Max me alcanzó. Caminó a mi lado sin decir nada hasta llegar al paradero. Me dio un pequeño empujón con su cuerpo. Me sonrió, y a pesar de querer mantener mi seriedad por lo que había hecho, no pude. También le sonreí. "No lo vuelvas a hacer", lo regañe, y el prometió que no lo haría.

Me divertí durante todo el día junto a Max a pesar de su imprudente comportamiento en el parque. Le insistí incontables veces que no lo volviera a hacer a pesar que ya me lo había prometido, pero sabía que sus promesas no podía tomarlas en serio cuando los hacía fácilmente.

Nuevamente pensé que regresaríamos a casa, pero Max quiso ir al centro para recoger algo que no quiso decirme a pesar de insistirle.

—Obsequios para chicas —dije cuándo Max se paró frente a una tienda de flores y dulces finos importados —. Max, había una tienda igual en donde estábamos —reclamé sin éxito.

Max entró en la tienda. Había pasado casi un año desde que entramos a esa tienda por primera vez. Reconocí a la muchacha que nos atendió en ese entonces.

—Dentro de poco será el cumpleaños de una amiga que tengo —Max me dijo mientras la encargada de la tienda atendía el encargo que hizo por internet—. Ella me pidió que le compre flores y chocolates. Es exigente.

La encargada de la tienda le dio los chocolates en una elegante bolsa de papel, pero las flores aún no estaban envueltas.

—Si desea puede elegir el diseño y la calidad del papel para envolver las flores o podríamos hacerlo nosotros —dijo la encargada mostrándole un catálogo con una gran sonrisa.
—Caramel, elige el papel— Max me acercó el catalogo.

Quise negarme, pero no lo hice, porque no quería que Max se pusiera insistente frente al considerable número de clientes que miraban los obsequios. Acepté el catalogó que Max puso frente a mi ojos para darme a entender que no aceptaría una negativa.

Recordé el color azul que envolvió la caja de dulces Mixtos que Max me regaló. "El rosa es más apropiado", la voz de la encargada resonó cuando elegí el azul, un color inapropiado para envolver el obsequio de una chica.

—Este —señalé un papel color rosa con bonitos diseños de corazones.
—Es una decisión acertada —la muchacha me aplaudió.
—Es su color favorito —dijo Max.
— No es mi color favorito —reclamé.
—Entonces por qué lo has elegido.
—Porque no creo que a tu amiga le guste que sus rosas rojas estén forradas con papel azul. Si no te gusta el que elegí, puedes escoger el que quieras.
—Si te gusta el rosa para tus rosas, entonces está bien —dijo sin cuidado.

No esperamos por mucho en el mueble hasta que la encargada nos entregó las rosas. Era un ramo imposible de que no llamará la atención de las personas. Su decorado tan femenino hacia entender a cualquiera que sería entregado a una muchacha enamorada.

Max lo llevó durante todo el camino a casa. Las chicas que pasaron por nuestro lado lo miraron como siempre, pero ninguna se acercó con intentos de coquetearle. El ramo debió espantarlas.

Caminé a su lado pensando en cualquier cosa que no fuera en Max y sus rosas, porque las miradas de todas las personas ruborizaron mis mejillas con intensidad. Todo el trayecto a casa fue muy vergonzoso.

—Max, deberías entregarle el ramo a tu amiga o se van a marchita —dije tocando el timbre de mi casa.
—No son para una amiga, son para ti, las compré para ti.

Max me las extendió. Me puse rojo como un tomate por temor a que algún vecino viera a Max con el exuberante ramo extendido hacia mí.

—Las sostendré —dije aceptando el ramo—. El ramo para tu amiga es abundante —traté de hablar fuerte cuando pasaron unas personas.
—Te ves muy bien con el ramo de rosas —dijo sonriendo.

Mamá abrió la puerta. Se sorprendió mucho cuando me vio con el ramo. Sus ojos brillaron de la emoción. Nos miró maravillada para que empezamos a contarle quien sería la futura dueña de las rosas.
—Hoy una afortunada será muy feliz —dijo con alegría.
—Mamá, es para ti —le extendí el ramo.
— ¿De verdad?, que adorable, hijo, pero no es mi cumpleaños ni el día de las madres.
—Cualquier día es perfecto para darle un obsequio a las madres —dijo Max—. Yo le compré chocolates a mi mamá —Max mostró su elegante bolsa de papel.

Mamá se apresuró en poner el ramo en un jarrón para flores y lo dejó sobre la mesa del comedor. No pude dejar de verlo mientras cenamos los tres. El hermosos ramo de rosas se embelleció un más luego de que Max lo extendiera para mí. Meneé mi cabeza para dejar de pensar.

Subimos a mi habitación.

Max me cubrió los ojos en el pasillo del segundo piso frente a la puerta de mi habitación. Me volteé y retire sus manos.
—Max, estoy enojado contigo. Dijiste que no lo volverías a hacer, pero lo hiciste, y el mismo día.
—Caramel, no te enojes por tonterías. Esas personas del parque y los que pasaron por no nos conocen, no te hagas problemas por las puras.
—No importa que no nos conozcan, es solo que no me siento cómodo. Ya sabes, me da vergüenza.

Agarré la perilla de mi puerta para abrirla, pero me quedé quieto.

—Debes ir a casa —dije.
—Me quedaré.

Mi cuerpo se sintió diferente. Empujé la puerta para que pasáramos. Una caja forrada con un bonito papel Azulado, adornado con una fina cinta plateada, estaba sobre mi cama.

Escuché un crujido atrás de mí. Max cerró la puerta con seguro.

—Te compré dulces mixtos —Max se acercó a mí, agarró mis manos y me abrazó—. Caramel, no tengas miedo, sonríe para mí. Me gusta tu alegría, me gusta cuando eres sincero contigo.

Mis mejillas ardieron y mi corazón me dolió cuando recordé ese momento como uno que ya había vivido en mi habitación junto a Max y esa misma caja.

—Caramel te quiero mucho. Cuando despierto en lo primero que pienso es en ti, durante el día solo quiero estar a tu lado y durante las noches deseo soñar contigo. Estoy enfermo de ti, y me gusta. Caramel, no aceptes a nadie que no sea yo, quiero ser parte de ti y que tú seas parte de mí. Caramel, estoy muy enamorado de ti.
—Ya no sigas, me avergüenzas —dije sin mirarlo.
—Caramel, hemos estado saliendo a espaldas de Cristal, pero ahora ella te ha dejado libre. Caramel es libre para que me acepte y para que todas tus atenciones sean solo mías. Caramel, ¿quieres ser mi enamorado?

Era innecesario que me lo pidiera, pero no sé lo dije. Ya nos habíamos estado comportando como una pareja de enamorados, pero resguardados por la mentira que me afligía cada vez que debía fingir. Las mentiras habían terminado.

Asentí con miedo, porque éramos una pareja rebelde a espaldas de todos. Aunque nadie lo iba a saber para que nos castigarán con el más cruel reproche, ya estábamos siendo castigados porque no podíamos tomarnos de las manos delante de todos.

Asentí con mucho miedo, pero a la vez con un fuerte deseo de que Max se quedará a mi lado por siempre.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Where stories live. Discover now