Capítulo 5

1.2K 61 1
                                    

Tras el choque que Eliana había evitado constantemente, no se sintió tampoco muy desagradable ni incómoda, la personalidad de Nevin le transmitía simpatía y confianza. Le pareció un chico bastante agradable y amigable, y después de haberle dicho lo de la señora Schweitzwer, se le fue del pensamiento que él pudiera sentir algo por ella y se sintió mejor.

Llegó a la puerta de la barbería, donde llegaba ya diez minutos tarde, aunque como hija responsable, pidió disculpas por la espera tanto a su padre principalmente como a su hermana, y Eden solamente pudo contestarle con una sonrisa y una caricia en el pelo rubio, como una muestra de que no se preocupara, que todo iba bien y no pasaba nada.

                                                                            ***

Kiva y Eden accedieron a que su hija pudiera quedarse en Berín por una noche en casa de Dina, asíque Eliana preparó en una pequeña maleta marrón un par de vestidos, sus zapatos preferidos, los adornos para el cabello y su maquillaje.

A la hora de irse, Clara se quedó, iría luego por la noche con sus padres y allí se reuniría con sus amigas y amigos.

Eden llegó a la barbería y allí en la puerta ya la esperaban sus amigos, no faltaba ninguno.

-¿Te dejan entonces?.-preguntó Dina-

-No fue difícil convencerlos.

Las dos amigas saltaron de alegría y se dispusieron a ir a casa de Dina para que Eliana pudiera dejar la maleta en casa mientras que los demás se iban cada uno a sus casas para prepararse también, ya que eran las cinco de la tarde y la fiesta empezaba a partir de las ocho. El baile abría sus puertas a las diez de la noche.

Cuando llegaron a casa de Dina, se dirigieron hasta su habitación y encima de la cama depositó su maleta marrón con su nombre grabado en ella y luego, fueron hacia el salón para que conociera a sus padres, pero antes, ella le advirtió sobre su padre.

-Ignora sus deducciones sobre el régimen de Hitler, no deja de hablar siempre de lo mismo y que ojalá se retire rápido del poder.-dijo Dina-

-Pero eso no puede decirlo en alto en cualquier calle de Berlín o lo encerrarían.

-O lo matarían, que es lo peor. Ya sabes como se está poniendo el asunto respecto a nuestra raza. A los judíos nos están cada vez más mirando con malos ojos y eso no puede acabar bien.

-Esto cada vez está yendo a peor, no sé dónde vamos a llegar con tanto odio.

Llegaron al salón, donde el padre de Dina estaba escuchando la radio mientras se fumaba un puro. Su madre en cambio, dormía, pero se despertó nada más escuchar la voz de su hija, y al ver que traía una invitada, se puso en pie para recibirla.

-Esta es Eliana, madre.-presentó Dina-

Marta, la madre de Dina le dio dos besos y sonrió.

-Yo Marta, y ese señor que ves ahí escuchando la radio sin decir nada, es Mikel.

Mikel se levantó y también recibió a Eliana con un par de besos sonriendo también. El padre de Dina era un obsesionado respecto a la política, le encantaba comentarla, criticarla, hablar de lo bueno y de lo malo que tenía...Su aspecto era robusto, tenía una buena barriga, no tenía ningún pelo sobre su cabeza y solía gastar alguna broma respecto a su calvicie para que las dos mujeres de la casa, le alegraran el día con sus sonrisas.

Marta era una mujer alta y morena con algunos reflejos pelirrojos como su hija, era una amante de la lectura y literatura, le gustaba leer y escribir la mayoría del tiempo, pero sólo lo hacía si le daba tiempo tras sus tareas domésticas.

-Encantada de conoceros.-dijo Eliana-

-Igualmente. Supongo que te habrás traído algún peine para peinar mi buena melena.-dijo Mikel bromeando-

Los cuatro echaron a reír y seguidamente, las chicas se subieron para arriba para ponerse guapas. Se encerraron en el baño y frente al espejo empezaron primero con el maquillaje y luego con el pelo, que Dina se lo arregló a Eliana y Eliana a Dina.

El pelo de Dina, como era a media melena, se le podían hacer escasas cosas, asíque su amiga optó por hacerle unos buclecitos y colocarle una diadema blanca, y en el extremo derecho, una rosa del mismo color sujeta con un par de horquillas.

Dina peinó a su compañera de otra manera, le disminuyó un poco más sus rizos naturales dorados, dejándole mechones de pelo lisos y otros rizados, después le puso un lazo rojo y le hizo dos pequeñas trenzas a cada lado.

De momento, a las dos les había gustado como iban de hombros para arriba, ahora solo quedaba la parte del vestido, los zapatos y el perfume.

Eliana se puso un vestido rojo del mismo color del lazo y unos zapatos de charol blancos con un poquito de tacón. El vestido de Dina era verde oscuro también muy bonito, a juego con unos zapatos negros también con un poco de tacón. Ambas se echaron en el cuello el mismo perfume de rosas y bajaron al salón a cenar las siete y media de la tarde porque a las ocho ya habían quedado en la misma fuente de todos los días.

La familia Baremboin tomó su asiento y luego Eliana al lado de su amiga, tomaron los cubiertos en la mano y con los codos fuera de la mesa empezaron a mojar la cuchara en la exquisita sopa de pan, cuando en la radio del señor Mikel, comienzan a dar una nueva noticia más sobre Hitler y su raza aria.

-Ya empezamos con lo mismo de todos los días...¿Esque no entiende que esa raza de la que tanto habla y desea no existe?.-hablaba para sí mismo Mikel-

-Espero que no obtenga muchos seguidores respecto a eso. Nosotros podríamos estar en verdaderos apuros si su ansia por conseguir la raza aria aumenta.

-¿Qué podría pasar?.-preguntó Eliana ya un poco preocupada-

-Nada, no pasará nada.-interrumpió Dina para tener la cena en paz-

-Tú misma has dicho que ya nos odian y que cada vez la gente va aumentando más ese odio por nosotros. Quiero saber qué sucedería si esto sigue más y más.

-Podrían empezar a quitarnos de en medio de una manera o de otra.-contestó Marta-

-No tendría por qué suceder tal cosa, dejemos de suponer, estamos asustando a nuestra invitada.-dijo Mikel para relajar tensiones-

Volvió el silencio de nuevo, y así hasta que la cena finalizó y Dina junto con Eliana, se fueron a la fuente donde faltaban por llegar aún todos los demás.

-Aquí la puntualidad no existe...-dijo Dina-

-Bueno, ya vendrán, ¿no?

-Te noto impaciente. Hay algo que me ocultas, y creo que sé lo que es.

-No me digas...

-Es por Kinor, ¿a que sí?

-Me gusta, pero...No sé si yo a él también.

-Yo creo que sí, se le nota un poco.

-Con un poco de suerte, igual esta noche me pide ser algo más que su amiga.

-Si lo hace, crúzame los dedos, será nuestra señal secreta.

Y entonces llegaron todos a la vez, al parecer habían quedado en una misma esquina para ir todos juntos hacia la fuente. Iban vestidos muy elegantes, y a Abraham se le notó que se le cayó la baba cuando vio lo preciosa que estaba Dina ante sus ojos.

Los barracones de Auschwitz (Editorial Dreamers) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora