Max & Suhail ©

By TatianaMAlonzo

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Disponible aquí en Wattpad y en librerías. -Levanta un poco tu vestido cada dos pasos -me aconseja papá. Esta... More

Prólogo
1. Max
2. Suhail
3. Max
4. Suhail
5. Max
6. Suhail
7. Max
8. Suhail
9. Max
10. Suhail
11. Max
12. Suhail
13. Max
14. Suhail
15. Max
16. Suhail
17. Max
18. Suhail
19. Max
20. Suhail
21. Max
22. Suhail
23. Max
24. Suhail
25. Max
26. Suhail
27. Max
28. Suhail
29. Max
30. Suhail
31. Max
32. Suhail
33. Max
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36. Suhail
37. Max
38. Suhail
39. Max
40. Suhail
41. Max
42. Suhail
43. Max
44. Suhail
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46. Suhail
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48. Suhail
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50. Suhail
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52. Suhail
53. Max
54. Suhail
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56. Suhail
57. Max
58. Suhail
59. Max
60. Suhail
61. Max
62. Suhail
63. Max
64. Suhail
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66. Suhail
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68. Suhail
69. Max
70. Suhail
71. Max
72. Suhail
73. Max
74. Suhail
75. Max
76. Suhail
77. Max
78. Suhail
79. Max
80. Suhail
81. Max
82. Suhail
83. Max
84. Suhail
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86. Suhail
87. Max
88. Suhail
89. Max
90. Suhail
91. Max
92. Suhail
93. Max
94. Suhail
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98. Suhail
99. Max
100. Suhail
101. Max
102. Suhail
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108. Suhail
109. Max
110. Suhail
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112. Suhail
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118. Suhail
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120. Suhail
121. Max
122. Suhail
123. Max
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128. Suhail
129. Max
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134. Suhail
135. Max
136. Suhail
137. Max
138. Suhail
139. Max
140. Suhail
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143. Max
144. Suhail
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148. Suhail
149. Max
150. Suhail
151. Max
152. Suhail
153. Max
154. Suhail
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156. Suhail
157. Max
158. Suhail
159. Max
160. Suhail
161. Max
162. Suhail
163. Max
164. Suhail
165. Max
166. Suhail
167. Max
168. Suhail
169. Max
170. Suhail
171. Max. FINAL

141. Max

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By TatianaMAlonzo

—¡Estás tardando, Sam!

—¡Es inhumano que corras tan rápido! —se quejó el gordo tras mis pasos.

Me solté a reír y continué mi ruta cuesta arriba. Sí, ¡cuesta arriba! Ya domino a la perfección la prótesis. La domino a tal punto que esta es ahora una extensión de mí. ¿Fue fácil? No, pero un ángel guardián de nombre Paulo me ayudó mucho y, acá entre nos, me resulta más difícil vivir sin Suhail. Quién diría que la extrañaría más a ella que a mi pierna.

Sam no es tan voluminoso a comparación de como lo era antes, pero sigue comiendo bien y aún le sobran varios kilos de amor (palabras de Ling, no mías) Yo, por el contrario, me apliqué. Verán... Todo empezó dos meses después de marcharse Suhail. Era sábado y aún me sentía deprimido, no obstante, mamá, para distraerme, me envió a mí y a Sam por las compras de la semana. Ahí estábamos el gordo y yo empujando a lo bruto una carretilla repleta de comestibles cuando en la caja, ya listos para pagar por todo, vimos a un niño con una guitarra. Era un enano de ocho años dejando sordo a todo mundo, pues tocaba mal.

—No debí comprarte ese aparato —repetía su mamá histérica. El niño no le hacía el menor caso. Y es que se veía emocionado... Pero tocaba mal.

Las personas en la fila, incluyéndome, estábamos hartos de escucharlo, por lo que para sorpresa de su mamá, de Sam y de mí mismo, me acerqué a él. Todavía me movía en muletas, dejé caer una al piso y le dije al enano:

—Deja te muestro cómo se hace.

