Al día siguiente traté de no ponerle atención a Max. No fue difícil cuando reconocí cuánto me enfadaba. Porque siempre fue un poco tonto, pero ahora se comportaba peor. Se paseaba por los corredores del colegio como si fuera un pavo real con algo atorado en el trasero.
—Lo escuché decirle a Edgar que si quiere puede salir con Jessica y otra chica al mismo tiempo —me contó Ling.
—Es un idiota —dije, caminando con prisa hacía nuestro salón.
No quería ver a Max, pero tampoco podía faltar a clases con tal de no verlo.
En eso estaba pensando cuando al entrar a Inglés lo vi presumiendo un broche para el cabello que Jessica le dio porqué, según ella, era una muestra de su amor.
Intenté no vomitar.
—Apenas han salido unas horas —se rió Ling en la cara de Max.
Él la ignoró, por supuesto.
Por mi parte, bebí un poco del agua que traía en una botella para apagar el fuego que sentía cada que escuchaba el nombre "Max", y caminé con dignidad hacía mi banco.
No estás enamorada de Max Solatano, me repetía. Sólo estás confundida porque es tú vecino y no te has dado la oportunidad de tratar a más chicos.
—Jessica ni siquiera es tan bonita —me susurró Ling, ya sentada detrás de mi una vez ocupamos nuestros asientos—. Me topé con ella en la entrada. Se ve poco un poco narizona si la vez de perfil.
—No es narizona, Ling.
—Sí que lo es.
Le quería pedir a Ling que dejara de hablar de Jessica y Max. Pero tampoco quería que ella se percatara de que me afecta.
Me habia convencido de que esa situación era temporal y que días después me iba a reír por creer que estaba enamorada de Max.
Temporal. Tenía que ser temporal.
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