Capítulo 57

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El viaje continuaba, una mujer embarazada comenzaba ya a tener hambre y sed, por lo que se acercó al agua y a la comida con unas gotas de sudor que le caían desde la frente. La mujer cogió un vaso y bebió ansiadamente, un hombre la tuvo que detener o no habría para todos. Al anochecer, Eliana intentaba dormir, había sido un día muy duro, pero antes se acercó a beber su racción de agua antes de que no quedara más en su interior. Al depositar su brazo en sus piernas, notó algo extraño en uno de sus bolsillos, introdujo la mano y sacó la pulsera que le regaló Clara con la estrella de David de seis puntas y se quedó mirándola casi a punto de llorar cuando una niña de diez años desaliñada y de cabello moreno, corto y lacio se sienta a su lado y le pregunta:

-¿Me la enseñas?.

Entonces su madre y la gemela de la niña se acercaron también.

-No molestes a la chica, Elisa.-le replicó su madre-

Eliana sonriendo contestó:

-No se preocupe, al contrario, necesito algo de compañía.

Le dio la pulsera para que la pequeña Elisa la viera. Su madre y su hermana se sentaron también al lado de Eliana.

-¿Quién te la dio?.-volvió a preguntar la niña curiosa-

-Mi hermana pequeña. Voy a reunirme con ella cuando acabe este viaje.

-¿Dónde está?.

No quería contarle la verdad ya que era demasiado dura y difícil de explicar, por lo que su madre le ordenó ir a por agua y la niña accedió. Enseguida volvió, se quejaba de que ya no quedaba y Eliana le dio lo que le quedó en su vaso porque ya estaba saciada. La madre de las pequeñas le dio las gracias y las mandó a dormir. Cuando se quedaron dormidas, fue la mujer quién sintió curiosidad por la historia de Eliana y le preguntó.

-He vivido cuatro años escondida de los Nazis teniendo que soportar cómo se llevaban a mis padres y que el soldado que se los llevó me sonriera cada vez al verme...Sin más remedio tuve que aguantar su ausencia un año echando de menos sus abrazos y todos sus consejos. Suerte que la persona que amo me ayudó a llevarlo bien y a mantenerme a salvo. Prometí cuidar de mi hermana todo el tiempo que fuera necesario y la engañaron. Tuve que elegir entre seguir luchando o rendirme y entregarme al infierno cuidando allí de mi hermana. Decidí lo segundo sin dejar de sentirme destrozada por dejar a mi amor atrás. Le pedí que no me buscara, pero él nunca me abandonará por más que yo se lo pida.-contó Eliana-

-Entonces, tuviste la oportunidad perfecta para sobrevivir y la rechazaste por tu familia.

Eliana lloraba, al parecer, muchos más estaban atentos a su historia.

-Digamos que ahora me enfrento a que todos los Nazis que he engañado descubran mi mentira. Y de ellos dependerá si me dejan vivir o morir.

Aquella mujer bajó la mirada, pensó que su historia había sido verdaderamente mala suertedespués de haber tenido en sus manos la oportunidad de sobrevivir. La noche continuó, Eliana consiguió al fin quedarse dormida el primer día.

***

El segundo día de viaje, el sol ya había salido y el cubo de agua y la comida todavía no habían llegado.Sus necesidades tenían que hacerlas en otro cubo que había a propósito para depositar ahí sus heces delante de todos los que estaban allí. Apenas había aire ni frescor para respirar y la gente comenzó a despojarse ya de sus ropas para tomar un respiro y evitar que el sudor se deslizara por la cara. Eliana se quedó sólo en un simple camisón blanco que tenía bajo su ropa a modo de ropa interior, dándose aire con la mano de vez en cuando. Muchos comenzaban ya a necesitar agua y pan, por lo que daban fuertes golpes a las paredes rojas de los vagones suplicando algo para saciar sus necesidades, pero evidentemente, nadie les escuchaba. Samuel volvió a decir en alto para todos sus compañeros que no cundiera el pánico cuando llegaran los suministros, que intentaran entre todos colaborar. Uno dio un paso al frente, era un muchacho joven de unos veinte años de tez morena y cuerpo robusto, con unos grandes ojos profundos de color negro y un pelo largo, oscuro y rizado.