Él niño, mitad admirado mitad acobardado, me entregó su guitarra. No era una guitarra profesional, su mamá seguro no supo qué escoger a la hora de comprarla y nadie la orientó, pero en el momento nos sirvió.

—La acomodas de esta forma —lo ilustré, acuclillándome un poco y posicionando cerca de mi regazo la caja de la guitarra—, colocas tus manos acá... y tocas. Se empieza con algo sencillo, ¿de acuerdo? No esperes tocar el solo de Comfortably numb en tu primer día de guitarrista —El niño asintió conforme, y aunque deduje que no entendió lo que dije, me miró con ilusión como todo niño—. Primero las notas musicales... —señalé y las repasé rápidamente con él— y después una canción poco complicada —expliqué mirando a su mamá.

Una canción poco complicada... Resultó inevitable recordar a mi padre.

—Got to write a classic —empecé a cantar y tocar, sintiendo un pequeño nudo en la garganta—. Got to write it in an attic. Baby, I'm an addict now. An addict for your love...

Sin embargo, pese a todo, no aparté la sonrisa de mi rostro. Estando tan reciente la partida de Suhail, tocar nuestra canción me hizo sentir cerca de ella. De alguna manera cerca.

No pasó mucho tiempo cuando uno de los dependientes de la tienda se acercó a nosotros para pedir que me callara.

—Este no es el lugar para hacer eso, joven —señaló y me detuve.

No obstante, para mi sorpresa, las personas a mí alrededor, incluyendo a Sam y a la mamá del niño, alegaron el permitirme continuar. El dependiente se vio obligado a decir que sí y entre aplausos terminé mi breve concierto en el supermercado.

—¿Imparte clases de guitarra? —me preguntó la señora, más animada.

Las personas a nuestros alrededor también me veían como al héroe que calló al niño.

—¿Yo?

—Sí. Mi hijo está emocionado con ese aparato, pero no tiene quién le enseñe a tocarlo. Lo intenté matricular en una academia aquí cerca, pero no le dan prioridad por ser niño.

—Comprendo... —dije, pensativo, suponiendo que el profesor de música prioriza a los alumnos más expertos.

—Entonces, ¿imparte clases? —insistió en preguntarme la mujer. Pronto sería nuestro turno para pasar a cancelar lo que llevábamos.

—Sí —respondió por mí el gordo, codeándome amistosamente—, justamente andamos promocionando nuestra academia.

Lo miré con cara de "¿Me estás jodiendo?". Sin embargo, él no había terminado de decir eso cuando la señora y otros clientes del supermercado demostraron estar poniendo atención y anotaron el número de teléfono y dirección que Sam dio a todos.

—¿Mi casa? —le pregunté cuando nos alejamos.

Fui al supermercado por comestibles y salí con clientes.

—Sí, podemos empezar en tu garaje.

—¿Mi garaje?

—¿En dónde está tu espíritu emprendedor?

¿El gordo había enloquecido?

—Tú y yo nunca hemos dado clases de nada. De nada.

Sam y yo caminamos hasta el aparcadero y él abrió la cajuela del coche para meter las compras dentro.

—Pues te acaba de ir bien en tu primera experiencia.

Y una mierda... —Sam, no vamos a instalar una academia de música para niños.

El gordo no dejaba de sonreír. —Sí lo haremos.

—No.

—Sí.

—¡No!

Y lo hicimos.

Esa tarde Abel —así se llamaba el niño— y su mamá, junto con el primito de este, llegaron a mi casa en punto de las dos, Sam y yo estábamos terminando de acomodar todo en el garaje. Y tal como lo hizo conmigo mi papá años atrás, empecé a enseñar a tocar guitarra a niñas y niños.

Primero fueron dos, después cuatro, seis, ocho, doce, veinte... Sam y yo primero los separamos en dos horarios. Sin embargo, al ver que eran demasiados, los separamos en tres, cuatro, cinco, seis...

Llegó el momento en el que tuvimos cupo lleno tanto en jornada matutina como vespertina y ya no sólo atendíamos a niños. La demanda era tal que abrimos un día especial para jóvenes y otro para adultos. Estábamos tan copados de trabajo que durante un año ahorramos parte de las ganancias y rentamos un local pequeño en el centro de la ciudad. Eso nos atrajo más atención y, por ende, más clientes. Por lo que ahí abrimos de forma oficial nuestra academia de música Solatano & Delvecchio.

Sam toca la guitarra, la batería y el piano. Yo la guitarra, la batería y el bajo. Entonces, para compensar y cubrir de mejor manera todos los horarios, contratamos más maestros. Uno de violín. Uno de canto... y así. Todo eso sucedió en un periodo de cinco años. Pasé de ser un imbécil sin una pierna que no sabía qué hacer... a un profesor de música y empresario en cinco años.

Cuando no estaba en la academia me entretenía en mi gimnasio. Paulo empezó dándome ejercicios de estimulación, movilización y estabilización. Él hacía énfasis en prepararme para la reeducación de la marcha, pues la intención era volver a caminar. Cuando estuve listo me entregó la primera prótesis. Me mostró cómo colocarla, quitarla... y tolerarla. Y le siguieron ejercicios de equilibrio. Tuve que aprender a adiestrar mi peso sobre mis miembros inferiores.

Los ejercicios me ayudaron tanto a liberar tensión y distraerme que los adapté a mi rutina. Posteriormente empecé con las pesas, cardio, caminatas, carreras... Hasta llegar al punto en el que estoy. Hoy soy la reencarnación de Arnold Schwarzenegger en su mejor momento. De acuerdo, no, pero me veo bien y sano.

—Estaba pensando que estamos desaprovechando el sótano de la academia —dijo el gordo al recuperar su respiración. Ambos salimos a correr los sábados.

—¿El sótano?

—Sí, el que usamos como bodega.

—Eso no es desaprovechar.

Nos hicimos a un lado y sentamos sobre el césped de un parque. Era temprano en Ontiva y más personas corrían por los alrededores.

—Claro que sí —jadeó y me arrebató mi botella para beber un poco de agua—. Guardemos todo en otro lado y ahí montemos un estudio, contratamos a un ingeniero en audio y rentamos el lugar a músicos novatos que quieran grabar demos.

De acuerdo... me atraparon... yo era el profesor de música con complejo de Schwarzenegger, Sam era el empresario y visionario.

—Eres un ambicioso de mierda, gordo —bromeé, quitándole la botella y rociando agua sobre mi cuello y hombros—. ¿No te basta el dinero que nos deja la academia?

—No dejemos ir oportunidades si podemos invertir más.

—Bien, dejo todo en tus manos.

Me sentía orgulloso. Gente como Jacqueline Didier no daba un peso por mí y estoy dedicando mi vida a algo. ¿Lamento haber dejado ir a Suhail? A veces. Sin embargo, puede que eso me motivara. Yo quería ser mejor para Suhail. Si ella se hubiera quedado... No lo sé. Tampoco me hubiera perdonado que con los años ella se arrepintiera de dejar pasar la oportunidad de estudiar en Londres. Me sentía triste pero aliviado de no ser una carga para ella ni para nadie.

En eso estaba pensando cuando una de las dos chicas que corrían cerca nuestro me guiñó un ojo, intercambió comentarios con su compañera y ambas se acercaron.

—Qué tal, ¿eh?

—¿Tanto te urge que le encuentre un lugar a mi polla? —gruñí.

El gordo amaba buscarme con quien follar.

—No sales con nadie desde lo de Suhail.

—Voy a ser cura.

Sam me miró serio. —Max... —empezó.

—¿Qué? Quien quita que un día hasta logre ser papa.

—Y yo voy a adelgazar. Anda saluda de forma amable a las chicas —dijo, cuando ellas terminaban de acercarse.

—No todas se alejan al ver mi pierna —volví a gruñir.

Porque era la verdad. Siempre pensé que no tener la mitad de una pierna me haría poco atractivo para las chicas, pero resulta que muchas sienten fascinación.

—Hola —saludó una de ellas, la que me guiño el ojo—. ¿Corren seguido por acá?

Era una rubia esbelta, más o menos de mi edad.

—Los sábados —respondió Sam por ambos—. Aunque Max a veces corre solo.

Y de esa forma me las ponía en bandeja de plata a mí solo.

—¿Max? Lindo nombre —dijo la otra, mirándome coqueta—. Mi nombre es Jennifer y ella es Ana —se presentaron.

—Sí... —asentí, pensativo—. Mi nombre es Max y... él es mi novio. Sam.

El gordo intentó mantener su sonrisa en lo que yo le señalaba con mi quijada.

—¿Tu novio? —preguntó Ana, mirándonos con curiosidad a ambos.

—Sí. Me gustan gorditos.

A continuación, acomodé mi mano sobre la de Sam.

—Oh —Ellas se incorporaron rápido—. Lamentamos interrumpirlos —dijeron, disculpándose y sin saber qué más decir, puesto que era obvio que se acercaron para flirtear.

Al marcharse ellas, Sam apartó con enojo mi mano de la suya. —¡Te he dicho mil veces que no hagas eso! —me regañó-

—¿No soy tu tipo?

—¡Max!

Rodé un poco mis ojos. —No quiero salir con ninguna chica.

—A Ling tampoco le está gustando que por la calle algunos le llamen "la otra" y a mí bisexual —continuó reclamando.

Me incorporé y extendí mi mano hacia él para ayudarle a levantarse y continuar caminando.

—Sabes, recién leí en una revista que entre más se ofende un hombre al ser considerado gay, menos conforme se siente con su sexualidad. Por eso ahora yo coqueteo con todos.

—No es gracioso, Max —dijo Sam, todavía enfadado—. El señor que nos lleva la paquetería siempre espera a que lo atiendas.

—¡Lo sabía! —solté, chasqueando mis dedos.

—No sé cuál es tu problema —insistió él—, Suhail tiene pareja. A veces se escribe con Ling y le platica todo. Le va bien . 

—Merece tener a alguien —admití—. Aquí la pregunta es si ese alguien merece tenerla a ella.

—Es un buen tipo —continuó el gordo, defendiendo—, según contó ella, claro. Es empresario joven, viene de buena familia, es sano, atleta...

—¿Por qué no vas a Inglaterra y follas tú mismo con él? —protesté. 

—No me gustan los ingleses —dijo Sam, fingiendo indiferencia de forma teatral. 

—Pero puedo ver en tus ojos que la idea te excita.

—Lo he visto en fotos, no está tan atractivo, créeme... Te aseguro que Suhail está con él por su inteligencia.

—¿Por ende, estás insinuando que estaba conmigo solo por ser atractivo?

—Tú lo dijiste, eh.

—¿Ah, sí? Pues prefiero ser guapo que inteligente.

—La belleza se acaba, Max.

—Eso es lo que dicen los feos para consolarse entre ustedes.

—Vete a la mierda. 

Nos empujamos mutuamente, y de la misma forma que corrimos desde mi casa hasta el parque, regresamos. Aunque esta vez platicando sobre el señor perfección.

—No me importa si el tipo es el mismísimo príncipe William, yo tengo una regla —zanjé—: "Si folla con Suhail, no quiero saber de él".

Pero lo tendría frente a mi nariz más pronto de lo que imaginaba.


--------------

¿Qué tal el "nuevo" Max? ¿Esperaban que mejorara?

Ahora sabemos que el apellido de Sam es Delvecchio. Ese dato no lo tenía c: 

En el siguiente capitulo de Max participa el primer personaje de Secretos y Papeles. Gracias por votar todo ♥

Instagram: TatianaMAlonzo

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