*Dar clic sobre el vídeo*
Venía de pasar la tarde con papá cuando el sonido de una canción llamó mi atención.
—Nos vemos el próximo fin de semana, amor —se despidió mi padre de mi con un beso.
Cuando terminó de aparcar su coche bajé y busqué el lugar del que provenía el sonido.
Dos voces estaban cantando acompañados de una guitarra. Una voz madura y experta, y otra de niño que, digamos, no lo era tanto.
Mis pies y mi curiosidad me llevaron hasta el garaje de los Solatano. De ahí provenía el sonido. Max y su padre estaban ensayando.
—Empecemos de nuevo, enano —dijo el señor Solatano. Vi a Max acomodar torpemente la guitarra sobre su regazo—. Gotta write a classic... Gotta write it in an attic... —continuo cantando el señor Solatano—. Vamos, Max, tú puedes. Es una canción fácil para tocar y cantar.
Me consta que Max trató de hacerlo tan bien como su padre:
—Baby, i'm an addict now... An addict for your love... —cantó y tocó.
No era el mejor, pero escuché al señor Solatano decir que iba mejorando.
En ese momento no sospeché cuan importante sería para nosotros esa canción.
—¡Suhail! —El señor Solatano me saludó cuando me vio.
Los saludé a ambos. No obstante, Max se sonrojó y no me devolvió el saludo. Lo avergonzó darse cuenta de que lo estuve escuchando.
Ya no odiaba a Max. Desde que me ayudó a espantar al fantasma nuestro trato era más cordial.