Capítulo 26

702 46 6
                                    

Nevin no pudo evitar sonreír al fin, asíque pagó su parte de comida y partió a casa para hacer una serie variada de comidas y sorprender a Eliana a la mañana siguiente. Al amanecer, él ya la esperaba en la puerta del trabajo de su padre con un par de cestas. En una llevaba los alimentos y en la otra un par de mantas por si acaso por la noche, corría fresco ya que estaban a finales de verano. A los cinco minutos después, el coche de Eden con Eliana se paró en la puerta, y al bajarse los dos, ambos se dieron un fuerte abrazo. Se alegraron de verse después de todo lo que había sucedido la mañana anterior.

-¿Cómo estás? ¿estás bien?.-preguntó Nevin-

Eliana no quiso especificar todo lo que había pasado para no preocupar a Nevin.

-Un mal entendido. ¿Y esas cestas?

-Pues verás, he pensado invitarte a un picnik al lado de un...Bueno, mejor lo ves tú misma, ¿te apetece?.

Eliana asintió y enseguida le pidió perimiso a su padre, un permiso que le fue concevido ya que en Nevin sí confiaba plenamente. Las últimas palabras que Eden le dijo fueron: "Cuídate" Nevin y Eliana caminaron juntos a casa de él para coger el carro e irse hacia el bosque junto al lago y poner en marcha juntos aquel magnífico plan, que, como idea, Markus le había dado para sorprenderla. Nevin sabía que eso no era gran cosa, pero a Eliana le hacía ilusión y con eso bastaba. Al llegar al portal de la casa, él fue a sacar las llaves del coche y se paró a resbuscar en los bolsillos, pero se dio cuenta de que las llaves se las había dejado en casa.

-Espérame, enseguida vuelvo. Tú vigila la cesta.-dijo Nevin-

Eliana le sonrió y antes de que Nevin subiera, entonces Manfred salió de la casa ya sobrio a saber dónde iría. Se paró al ver a la joven, cuya belleza le cautivó y se sentía como embrujado ante sus ojos azules y su pelo rubio. Nevin supo enseguida que a su padre, le había interesado Eliana y se llenó de odio en contra de él, todavía más que antes.

-¿Esta es tu amiguita?.-preguntó Manfred a Nevin sin quitar los ojos de la chica-

Nevin deseó decirle que no, pero no se podía negar lo evidente, asíque le asintió y después miró a ella, que sonreía al entender que ese hombre era su padre.

-Este es...-dijo Nevin-

-Soy el padre de Nevin.-interrumpió Manfred-

Manfred agarró su mano despacio y la besó con una sonrisa de oreja a oreja.

-Tienes muy buenos gustos hijo, muy buenos. Soy Manfred, ¿y tú eres...¿

-Eliana, señor. Un placer.

-El placer es mío, señorita. Bueno, he de irme. Pasadlo bien.

A simple vista, su padre le había agradado, pero porque no sabía nada de cómo era en realidad. Las miradas de padre e hijo chocaron con rivalidad, Nevin estaba dispuesto a defender lo que le importaba fuese como fuese luchando contra quien hiciera falta aunque ese alguien fuera su padre, que ya se había encaprichado de la niña. Mientras Manfred se iba, al pasar delante de su hijo, le guiñó un ojo con maldad para rabiarlo más ya que sabía que había descubierto sus intenciones, y cuando ya desapareció de la vista de los dos, Nevin se acercó a Eliana y esbozando una sonrisa en falso, le preguntó:

-¿Qué te parece?

-Me cae bien, tienes que estar orgulloso de él.

-Oh sí, no te lo puedes ni imaginar.-dijo con ironía-

Se produjo un silencio que para Nevin fue un tanto incómodo, asíque para romperlo subió a por las llaves y Eliana notó que algo no iba bien, la cara y la expresión le habían cambiado por completo y parecía estar un tanto enojado, aunque ella decidió no preguntar por si acaso solo era una imaginación. Al par de minutos, cuando Nevin bajó, abrió el coche e invitó a Eliana a subir sonriendo, asíque ella así lo hizo también sonriéndole. De camino al bosque, Eliana miraba por la ventana observando el paisaje dejando la mente en blanco por una vez sin pensar en nada para pasar un buen día junto a su mejor amigo, ya que así lo consideraba después de todo lo que había pasado. Cuando llegaron, Nevin bajó primero dirigiéndose hacia el asiento del copiloto para abrirle la puerta a su dama y cogerle las cestas para que no cargara peso. La chica le volvió a sonreír saliendo del coche y cerrando luego la puerta. Siguieron andando y al ver el lago, Eliana se paró de golpe quedándose sorprendida ante el sitio al que Nevin la había llevado.

Los barracones de Auschwitz (Editorial Dreamers) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora