Capítulo 25

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Nevin esperaba a Eliana en la puerta de la barbería, pero estaba cerrada y nadie llegaba, por lo tanto y preocupado por ella y por su familia, se largó de allí jugueteando con una piedra que encontró en el suelo golpeándola con el pie como si fuera una pelota. No sabía en qué emplear el tiempo y se sentó en frente de la puerta de su casa a fumarse un cigarro en un banco de madera viendo pasar a la gente. De pronto, un coche se detuvo en su casa y vio a su padre bajar de él un poco ebrio, puesto que llevaba una botella de ron y sus pasos no eran muy equilibrados. Nevin le dio una última calada al cigarro y lo tiró al suelo levantándose del banco yendo en dirección a su casa para proteger a su madre. Nevin subió el primero a casa y buscó a su madre para estar junto a ella para cuando Manfred terminara de subir. Madre e hijo se abrazaron y Manfred fue directamente a buscar a su mujer, aunque esta vez le apeteció meterse con su hijo.

-¿Qué hacías ahí solo? ¿qué te pasa? ¿una mujer te ha abandonado?.-preguntó él-

-No, no me ha abandonado ninguna mujer.

-¿Entonces qué? la abandonaste tú, ¿verdad?.

-Yo no abandono lo que me importa. No soy como tú por mucho que lleve tu sangre.

-No merece ni merecerá nunca la pena enamorarse, que me lo digan a mí cuando me casé con esa mujer.-dijo Manfred señalando a Marie-

-Que tú te enamoraras de ella sí mereció la pena, pero ella de ti visto lo visto, llego a la conclusión de que perdió contigo toda su juventud pudiéndose haber casado con otro que sí la tratara como lo que es: una buena mujer, madre y esposa. ¿A qué has venido, a jodernos otra vez? Si no te importamos déjanos en paz, pero no te burles de nosotros porque te gusto o no, somos familia. Soy tu hijo y ella es tu mujer.

-Un hijo y una esposa que no comparten mis opiniones ni las respetan no es una familia. No sois nadie.

-Hazme un favor antes de que te vayas de casa, mírate en el espejo y dime si te reconoces gracias a tu Führer.

-No me hace falta, si hay alguien que ha cambiado no soy yo.

-Piensa lo que te acabo de decir.

Manfred se quedó un tanto pensativo ante la propuesta de su hijo, y tras dedicarle una última mirada a ambos, se retiró de la habitación un poco más tranquilo que antes. Mientras Marie y Nevin permanecían sentados en la cama abrazados, Manfred se metió en el baño y allí buscó el espejo haciendo lo que su hijo le había dicho. Se dio cuenta de que su aspecto estaba realmente espantoso, llevaba en sus manos una botella de alcohol, estaba borracho a más no poder con los ojos rojos y con el equilibrio desequilibrado. Pensó en su vida anterior, era un hombre felizmente casado con su mujer, una felicidad que aumentó cuando su primer hijo vino al mundo, hasta ese mismo instante, que ahora estaba lleno de odio contra una raza que no le había hecho nada, se desenamoró de su mujer, y a su hijo le tenía rencor por no ser igual que él, por no pensar como él pensaba, por no ser simplemente un Nazi como todos los demás. Comprendió que Nevin tenía razón, pero no podía evitar sentir o pensar de esa manera aunque supiera que no estaba bien, por lo que lanzó su botella contra el espejo y un cristal rebotó en su cara haciéndole un gran corte en la mejilla. Dio un grito de dolor que dio miedo escuchar y Nevin abrió la puerta del baño de golpe para ver lo que había pasado y vio la sangre que la cara de su padre desprendía, y con todo el dolor de su alma, se negó a curarle. Marie dio un paso hacia adelante para ayudarle pero su hijo se lo impidió.

-¿Lo ves ahora? Pues estás solo, si dices que no somos tu familia, ocúpate de tus problemas sin nosotros. Aún estás a tiempo para renunciar a ese mundo de mierda lleno de sufrimiento.

-Largaos de mi vista.

Nevin y Marie comprendieron que ya daba todo igual, que aunque se hubiera dado cuenta de que ya no era el mismo, ya no iba a cambiar de opinión ni la forma de pensar, por lo tanto le dejaron ahí solo, para que se las arreglara solo.

-Necesito ayudarle.-dijo Marie en la cocina-

-No madre. Él se lo ha buscado y además no haría lo mismo por ti. Sabes que no se merece ni tu ayuda ni la mía.

-Pero le quiero, ¿tú no ayudarías a la persona que amas?

Nevin se puso en la situación de su madre y se imaginó por un momento que Eliana ocupaba el lugar de Manfred, y pensó que no podía dejarla sola fuera cual fuera su forma de pensar, sabía que sí la ayudaría y por eso no contestó a la pregunta de su madre.

-Si le ayudas, no le harás mejor persona y lo sabes. Te seguirá tratando como un perro callejero.

-No puedo verlo así...

Marie subió las escaleras y le ayudó a su marido a curar la gran herida de la cara, y después, le dio una ducha fría para que se le fuera la borrachera. Después de haberse espabilado, Manfred se quedó dormido en el regazo de su mujer y allí se quedaron los dos hasta el anochecer mientras que Nevin decidió cenar por ahí fuera con sus amigos ya que no quería ver cómo su madre se arrastraba ante un hombre que al día siguiente la volvería a tratar igual o peor que los días anteriores. Karl, Markus y Nevin cenaban en un bar cercano a sus casas, y sus dos colegas intentaron animarle un poco, pero Nevin seguía mirando al suelo con el plato medio lleno, apenas había probado bocado y ahora solo tenía ganas de dormir en la calle porque no quería regresar a casa.

-Anímate por favor. Nos tienes preocupados.-dijo Karl-

-Se me pasará. Vosotros seguid con vuestras cosas.

-No Nevin. Somos tres, pero si una está mal, todos lo estaremos.-añadió Markus-

-Y la única persona que me anima no está aquí conmigo, y lo último que vi fue a la Gestapo en la puerta del trabajo de su padre.

-¿A la Gestapo? Pero nos dijiste que esa chica era alemana, ¿no?.-preguntó Markus-

-Sí, pero...Quizás un judío fue a la barbería o yo qué sé. Lo único que sí sé, es que estoy preocupado por ella y por su familia.

-Mañana le preguntas y sales de dudas, y ya de paso...pasáis un día juntos.

-¿Alguna idea?

-Un picnik en el bosque al lado del lago.

-Quizás esté siendo un poco pesado.

-Es evidente que a la chica le gustas, pero desconfía un poco del amor después de la mala experiencia que tuvo.

-No digas tonterías Markus. Evito hacerme ilusiones, aunque lo cierto es que se me descontrolan, es ella la que está todo el rato en mi cabeza.

-Hazme caso y sorpréndela. Asíque vete a casa y prepara un buen festín.

Los barracones de Auschwitz (Editorial Dreamers) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora