias.-Le agradecí, él se encogió de hombros.

-Pensé que estabas enojada conmigo.-Dijo, estaba enojada con él.

-De hecho si.-Le dije comiendo de mi helado de vainilla.

-No me gusta estar enojado contigo, ¿qué tengo que hacer para que me perdones?.-Me preguntó, me encogí de hombros pensando.

-No lo sé, quizás...-Mis palabras se quedaron en el aire al ver a la rubia de hace rato llegar con nosotros y tomar la mano de Sam.-No salir con ella.-Susurré para que sólo yo pudiera escuchar y rodé los ojos molesta.

La chica de Nate, Ivana, era una chica muy linda, y muy inteligente para ser rubia, ella me había caído bien, en cambio su amiga, Stella, era una gran tonta y me trataba mal la muy estúpida.

Dylan me había caído muy bien, era un chico muy atractivo, atlético y también tenía algo de cerebro, creo que podrías ser un buen amigo.

Estaba en casa sola, Nate se había ido a  no sé dónde, Stew estaba en su partido de no sé qué, y mis padres con Stew.  Tenía todas las luces de la casa apagadas, un bote de palomitas en mis piernas y mis ojos concentrados en mi serie favorita; The Walking Dead. Había puesto en silencio mi teléfono, el teléfono de la casa estaba debajo de varias almohadas en mi habitación; nada podía interrumpirme, la seis era como mi hora sagrada. Estaba en la parte más interesante, Rick podía ser descubierto por cualquier zombi en cualquier momento, sentía una gran adrenalina dentro de mí y ni siquiera sentía que respiraba, pero tenía que ser; el timbre tenía que sonar.

Odio el timbre, muchas veces he pensado en cortarlo, pero recuerdo que yo tendría que comprar otro y se me pasan las ganas. Deje que sonara, ya me había arruinado mi momento de suspenso, y como todas las luces estaban apagadas en cualquier momento pensarían que no había nadie y de irían, pero no el timbre sonó una cinco veces y a la sexta grité que ya iba.

-¿Qué?.-Abrí de mala gana, me importara quien fuera.

-Que linda forma de recibir a tus vistas.-Rodé los ojos, ¿cómo no?, tenía que ser Sam.

-Dale gracias a Dios que te recibí.-Le dije, él elevó una ceja.-¿Qué quieres?.-Le pregunté desesperada al ver que no decía ni a hacia nada.

-Ser millonario.-Dijo riendo. Lo que tiene de guapo, lo tiene de tonto, pensé.

-¿No quisieras ser inteligente? Te hace falta.-Le dije con sarcasmo, él negó.-Pero y bueno, ¿qué vienes a hacer aquí?.-Le pregunté recargándome sobre mi pierna y cruzándome de brazos.

-Vengo a ver a Skate.-Dijo, rodé los ojos.

-¿No podías haberle llamado para ver si estaba en casa?.-Le pregunté volteando hacia atrás viendo la TV.

-¿No está?.-Preguntó mirando para donde yo, negué.

-No, así que; adiós Sam.-Estaba a punto de cerrarle la puerta, pero vamos, no soy tan mala y no lo hice.

-¿Estás sola?.-Preguntó elevando las cejas.

-No.-Le respondí algo dudosa.

-¿Quién está?.-Preguntó, ¿cómo si te importara?, pensé.

-Stew está en el patio.-Señalé hacia atrás.

-¿Enserio? Porque hace cinco minutos iba perdiendo en su partido de futbol.-Bien, Sam estaba aquí porque sabía que yo estaría sola.

-Ve al grano, ¿qué es lo que quieres?.-Le pregunté ya harta de no llegar a nada.

-Estaba pensando en invitarte a comer a algún lado.-Se encogió de hombros, reí sarcástica.-O ver películas.-Concluyó.

-Estoy ocupada, Sam.-Mis excusas siempre daban asco, él me miró como diciendo; ¿enserio? o 'no mames'.

-No te importa.-Le dije haciendo énfasis en todas las palabras lentamente.

-Oye, te compré un helado, me debes algo.-Me señaló.

-Tú me debes la vida.-Le dije haciéndome la ofendida.

-¿Enserio? ¿Por qué?.-Preguntó cruzándose de brazos.

-Perdí mi virginidad contigo, Sam, si yo le hubiera dicho a Nate, él te hubiera golpeado hasta que quedaras inconsciente.-Le dije de lo más normal, bajo sus brazos y metió sus manos a los bolsillo del pantalón.

-Tu jugaste conmigo.-Dijo con la voz cortada, sus ojos eran un poco más claros, ¿acaso quería llorar?.

-Jamás haría algo así, lo sabes muy bien.-Lo deje que pasara, cerré la puerta detrás de mí y lo seguí hasta la sala de mi casa, donde él apago el televisor.

-Lo hiciste, frente a mí y con tu ex.-Sam me culpaba de todo aquello como si yo hubiera cometido el peor de los pecados, o como si hubiera tenido la culpa.

-Si me dejaras explicarte.-Le dije, me acerqué a él y me negó.

-No debí de haber venido, dile a tu hermano que vendré mañana.-Se pasó las manos por los ojos y salió de mi casa dando un portazo. 

Flyin' high, touchin' the sky | Sammy WilkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora