Capítulo 114. GRACIAS

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| AÑO 159 DG |


Dejando su taza de té caliente sobre la mesa, Sokka levanta la mirada y se encuentra con el cielo oscuro y despejado en aquella tranquila noche. Tras la cena, el gran Jefe decidió pasar el resto de su velada en uno de los tantos balcones del Palacio, en donde se halla sentado en una silla de madera viendo hacia las estrellas y la Luna, tan hermosa y llena como siempre.

Son tiempos de paz, y realmente ha llegado al punto de su vida en el que puede decir que está tranquilo, disfrutando de su jubilación. Sus tiempos como héroe han quedado en el pasado, pero no por ello ha dejado de ser recordado, admirado y amado. Es toda una leyenda, una inspiración para las futuras generaciones, y sigue liderando a su Tribu natal.

Con 74 años de edad, Sokka puede decir con seguridad que lo ha vivido todo. Lamentablemente, todo. Desde muy joven ha tenido que enfrentarse a lo peor en la vida: la pérdida de un ser muy amado. En su caso, su madre, quien años más tarde, en su adolescencia, descubriría que dio su vida para proteger a su hermanita, Katara, y con lo que creció más su admiración por ella.

 En su caso, su madre, quien años más tarde, en su adolescencia, descubriría que dio su vida para proteger a su hermanita, Katara, y con lo que creció más su admiración por ella

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Y no solo eso, pues desde que su madre murió, Sokka se aseguró de proteger para siempre a su hermana. Aun sin saber el sacrificio que su madre había hecho por ella, Sokka quería mucho a Katara y eso era motivo suficiente como para no permitir que la lastimaran, que le mintieran y que acabaran con ella, aunque de por sí, Katara ya era una chica muy fuerte que no necesitó del todo su protección, pero de la cual nunca se quejó sabiendo por qué es que la tenía.

Era el amor el que impulsó a los jóvenes hermanos Sokka y Katara a luchar codo a codo en los tramos finales de la Guerra de los 100 Años. Al principio en verdad no se soportaban, pero una vez conocieron a Aang y al mundo, se dieron cuenta de lo pequeños que eran comparados a la gran diversidad que presentaban las Naciones, y se dieron cuenta de que tenían algo que nadie más podría tener jamás, y que no podrían arrebatarles nunca: su unión.

 Al principio en verdad no se soportaban, pero una vez conocieron a Aang y al mundo, se dieron cuenta de lo pequeños que eran comparados a la gran diversidad que presentaban las Naciones, y se dieron cuenta de que tenían algo que nadie más podría ...

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