-¿Qué haces tú aquí?.-preguntó Eliana-

Kinor adelantó los dos pasos que Eliana retrocedió.

-Nunca me fui. Mis padres han decidido quedarse aquí.-contestó Kinor-

-¿No vas a clase?.

-¿Cómo voy a ir? ¿Esque ya no te acuerdas de los años que tengo?.

Kinor se iba acercando a ella y Eliana retrocedía, no quería estar demasiado cerca de él. Había aprendido a no temerle, pero era porque lo tenía lejos, y ahora que lo volvía a tener cerca, le volvía a tener miedo.

-Lárgate. Puedes irte donde tú quieras, donde quieras....Pero deja de seguirme.-dijo ella-

-¿Por qué? ¿Sigues empeñada en que ya no me quieres?.

-Esque esa es la verdad. Nevin por lo menos no es tan ruín como tú lo fuiste conmigo. Puedes odiarle, porque la verdad esque con razón, ya que él te supera en todo.

-Cierra la boca.

-La verdad duele, cuanto antes te acostumbres a ella, mucho mejor para ti.

-¿La verdad? La verdad es que como no te calles acabaré por encapricharme de tu hermana.

-Tócala si te atreves.-añadió Nevin saliendo por la puerta poniéndose delante de Eliana-

-Como no, el típico que interrumple conversaciones ajenas...

-Vete. Desaparece si no quieres que sea yo el que te haga desaparecer.

-Me largo ahora sí, pero no vais a libraros de mí tan fácilmente. Ninguno.

-¿Me estás amenazando?.

-Podría ser...

Y Kinor se largó por fin dejando intranquilos a los dos. Nevin miró a su novia y la abrazó dándole un beso en la frente.

-Se aproxima el toque de queda, debemos irnos.-dijo él-

De nuevo montaron en el coche rumbo al valle y allí se montaron el picnik. Desdoblaron un par de mantas sobre el césped y sacaron la comida de la cesta colocándola de una manera elegante y después se colocaron uno frente al otro. Ella cogió una manzana y la puso en medio de ambas bocas. Fueron mordiéndola paulatinamente hasta que sus labios se chocaron y Nevin le dio un pequeño mordisco en el labio inferior a su pequeña adolescente. Cayó la noche y las estrellas, sus estómagos estaban más que llenos y permanecían tumbados en las mantas abrazados. Él le miraba a ella, ella le miraba a él. Sentían estar en un mundo distinto donde ellos existían sin nadie que pudiera separarlos.

-Si el país entra en guerra, ¿permanecerás conmigo?.-preguntó ella-

-Siempre permaneceré contigo. Pase lo que pase nunca te dejaré sola. Además no podría perdonarme a mí mismo si lo hiciera.

-Lo último que no quiero es separarme de ti. Y tengo la sensación de que va a suceder algo que va a hacer que tú y yo...

-Shh...Lo que nos une es más fuerte que todo aquello que nos pueda separar. Nos queremos, no nos hace falta nada más puesto que también nos tenemos.

Eliana le sonrió y Nevin la besó lentamente. Minuto tras minuto y beso tras beso, la pasión fue aumentando cada vez un grado más. Él se había puesto encima de ella agarrando sus dos manos y la besaba enamorado mientras que ella le seguía los besos con la misma pasión, a la vez que su cuerpo se excitaba junto con el de su amor. Nevin pasó una mano por uno de sus muslos y la deslizaba hacia arriba con cariño y suavidad volviendo a besar su boca. Eliana le quitó la camisa después de que los tirantes de su vestido ya estuvieran al sur de sus pechos, hasta que finalmente ambos cuerpos quedaron totalmente desnudos.

-No sigo si no estás preparada.-dijo Nevin-

-Lo estoy.-contestó Eliana con seguridad-

Nevin volvió a coger sus manos y entonces se fue metiendo poco a poco dentro de ella, que por su boca sonaron leves quejidos de dolor puesto que era virgen y apretaba fuerte las manos a su novio.

-¿Te duele?.-preguntó Nevin-

-Duele, pero tranquilo, estoy bien.

Él seguía despacio quitándole la virginidad, y cuando dejó de quejarse, movía sus caderas con un poco más de velocidad sin separar sus labios de los de Eliana. Gemidos y gemidos iban y venían junto al placer de ambos cuerpos en uno solo hasta que llegó el momento de la eyaculación y Nevin se apartó de ella terminando con un orgasmo intenso junto al de Eliana. Tras aquello, se fundieron en un abrazo y estuvieron así toda la noche en vela hasta que comenzó el amancer. Se levantaron del césped desnudos, cogieron una de las dos mantas y en ella se taparon los dos mirando juntos el alba, saliendo el sol a través de las nubes. Nevin la tenía agarrada por la cintura y le daba besos en la cara sin dejar de mirar el amanecer, aquella escena sin duda era bella de contemplar. Una vez ya amanecido el cielo, Eliana se dio la vuelta para mirar los ojos de Nevin y besó sus labios llena de amor.

Los barracones de Auschwitz (Editorial Dreamers) Where stories live. Discover now