-Lo siento, yo no voy a hacer eso. Todos y cada uno de los que estamos aquí nos morimos por un trago y yo voy a matarme con quien sea por mi objetivo. Si alguien se queda sin beber, ese es su problema. Es lo que hay.-dijo él-

-Si nos organizamos habrá para todos.-dijo Samuel-

-No, no habrá. El pánico, el hambre y la sed podrán con todo, usted también lo sabe.

-Entonces serás tú quien nos mate a todos.-añadió Eliana-

El joven muchacho se giró y después se dirigió hacia ella ligeramente dispuesto a defender su lucha.

-Te equivocas, yo lo que hago es salvarme yo mismo, y no soy el único que lo hará.

-Eso es, muy bien. Sálvate tú solo dejando a gente morir cuando existe una posibilidad de vivir todos.

-Tú no lo entiendes. La gente está harta de este juego y ahora empezarán a luchar por sus vidas. Quien llegue al final, ha llegado, quien no, lo siento, su oportunidad tuvo.

-Lo que te pasa a ti es que eres un egoísta y te beberás todo hasta saciarte. No estoy diciendo que no bebas, pero por lo menos no hasta quitarte la sed.

De pronto, ante un silencio el tren se detuvo poco a poco. Al parecer iban en busca de soldados que esperaban ahí para su entrada en Auschwitz. Polanski se acercó a una de las pequeñas ventanas y suplicó un poco de agua y pan para todo el día, a lo que un soldado le contestó dando un golpe con una vara de hierro a la ventana. Samuel se apartó pero enseguida volvió a acercarse para intentarlo una vez más, esta vez, con un reloj bañado en oro en la mano, asomándolo un poco. Un par de soldados se acercaron y observaron el reloj dorado que no tardaron en coger sonriendo. Entonces, uno de ellos trajo un cubo a medio llenar de agua, con una manguera también en la mano y pan en una bolsa de plástico.

-Si me dáis más joyas, prometo llenarlo hasta arriba.-dijo un soldado-

Samuel dijo que empezaran a entregar las joyas y así como idiotas y sin tener más remedio tuvieron que hacerlo. El inconveniente, era que por cada joya que entregaban, muy poco llenaban el cubo de agua. El joven muchacho de pelo rizado se acercó a Eliana desesperado agarrándola por ambos hombros.

-¿Tú no tenías una pulsera?.-preguntó-

-No pienso dársela a esos cerdos, si te refieres a eso.-contestó Eliana-

-Dámela.

Eliana odió a ese chico cuando le exigió que le diera la pulsera que le regaló Clara.

-Lárgate de mi vista, no pienso dártela.

-¡Dámela o nos moriremos de sed!

-Prefiero morir de sed que entregar lo último que me queda de mi familia, ¿entendiste?.

Polanski separó a esos dos antes de que se mataran.

-Me encargaré de que no pruebes ni una gota de agua, te lo juro.-dijo él largándose de su vista-

Samuel se acercó ahora a Eliana.

-Eres valiente...-le dijo a medio sonreír-

Al no entregar más oro, los soldados abrieron la puerta con el suministro al fin y la gente comenzó a dar empujones por la supervivencia, (inclusive Eliana), ya que a todos les daba igual ya la organización. Con su cuerpo delgado consiguió meterse entre la gente y llegar al cubo, pero aquel chico, aún enfurecido y rencoroso por lo que había pasado entre ellos, la agarró de un brazo y la empujó hacia atrás tirándola al suelo con fuerza. Supo que fue él y enseguida se levantó rápidamente para conseguir beber algo cuando la vuelve a empujar contra el suelo. Al irse a levantar otra vez, ya era tarde, todo el agua y el pan habían sido totalmente deborados, Eliana y mucha gente más se quedó sin comer nada.

Los barracones de Auschwitz (Editorial Dreamers) Where stories live. Discover now